Fernando Urdiales.Todas las imágenes pertenecen a Teatro Corsario,y han sido sacadas de su portal web.
Fernando Urdiales fundó hace casi treinta años el conocido Teatro Corsario, tristemente falleció en fechas recientes y por este motivo se le ha dedicado la última edición de Olmedo Clásico. Allí se dieron cita directores, actores, estudiosos y amigos del citado Urdiales que hablaron sobre él, su trabajo y su obra.
Este texto se ha conformado con las anécdotas, opiniones y recuerdos que los ponentes de las jornadas vertieron sobre este hombre, en ningún momento aporto ningún comentario u opinión personal.
Un pirata que se convirtió en Corsario.
Para crear cultura se precisa continuidad y el cambio para la misma, y sin duda el Teatro Corsario es un claro ejemplo de ello, en una fusión en la que se combina la creación y el creador de una forma indisoluble, al menos así es desde la perspectiva del espectador que en su butaca contempla la obra.
Fernando Urdiales procede del activismo radical, representante del ala enloquecida del movimiento comunista, jugando en sus comienzos con la vanguardia antirealista (rompiendo la cuarta pared para asaltar al espectador) y las ideas de Stalisnavski con la pretensión de incorporarlo al teatro marginal y cultista.Su trabajo ponía énfasis en el grupo y con cierta desconfianza en los academicistas, que no lograban acertar con las inquietudes que ya empiezan a asomar durante la transición, debían crearse nuevos modelos y se partía de cero en esta tarea. Puede decirse que los Corsarios padecían del anti-teatro, llegando a insultar al público con su “Insultos al público” pero su enfoque fue cambiando y también sus intenciones y es que “no escribe el que escribe versos que nadie lee”.
Lograron crear un diálogo con el pequeño público, hay que conseguir comunicarse con los asistentes, con todos ellos y no solo una pequeña parte de los mismos. Los espectadores deben conquistarse con cada obra, teniendo como consecuencia que responda a las inquietudes que se le plantean.
Representación de "La vida es sueño"
Sobre las obras.
Con “Sobre ruedas” (homenaje a Lope de Rueda) empezó el camino para conquistar al público mayoritario, que llegó a su momento cumbre con “Pasión”, un espectáculo que representaba la historia de Cristo y que funcionaba mejor en la resonancia de las iglesias o en la calle que en los propios teatros. Alcanzaron un teatro que mezclaba la crueldad con el masoquismo y la muerte, llegando a representar la obra en Santiago de Compostela ante el propio Papa, lo que posteriormente fue considerado por Urdiales como un error.
Se empiezan a marcar las que serán sus características habituales: inclinación a la violencia, supranaturalidad de situaciones extremas, el dolor humano, las víctimas y los victimarios, teniendo un gran cuidado con la luz y sonido además de (por supuesto) en el vestuario y el maquillaje.
En “El gran teatro del mundo” se establecieron de la forma en que los conocemos, llegando así al encuentro con Calderón de la Barca, que bien podría ser considerada el alma gemela de la compañía, algo que queda patente con “Amar después de la muerte” y en ”La vida es sueño”, que fue un montaje expresionista, una fábula que recoge una pesadilla.
“El mayor hechizo, amor” juega con la pirueta y el metalenguaje, pensada en principio para grandes medios pero ellos pasaron la prueba de forma excelente. En “Coplas por la muerte” llegan a la representación final de las inquietudes de la vida y la muerte, con una poética deforme y una recreación adecuada con frases tanto de la Edad Media como de la Alemania de la guerra.
Jesús Peña interpretando, precisamente, a Jesús en "La Pasión"
El Calderón Corsario.
En ”La vida es sueño” se puede relacionar el trabajo de Urdiales con el expresionismo alemán, en una casi obligada referencia a "El gabinete del doctor Caligari". Aquí el grotesco no es solo un hecho físico, la actuación (quizá sobreactuación) es también necesaria en la representación de los personajes, y es que no se buscaba una reproducción exacta de la vida, se pretende romper con la naturaleza y jugar con un mundo extraño al cotidiano.
Se llega a alterar el final en “Amar después de la muerte” respecto de la obra original, llegando así a la polémica de si se puede modificar un texto o ha de respetarse tal cual el manuscrito: ¿en qué punto está la traición? Al autor hay que ponerle en escena sin romper nada, pero en ocasiones se hace aunque hay que evitar el usar un texto que no es tuyo para modificarlo hasta que exprese lo que deseas.
“El mayor hechizo, amor” surgió por encargo del Teatro Calderón de Valladolid en la celebración del centésimo cuarto aniversario del nacimiento del dramaturgo. Aquí el cambio viene en el propio título y es que, en palabras de Fernando Urdiales, “Encanto es una palabra devaluada (…) no aclara al espectador actual”. Igualmente, igual que en la que hemos nombrado anteriormente, el final es otro pero se saca de tres obras del mismo autor, para lograr una mayor fidelidad a la idea.
En esta obra se requería una gran artificiosidad, de la que no podía depender el grupo, pero Urdiales lo solucionó con formas sencillas usando elementos de atrezzo simbólicos que ayudan a situar el espacio, además de la fabricación de títeres de distintos tamaños (algo que explotarán en profundidad en “La maldición de Poe” y “Aullidos”), entre los que destaca el gigante Brutamonte que en la versión Corsario es solamente el rostro del personaje.
Esta ha sido una breve historia sobre el Teatro Corsario y su creador, a través de los recuerdos de los ponentes de Olmedo Clásico, una aventura que todavía no ha terminado y que en palabras de Jesús Peña, intérprete de Cristo en “La Pasión”, “Ya no tenemos que empezar de cero, quizá renacer una vez más de nuestras cenizas”.
Jesús Peña, actor.