Revista Sociedad
En estos días, cada año, se repiten los mismos rituales. Las calles se iluminan con esmero. Parece que algo se abre nuestro duro corazón. Una cierta nostalgia nos hace recordar aquellas reuniones al calor del hogar, celebrando juntos un acontecimiento ocurrido hace tantos años, en una pequeña aldea llamada Belén, tal como anunciaron los profetas. Ya nada es lo mismo. Llevados por el consumismo y un falso modernismo, parece que hemos olvidado el verdadero significado de la Navidad. El Hijo de Dios, hecho hombre y nacido de mujer, está entre nosotros. Camina a nuestro lado y no somos capaces de reconocerlo en nuestro hermano que siente soledad, tiene hambre o está enfermo, quizá sin saberlo. Expresamos los mejores deseos, siguiendo una rutina y con cierta falta de sinceridad. Por unos días, cambiamos gestos y actitudes. No podemos olvidar que nada sirve si no sale de lo más profundo de nuestro corazón. De forma apresurada, vamos ultimando los preparativos de una celebración que debe ser sencilla y austera, como fue el nacimiento de Jesús. María y José no eran pobres, tal como lo entendemos ahora. Fue la conjunción providencial de una serie de sucesos lo que hizo que el Hijo de Dios naciera en un humilde lugar. Una lección que no somos capaces de entender. En nuestro hogar, ocupa un lugar destacado el Nacimiento, con el portal que acoge al Niño, María y José. Fue su refugio en aquella madrugada santa, preludio de un nuevo día que nos trae la esperanza. Nacía un bebé sano y fuerte que trae la felicidad a una madre que conocía la trascendencia de los sucesos que se estaban produciendo. El Hijo de Dios, hecho hombre, viene a nosotros, que no siempre lo reconocemos. Fueron unos pastores, personas sencillas, prevenidas por ángeles, quienes primero llegaron a adorar al Niño. Traen presentes que son fruto de su trabajo. Si prestáis atención, con los ojos de la fe, quizá veáis a este sencillo cronista que también estaba allí para adorar al Niño. De todo corazón, deseo a todos mis amigos, lectores y seguidores, una feliz Navidad. Que el Señor les bendiga y les guarde y a todos nos conceda la paz. Ésta es mi fe y éste mi testimonio.