Desde que en mi adolescencia me enganché a la serie “Corrupción en Miami” he seguido con enorme interés la trayectoria de Michael Mann. Su tránsito de la televisión al cine resultó brillante. “Hunter”, la primera aparición en la pantalla grande del Doctor Hannibal Lecter, interpretado por Brian Cox, me agradó. Posteriormente, concatenó una serie de películas, algunas sublimes, que lo encumbraron como cineasta de culto. “El último mohicano”, “Heat”, “El dilema (The Insider)”, “Alí”, “Collateral”, la propia versión cinematográfica de “Corrupción en Miami” o “Enemigos públicos” reflejan una carrera versátil, honesta y rigurosa. Pocos profesionales ruedan las secuencias nocturnas como él y, en general, su forma de contar las historias, narrar visualmente y presentar y tratar a los personajes me gustan sobremanera. Se trata, sin duda, de uno de mis directores y productores preferidos. Ahora mismo acaba de estrenar la segunda temporada de otra serie para HBO que lleva su firma (“Tokio Vice”) y su último largometraje “Ferrari”, por lo que me he dispuesto rápidamente a su visionado.
No obstante, considero que “Ferrari” se sitúa varios peldaños por debajo de las principales obras de Mann. Obviamente, no deja de ser una cinta cuidada, formalmente impecable, con una producción técnica precisa y unas interpretaciones destacadas. Sin embargo, le falta el alma, la intensidad y el brío de sus otros filmes. Esperaba más y mi regusto a decepción no desapareció tras la proyección. En el fondo, los contratiempos y las extravagancias del fundador de la popular marca italiana no me terminan de atraer, tal y como me sucedió con “La casa Gucci”, de Ridley Scott, similar repaso a las crisis de unos millonarios que observé con distancia e indiferencia y que también afectó a mi valoración sobre la propuesta.
La acción se desarrolla en la década de los cincuenta. Enzo Ferrari, expiloto y fundador de su empresa, tiene problemas. La quiebra acecha a su negocio y afecta a su familia. Como las dificultades no suelen presentarse solas, su matrimonio empieza asimismo a desmoronarse y uno de sus hijos fallece. En esta crucial etapa, el empresario tomará varias decisiones arriesgadas, apostando su futuro a una única carrera que atraviesa 1.000 millas a lo largo de toda Italia: “la Mille Miglia”.
Reconozco estar acostumbrado a un estilo de Mann donde el ritmo, la tensión y los diálogos se elevan sobre cualquier otro recurso convencional de rodaje. “Ferrari”, por el contrario, se arrastra sobre sus más de dos horas de duración, transmitiendo cierta desgana a los espectadores. Si se pretendía repasar en imágenes la vida real de un hombre tan vinculado a la velocidad, no se debería recurrir a un utilitario con tan pocos caballos. El envoltorio luce atrayente e, incluso por momentos, el colorido se vuelve llamativo, pero el conjunto adolece de un punto de riesgo y audacia. El hecho de poseer una trayectoria artística tan admirable acarrea unas expectativas muy altas que detectan cualquier trabajo por debajo de ese nivel.
El magnífico equipo interpretativo sí constituye una de las fortalezas de este título. El excelente actor Adam Driver ya ha demostrado sobradamente su valía, tal y como acredita una filmografía envidiable. Nominado a dos Oscars por sus actuaciones en “Historia de un matrimonio” e “Infiltrado en el KKKlan”, ha realizado asimismo relevantes intervenciones en “The Report” y “Paterson”, y puede presumir de figurar en los créditos de “Lincoln”, de Steven Spielberg, “Silencio”, de Martin Scorsese o la última trilogía de “Star Wars”. Aquí despliega un meticuloso esfuerzo.
Le acompaña Penélope Cruz, ganadora de una estatuilla de Hollywood por su papel en “Vicky Cristina Barcelona” y nominada por “Volver”, Nine” y “Madres paralelas”. Sobresale dando vida a Laura Ferrari. Su tesón y carácter quedan patentes en las imágenes y constituye una aportación muy meritoria. A Shailene Woodley, por su parte, la hemos visto en “El mauritano”, “Los descendientes” y la saga “Divergente”. En esta ocasión, progresa adecuadamente.
Entre los secundarios se encuentran Giuseppe Bonifati (“Todo el dinero del mundo”) y Valentina Bellè (“El amor en su lugar”).