Fernando Rielo: Fundador de los Misioneros y Misioneras Identes
de Isabel Orellana Vilches , 268 páginas, Desclée De Brouwer; Edición: 1 (8 Bilbao, 2009)Me la he leído casi de un tirón. Causa estupor la desbordante vida del protagonista -tan humana y divina a un tiempo como la de Santa Teresa-, tan bien captada, explicada y compartida por una de sus hijas espirituales, maestra en el arte de la biografía.
Esta biografía muestra la intensa espiritualidad de Fernando Rielo, Fundador de los Misioneros Identes. Promotor de distintas fundaciones culturales y humanitarias, buscó todas las vías posibles para llevar el Evangelio a todas las gentes. Fue pensador y poeta. Tuvo tres grandes pasiones: el Padre Celestial, la Iglesia y sus hijos identes. Los distintos capítulos de esta biografía, primera que se ofrece al público, muestran los destellos de una existencia larga, de gran intensidad y riqueza, marcada por el dolor. Muchos aspectos simplemente han quedado esbozados. Otros, la mayor parte, han debido permanecer todavía inéditos. Nada de ello empaña el relato de la sucinta trayectoria vital expuesta aquí. Los rasgos del hombre que ama, que sufre, que piensa y escribe, que alienta a toda criatura que encuentra a su paso a seguir a Cristo, revelan que estamos ante en una de las vidas más apasionantes y fecundas de nuestro tiempo.¡Cuán grave es el deber que tenemos de testificar nuestra conversión al mundo! ¡Cuán grave es este deber! Esto es lo que quiere decir Jesucristo con aquello de que la luz no se puede ocultar debajo de un celemín. Esta confesión no distingue materia pequeña ni grande. Todavía más. El que no es fiel en testificar su conversión en cosas pequeñas ¿lo será, acaso, con las grandes? Estos sentimientos expuestos por Fernando Rielo al Papa Pablo VI, en una de sus numerosas cartas, rubrican su sentir y vivir. En el eje vertebral de su larga e intensa vida, dedicada a la Santísima Trinidad, a la Iglesia y a sus hijos identes, estuvo presente en todo momento la urgencia evangélica. Encarnó en sí mismo el lema del Instituto religioso fundado por él, Cree y Espera, en una fecunda existencia marcada por el anhelo de hacer todo el bien posible a cualquier ser humano, fiel al precepto de la caridad otorgado por Cristo.