Revista Opinión

Fernando VII el lubricado. Retrato fatídico

Publicado el 20 enero 2015 por Icaro @ateneo

Fernando VII se casó cuatro veces, tres de sus mujeres murieron de forma temprana, tantas como Felipe II. Seguramente es uno de los peores reyes de la historia de nuestro país -superado por su padre, Carlos IV, Calzonazos I de España que dejó las manos del reino en el amante de su mujer-  pero en vida fue llamado el “El Deseado” y cosas mejores que me cayo por sonrojo para no ridiculizar más al pueblo español. Lo cierto es que vuestro héroe  tuvo una gran fortuna en sus relaciones sexuales. Era feo como cualquier Borbón, estúpido, tremendamente egoísta y especialmente astuto; a fin de cuentas era un hijo de puta -de reina puta, quiero decir-.

Fernando tenía un gran miembro, una polla descomunal, para entendernos, macrosomía genital, lo llamáis ahora, cosas que tiene el casarse entre primos.  Durante su juventud tuvo algunos problemas para poder joder, pero una vez que conoció el arte de saber lubricarse se convirtió en un amante sobresaliente. No estoy mintiendo, soy una de sus muchas amantes y os habló desde aquellos años. Pongamos que me llamo E.  y pongamos que soy una condesa o quizás una nodriza (sí, seguramente sería una nodriza) que ha mantenido, que mantiene, relaciones con el actual rey de España cuando el lo pide. Fernando VII, al que se podría llamar Fernando XXI por el tamaño de su cipote que es feo, tierno y peludo, con el pueblo español es un cabrón, pero casi toda la realeza lo es, diré más, casi todo el pueblo español es un cabrón con su vecino….así pues, Fernando es un cabrón al igual que la mayoría de sus compatriotas.

Claro, claro, luego está la otra versión:  yo no soy más que una cortesana, amante de un rey tirano y cobarde. Por culpa de tanta tiranía los españoles viven en la mayor de la incultura, demasiado terrateniente, demasiada religión catodica (perdón , perdón eso es otro cuento, es vuestro cuento), demasiada inquisición, demasiada tortura, demasiado derecho de pernada, demasiados demasiados y así mis compatriotas nacen pobres de espíritu en un país tan soleado como mezquino.

¿Dónde está el relato? Aquí, amigos, os estoy contando mis pensamientos mientras espero a vuestro antiguo rey y tatarabuelo (o algo peor) de alguien muy conocido por vosotros. ¿Sois un pueblo estúpido? No lo sé, recordad que existen dos versiones, pero francamente, me inclino y… el rey me encula. Eso es todo, así de sencillo, mientras me encula, pienso en todo esto, mientras me jode por detrás no dejo de pensar en su cipote. Aun estando en estado de reposo es descomunal. Su cara es fea, sus ademanes cariñosos, sus ideas estúpidamente cobardes, pero tremendamente efectivas. Sabe joder el muy cabrón. Pero no pierdo el hilo, mientras me encula pienso en vosotros, pienso en mí (alguna veces no pienso en nada, lo reconozco).

Algo debe tener la maldad, pero siempre triunfa. Quizás el problema sea precisamente ese, el mundo no se puede dividir en buenos y malos, el bien y el mal. El mundo no debe dividirse en buenos y malos, la moral no debe existir, el hombre debe ser libre y dejar de joder al prójimo. Ahora Fernando me ha dado la vuelta, supongo que habréis visto cuadros de él, es feo, y ciertamente estúpido, pero su estupidez lo hace parecer inofensivo y cuando te quieres dar cuenta te la mete y no te mete cualquier cosa, un escritor de la época que conoció a Fernando describió así el miembro viril del violador: describe el miembro viril del rey de esta forma “tan gordo como el puño en su extremidad. A ello hay que unirle una gran largura de su miembro”. Disculpad vuestras mercedes pero he dicho violación y antañazo no existía la violación, especialmente en la nobleza y no digamos en la realeza. Simplemente te ordenaban  y mandaban y tu tragabas o te cagabas. Sí, sí, así se salvó de ser continuamente perforada la tercera esposa de Fernando, María Josefa Amalia de Sajonia que tenía dieciseis años en la noche de bodas con Fernando y al ver entrar a un gordo seboso con un pene descomunal en sus aposentos tuvo problemas digestivos y cuando el Rey a su primer esfuerzo para abrir una puerta, abrióse con toda la naturalidad la de al lado y manchó las sábanas con un olor muy distinto al que se espera después de una noche de bodas. Olor espantoso, pues las Reinas no gozan de las mismas propiedades que la algalia. 

¿El secreto de tanto encanto? Bueno, por una parte el alma humana es así, se apiada de los estúpidos y baja los brazos. Pero realmente Fernando además de tener el cipote enorme cuenta con ayuda secular. A ver como os lo explico. Imaginad lo siguiente, él entra en mis aposentos totalmente desnudo, simplemente me quiere joder y para eso, necesita estar lubricado, “alguien o algo” debe conseguir que ese trasto enorme pueda entrar en mi triste vagina. El lubricante, en sentido figurado, puede ser la religión o incluso cierto tiempo de cultura, quizás toda la cultura, a Fernando le encanta la cultura: los toros y esas coas. Evidentemente… ya sé que estáis pensando: en caso de no tener lubricante al rey se la debes mamar, pero en el fondo ¿no es lo mismo?

Esperad, que ahora me está besando, eso es que quiere correrse.

Bien, ya tenemos a casi todos, el Estado es él (anda, mira, como se nota que vivo bajo los influjos de la época, me ha salido un casi plagio). El estado es estúpido y cruel, Fernando es estúpido y la mayoría de la nobleza también, pero el garrote y el  garrote vil lo tienen ellos, es largo y duro y debes….ya sabes…. felacionarte con ellos. ¿No quieres? No te preocupes, quizás tú no tragues del todo, pero ya pillarán a tus hijos y la religión y la escuela harán el resto. Yo evidentemente sé quien soy: para unos una puta, para otros una mujer, para otros el pueblo. Soy de todo un poco.

Ya está, se ha corrido.Mañana más.

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