Con amor, a mi mamá, por su complicidad de siempre
Cumplo años en junio. Recuerdo que cuando tenía unos 7 años se me ocurrió la brillante idea de celebrarlo... en septiembre.
Me vino esta idea porque buscando tesoros entre las cosas olvidadas, encontré unas viejas tarjetas navideñas en blanco; muchas... y pensé durante un buen rato ¿qué podría hacer con ellas?Así que mi mente infantil rápidamente le encontró un uso. Serían las invitaciones a mi cumpleaños. ¿Qué más daba si estábamos en septiembre?Ni corta ni perezosa, sin pedir permiso a nadie y sin contar a nadie mi proyecto fiestero, rellené una a una las tarjetitas con mi tierna letra de segundo de primaria.
"Te invito a mi cumple en tal fecha. Lugar... Calle tal pascual. Piso tal."
Entregué a cada niña de mi clase una tarjetita y se me olvidó por completo el asunto. El día señalado, a la hora debida, sonó el timbre. Abrió mi madre y yo estaba muy ocupada jugando en mi habitación. Le sorprendió muchísimo encontrar del otro lado de la puerta a una niña "invitada" que llegaba con su regalito en una mano y su mamá en la otra. No dijo ni mu.
Y vale, ya estando allí... pues les hizo pasar. Me llamó y yo salí tan contenta, vestida de andar por casa, sin acordarme de que era mi cumpleaños y de que venían a mi fiesta. Y sonó el timbre otra vez, y otra y otra.
Mi mamá tardó dos invitados más en comprender que había una fiesta organizada y que teníamos POCO o NADA que invitar a los recién llegados. Rápidamente armó el salón en disposición "fiesta" y se puso a preparar una tarta o algo que se le asemeje. Mandó a comprar unos refrescos y alguna chuchería.
Tuve mi fiesta. Mi madre jamás me puso en evidencia delante de mis amiguitas y yo recuerdo hoy ese episodio con todo el amor del mundo.
Luego, ya recogiendo lo que quedaba de mi súper idea, me explicó que no se podía dar una fiesta sin avisar a los papás y que la próxima vez que se me ocurriera algo así, se lo preguntara previamente. Nada más. No fui regañada ni castigada por ello. .............
El sábado celebramos el segundo cumpleaños de mi sobrino. Piojilla estuvo muy atenta a todo el movimiento que ello originó. Globos, tarta, chuches, piñata... miraba con cierto recelo todo el alboroto y los preparativos. Y entonces, muy bajito, en secreto, me dijo:
- ¿Mamá, a que hoy también es mi cumple? - No hijita, hoy no es tu cumple... tu eres de febrero - le dije- ¿Pero a que lo podemos celebrar también?
Me quedé un ratito callada... y por un momento pensé en decirle que no. Que su cumple ya había pasado y que ya lo celebramos en su día. Pero entonces recordé la historia de mi cumpleaños inventado y como mi madre fabricó de la nada una fiesta en la que fui feliz.
- Claro que sí cariño. ¿Pero qué te parece mañana?- Vale!
Y entonces ella, muy feliz sacó de quién sabe donde, los platos, vasos y adornos que habían sobrado de su cumple celebrado en febrero. Y el domingo, con todos nosotros cantando el cumpleaños feliz, tuvo tarta, sopló las velas otra vez y pidió un deseo.
Cierro este post dando las gracias a Piojilla por esta lección. A veces hace falta que un niño nos recuerde que la felicidad está hecha de estas pequeñas cosas... te quiero mi amor.