Como desde
hace veintidós años, llegué al predio de la Sociedad Rural Argentina para
celebrar la fiesta del libro (o de los lectores, pues son ellos quienes la
animan y les dan vida a millones de letras impresas en papel).
Teniendo en
cuenta que año tras año los organizadores (este año Revista Ñ, Diario La Nación
y Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) intentan mejorar el evento y acercarlo
cada vez más a la forma que tienen las grandes ferias del mundo, ésta vez se hicieron
eco de las quejas de los asistentes que tenían que hacer larguísimas filas para
entrar y amplificaron los medios para conseguir las entradas.
Pero el resultado,
inesperadamente, no fue el buscado, ya que pese a haber habilitado la opción online o a través de Ticketeck, un considerable número de personas
debieron caminar lenta y pacientemente hasta llegar a la preciada boletería y
allí adquirir sus entradas (Yo por suerte me decidí por la compra online, así
que pude disfrutar un rato más con mis amigos en un bar cercano en vez de
mojarnos bajo la garúa que nos regaló el último sábado de abril).
El lema de
este año fue UN FUTURO CON LI BROS, parafraseando una realidad que admite dos
acepciones: la primera podría entenderse como la aseveración de que el futuro
está en los libros entendiendo a éstos como vectores de cultura, elemento
indispensable y necesario para el desarrollo de cualquier civilización. Y la
segunda, un poco más compleja, invita a analizar la lucha por seguir existiendo
del libro en papel en detrimento del avance apoteótico del texto digital y las
nuevas tecnologías (sobre las cuales un grupo de estudiosos en la materia catalogaron como no peligrosas y siguen dándole su voto de confianza y una larga vida al libro impreso).
LA FERIA DEL LIBRO ES LA FERIA DE LAS ARTES
Atravieso
la puerta de entrada y luego de pasar por un amplio pabellón plagado de stands
de las provincias argentinas (creo tener un déja-vu de la última FIT 2011) llego
hasta la manga con alfombra roja (que me produce otro déja-vu, el de los
aeropuertos) y allí comienzo a hacerme a la idea del viaje que voy a comenzar
en pocos minutos, cuando ingrese en los pabellones de colores y me sumerja en
ese agradabilísimo y esperado momento del encuentro con los miles de volúmenes
que pueblan la feria.
La
gigantesca letra Ñ anaranjada nos invita a hacernos unas fotos y así dejar
inmortalizado nuestro paso por la feria (lo cual me parece sensato, ya que la Ñ,
además de ser el símbolo de una revista literaria del cuestionado multimedio
Clarín es la letra que nos diferencia de las demás lenguas, que no la tienen).
Así es como luego de hacer varias tomas que quedan como fotos de amigos en un
viaje al extranjero, finalmente, nos introducimos en la vorágine que envuelve y
llena de vida al lugar.
En el
primer stand (casualmente de Clarín y Revista Ñ) veo una convocatoria que me
parece interesante: un espacio para que mientras los padres miran libros y
revistas, los chicos puedan pintar en unos bonitos bastidores rojos fabricados
para tal fin. Dos de los que están pintando garabatos son hermanos y uno de
ellos, que parece mayor, se aparta del papel e intenta divisar a su madre para
mostrarle la obra que acaba de hacer:
-
Mamá,
veniiiii… mirá… ¡hice un Kandinsky!
Acto seguido las promotoras (en realidad niñeras del lugar) se miran y suspiran ante la alta muestra de cultura que el pequeño hizo pública con total naturalidad. Mi amiga hace lo mismo y les pide a las promotoras que guarden el dibujo del chico, en una de esas, quién sabe, estábamos en presencia de un verdadero sucesor del alemán y no nos dimos cuenta.
Siguiendo el recorrido me encuentro con stands muy completos, con ideas originales, títulos recientemente editados y con muy buenas ofertas. En estas dos fotos (tanto la de arriba como la de abajo) las editoriales se jugaron por importantes descuentos y ofertas en muchos de sus textos. La Editorial Losada, por ejemplo, se jugó por una interesante mesa de clásicos de bolsillo, otra dedicada a textos teatrales (entre los que se pudo ver desde Chéjov, Wilde o Williams hasta los nacionales como Mauricio Kartún, Patricia Zangaro o Rafael Spregelburd) y una que provocaba el parxismo entre estudiantes de filosofía y psicología, ya que eran colecciones completas de esas disciplinas.
Editorial Longseller sorprendió con la colección completa Para Principiantes (una de las elegidas por los profesores de educación media y universitaria, ya que estructura y ordena los conceptos para comenzar luego un análisis posterior sobre un determinado autor o tema). Con un centenar de títulos editados y una decena a hacerlo próximamente, esta editorial acaparó la atención del público y tuvo, por momentos, largas filas para pagar y hacerse de los ejemplares.
Presidencia de la Nación realizó en el centro del pabellón principal, una videoinstalación que fué de lo más visitado en la feria. Plagada de televisores LED en varios tamaños, la esfera proyectaba diferentes imágenes alusivas a nuestra cultura nacional (fotos de próceres, momentos de la historia, discursos, films, palabras que encierran la idea de pertenencia al suelo y a la cultura argentina). Pero para sorpresa de los asistentes, de vez en cuando, los televisores proyectaban lomos de libros que transformaban a la gigantesca bola en una biblioteca circular. En su base, debajo de la escalinata que llevaba el público hacia arriba de la esfera, ubicaron pantallas gigantes que proyectaban imágenes de un documental realizado sobre el tema de la guerra de Malvinas.
Debajo de la esfera de libros, la Agencia Télam ubicó un stand dedicado a difundir la labor de la agencia. Muchos se congregaron allí ya que se proyectaban algunos videos con los hechos más destacados en la historia del periodismo nacional.
Las Cámaras de Comercio y de Libreros de algunos países también dijeron presente y encontraron en la feria un espacio para difundir no sólo sus libros, sino también, la cultura de muchos de ellos. Entre los asistentes estuvieron Japón, Corea, Italia, España, El Vaticano (en la voz de Ediciones Paulinas y Claretiana), India (con la presencia del stand de la Fundación Hastinapura), Israel, Armenia, Paraguay, Alemania. En algunos, además de libros se pudo ver muestras de arte, tales como el de Corea que expuso vestimentas típicas, pinturas y hasta discos de música nativa.
Sin lugar a dudas, Eduardo Galeano fué el personaje clave de esta entrega 2012 en la Feria del Libro. Aclamado por ciento de personas que asistieron a la conferencia que dió en el nuevo salón de conferencias inaugurado este año, el autor uruguayo obtuvo la máxima muestra de reconocimiento en medio de la presentación de su nuevo libro LOS HIJOS DE LOS DÍAS. Editorial Siglo XX dedicó una mesa especialmente a la obra de Galeano (recientemente compilada y re-editada) que hizo furor entre los asistentes.
El arte también tuvo espacio en esta feria 2012. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, para fomentar un plan de reciclamiento y generar conciencia entre los más pequeños, expuso esta escultura de un colorido pez gigante, realizado totalmente con botellas de agua mineral y pintado con pinturas no tóxicas. Junto a la esfera de libros de Presidencia de la Nación, este pez fué sin dudas el objeto más fotografiado, fuera de los libros, que fueron los verdaderos anfitriones de la fiesta.