¡Feliz Navidad! un año más somos fieles a la tradición y nos juntamos con la familia en una de las casas de esta para celebrar la noche buena.
¡Que diferente la he vivido este año a cuando era niña! Bueno no solamente este año, si no desdes hace ya algunos años......
¿Sabeis que he hachado en falta todos estos años? Pues parecerá una tontería pero me falta la ILUSIÓN, MAGIA E INOCENCIA.
ILUSIÓN. No es que no tenga ilusión por nada, no, pero esa ilusión de cuando eres niña, de creer que estás viviendo algo especial y maravilloso, donde la MAGIA ocupa un papel importantísimo y que en mi caso concreto yo me encargaba de alimentar sobremanera. Donde cuando salías a la calle por la noche se respiraba un ambiente especial, las luces en las ventanas, los cánticos de las familias en las casas, la niebla que inundaba a las calles y mirar al cielo, si, mirar al cielo y descubrirlo, como si no le hubieses visto antes hasta ese momento. Todo estaba rodeado de una magia que vivía en mi cabeza y en el corazón. Pero todo eso era posible porque la INOCENCIA era innata en mí, me encantaba imaginarme la historia de José y Maria antes de dar a luz a Jesús, y el corazón me latía deprisa, deprisa pensando en ello. Y miraba al cielo (siempre me ha acompañado en mi momentos más especiales) y de todas las estrellas, me quedaba observando para ver si se obraba el milagro nuevamente y veía a la estrella de Belén. Y el silencio, si ese silencio que embarga a las calles en Navidad, roto solamente por las risas y algarabía de las familias en sus hogares.
Después vas creciendo en edad (pues no todo el mundo crece como persona) y la INOCENCIA y la MAGIA a la par que la INOCENCIA se nos va quedando en el camino, quizás porque nos comienza a pesar la responsabilidad, quizás porque nos volvamos perezosos a la hora de alimentar la imaginación y creamos que es más moderno y más de adultos el ser realista y romper con todo aquello que puede significar fantasía y desarrollo de la creatividad pensante...
Todo esto es independiente de la religión, pues aunque parte de las fiestas de Navidad estén dedicadas a el nacimiento de Jesús, siempre lo viví de manera de cuento de hadas, de mágico de fantástico y aún hoy me asomo a la ventana a poner mis velas correspondientes (señal de que no quiero que nadie pierda ni perdamos la luz que guiará nuestros días, luz de vida, luz de ganas de vivir, luz de ganas de sentir amor, cariño y afecto por los otros, luz para que aunque sea de vez en cuando la fantasía acuda a nuestra mente y seamos capaces de soñar como cuando éramos pequeños) aún hoy decía, soy capaz de cerrar los ojos y respirar hondo y por un momento, solo por un momento tengo las mismas sensaciones que tenia de pequeña. No quiero perderlo nunca, es como si nadie me faltara, es como si todo estuviese en su sitio sin sufrir la mínima alteración.
Pero luego abro los ojos y me doy cuenta de que he vuelto, vuelvo a respirar hondo, cierro las ventanas y en toda la noche de vez en cuando miro a las velas que permanecen encendidas para recordarme que yo soy la niña que recuerdo pero más mayor y un poco cambiada por la edad y los sucesos que han trascurrido por mi vida, como todos, ni más ni menos, pero tengo la capacidad de en noches como la de ayer regresar en el tiempo aunque sea por breves momentos.