Revista Cultura y Ocio

Fernando III el Santo

Por Manu Perez @revistadehisto

Fernando III, El Santo (1199-1252). Muerto Enrique I de Castilla en 1217, único hijo varón de Alfonso VIII, heredó el Trono Berenguela, que venía ejerciendo la Regencia durante el efímero reinado de su hermano Enrique I. En Valladolid tuvo lugar la coronación de Berenguela, quien, en la misma ceremonia abdicó de la Corona, cediéndola a su hijo Fernando, habido de su matrimonio con Alfonso IX de León. Fernando, que reinó como el II de Castilla y más tarde con el ordinal III de Castilla y León unificados, fue proclamado Rey de Castilla en julio de 1217, a los 18 años de edad. Alfonso IX, convencido por los Lara de que sus derechos al Trono eran tan válidos como los de su hijo, penetró en Castilla y se dirigió a Burgos, pero los castellanos no estaban dispuestos a dejarse invadir. A las puertas de Burgos le esperaban Fernando, Berenguela y un grupo de nobles con sus hombres de armas. Ante esta oposición inesperada, Alfonso IX prefirió retirarse y firmar una tregua con su hijo, refrendada en Toro el 26 de agosto de 1218.

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Fernando III el Santo

El califa almohade, Yusuf II, moría en 1224, quedando sin efecto el tratado de paz que con él firmó Berenguela. Fernando II se preparó para reanudar las hostilidades contra Al-Ándalus. Buscando el acceso hacia el valle del Guadalquivir, sitió Mérida. Ibn Hud, el nuevo califa del descompuesto imperio almohade, intentó detenerlo, pero fue derrotado en Alange (Badajoz), y Mérida cayó en poder de Fernando II.

La muerte de Alfonso IX de León en 1230, obligó a Fernando II a levantar el cerco de Jaén y regresar con toda rapidez para intentar solucionar el problema que planteó el testamento de su padre. Alfonso IX, que temía la asfixia de su Reino entre Portugal y Castilla, no deseaba que su hijo le sucediera. En consecuencia, en 1219 firmó con Alfonso II de Portugal le tregua de Boronal, en la que se perfilaba ya lo que sería su testamento. En efecto, Alfonso IX dejaba por herederas del Reino de León a Sancha y a Dulce, fruto de su primer matrimonio con Teresa de Portugal. La prudencia y el tacto de Teresa y Berenguela, que ambas fueron esposas de Alfonso IX, evitó la guerra. Por el tratado de Valença (Portugal), el Monarca castellano accedía al Trono de León a cambio de grandes indemnizaciones a Sancha y Dulce. En 1230, Castilla y León quedaron definitivamente unidas, y a partir de ese año Fernando llevaría el ordinal de III. Al año siguiente se entrevistó con Sancho II de Portugal, donde ratificaron su amistad y las fronteras de ambos Reinos.

Una vez asentadas las fronteras con Portugal, desaparecieron las luchas fronterizas que enfrentaron a portugueses y leoneses. Entre 1234 y 1236 se fueron formando las taifas almohades, desorden que aprovechó el ya Fernando III para ir ocupando plazas: Baeza, Trujillo, Montiel, Alange… El camino hacia Sevilla quedaba despejado, pero un acontecimiento inesperado variaría los planes del Monarca. En enero de 1236 la llegó la confusa noticia de que los cristianos cordobeses se habían hecho fuertes en el populoso barrio de la Ajarquía y que resistían la acometida de los musulmanes. Fernando III, consciente de la oportunidad que se le ofrecía, se dirigió a Córdoba con un Ejército. El siete de febrero inició el asedio a la ciudad. El 29 de junio, sin apenas luchar, se rindió Córdoba al recibir la noticia de que Ibn Hud no pensaba socorrerla. Poco después, Ibn Hud fue asesinado por uno de sus Ministros. La capital del extinguido califato era ya cristiana y Fernando III ordenó que fueran devueltas a Santiago de Compostela las campanas de la Catedral que Almanzor capturó, consagrando la gran mezquita al culto cristiano. Después de pactar una tregua con el Rey musulmán de Jaén, regresó a Toledo. En 1240, Fernando III se encontraba nuevamente en Córdoba continuando las acciones bélicas y ocupando nuevas plazas.

La rebeldía de Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, obligó a Fernando III a regresar a Castilla. López de Haro, a quien el Rey había otorgado el cargo de Alférez del Reino, se mostraba descontento por la dote asignada a la esposa del Monarca, Beatriz de Suabia, y exigía la fueran donadas ciertas tierras. López de Haro se sublevó en 1242 contra el Monarca: éste tuvo que negociar con el rebelde, que aceptó sin problemas la solución pacífica que Fernando le propuso. Fernando III tuvo que retrasar sus planes de conquista al caer, en 1243, enfermo en Burgos. Su hijo Alfonso, que tenía 22 años, se hizo cargo de la ocupación de Burgos, que, en 1243, se rindió sin lucha. Sólo Cartagena, Lorca y Mula ofrecieron resistencia, pero al año siguiente, esas plazas capitularon.

La conquista de Murcia, así como la de Valencia por Jaime I el Conquistador, produjeron roces fronterizos entre castellanos y aragoneses. Para evitar nuevas confrontaciones, en 1244, ambos Reinos firmaron el tratado de Almizra (Alicante), por el que se fijaban las respectivas fronteras.

Repuesto de su enfermedad, Fernando III se dirigió a Córdoba, poniendo cerco a Jaén en diciembre de 1246. Jaén pertenecía a Alhamar Muhammad, Rey de Granada, quien, consciente de la imposibilidad de defender la ciudad, la entregó a Fernando III. Muhammad, además de entregar la ciudad vacía, se comprometió a pagar a Castilla un tributo anual de 150.000 maravedís y, con tal de salvar su Reino granadino, prometió ayudar con su Ejército en la conquista de las ciudades musulmanes que no estuvieran bajo el dominio de Fernando III. Desde ese momento, y hasta 1492, los Reyes nazaríes de Granada fueron tributarios de Castilla, razón que explica el escaso interés de los Monarcas castellanos por ocupar el último reducto árabe.

Fernando III regresó a Córdoba para preparar la conquista de Sevilla. El Soberano dividió su Ejército en tres cuerpos, al tiempo que cursaba órdenes para que la flota cántabra, al mando de Ramón Bonifaz[1], pusiera rumbo a la desembocadura del Guadalquivir. En 1246, tras la toma de Alcalá de Guadaira, Lora y Alcalá del Río, los castellanos estaban a las afueras de Sevilla. Una flota musulmana intentó cortar el paso a la de Ramón Bonifaz, pero sin éxito, por lo que Bonifaz pudo remontar el Guadalquivir y romper con sus naves el puente de barcas, reforzado con cadenas de hierro, que mantenía la comunicación entre las dos orillas del río, gracias a lo cual Fernando III pudo ordenar el ataque al castillo de Triana, que quedó incomunicado del resto de la ciudad. La defensa de Sevilla era ya imposible, y los musulmanes negociaron su rendición. El 22 de diciembre de 1248, el Monarca entró triunfalmente en Sevilla. Su gran sueño se vio coronado por el éxito. Por otra parte, las conquistas llevadas a cabo por Fernando III rompieron el equilibrio a favor de Castilla, que, territorial y demográficamente, era superior al resto de los Reinos peninsulares. Esta rápida expansión territorial dio lugar a un fortalecimiento de la clase nobiliaria, que se veía beneficiada por las especiales medidas de repoblación aplicadas en Andalucía y Extremadura.

La salud de Fernando III ya estaba muy resentida, pero los últimos cuatro los pasó en Andalucía prosiguiendo las conquistas de nuevas plazas: Jerez, Medina Sidonia, Arcos, Rota… y, finalmente Cádiz. Cuando preparaba una expedición contra Marruecos, le llegó la muerte en mayo de 1252, siendo enterrado en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla. En 1671, el Papa Clemente X lo elevó a los altares por sus cualidades humanas, su genuina piedad y su respeto a la moral cristiana. Por esta razón, la historia le ha añadido el sobrenombre de el Santo.

En política interior destacó por su labor legislativa. Mandó traducir el Fuero Juzgo[2] al castellano e inició la complicación de un código de leyes que terminaría brillantemente su hijo Alfonso X el Sabio. Bajo su reinado se iniciaron las obras de las Catedrales de Burgos y Toledo. Favoreció con exenciones y privilegios a la Universidad de Salamanca y construyó una atarazana en Sevilla.

Fernando III tuvo una larga descendencia de los dos matrimonios que contrajo. El 27 de noviembre de 1219, celebró el primero con Beatriz de Suabia, hija de Felipe, conde de Suabia y Emperador electo del Sacro Imperio Romano. De este enlace tuvo a Alfonso, que heredó la Corona; Fadrique; Fernando; Enrique; Sancho; Manuel; Leonor; Berenguela y María. Se casó en segundas nupcias con Juana de Ponthieu, bisnieta de Luis VII de Francia. Con este matrimonio inició Fernando III una aproximación a Francia, quizá con la intención de mitigar el desconcierto que produjo en su primo, San Luis IX de Francia, la contestación que recibió de él cuando éste le propuso participar en las cruzadas: “No faltan musulmanes en mi tierra”. De Juana de Ponthieu le nacieron tres hijos: Fernando; Leonor y Luis.

Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es

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Bibliografía

RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.

[1] Ramón de Bonifaz y Camargo fue un noble, marino y militar castellano, “rico hombre de Castilla”, “sabidor de las cosas de mar”, primer Almirante de Castilla y creador de la Marina Real de Castilla.

[2] El Fuero Juzgo es la traducción romance del Liber Iudiciorum o Lex gothica, código legal visigodo promulgado primero por Recesvinto en el año 654 y posteriormente, en una versión completada, por Ervigio.

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