Revista Cultura y Ocio

Festival Bayreuth en el Gran Teatre del Liceu

Por Mei @gtltornt

Después de cinco funciones seguidas, salvo un día de descanso, he tenido que dejar tiempo para asimilar lo vivido en el teatro.

Hablar sobre las excelencias del coro y orquesta del Festival de Bayreuth me parece un poco trillado por ser una verdad incontestable, todo el mundo, incluso el más lego en la materia, nota. Su dominio y conjunción, tanto de la orquesta como del coro,son asombrosos. Más si se tiene en cuenta la variada procedencia de sus integrantes. Tiene mucho mérito el trabajo que se realiza en los ensayos desde mediados de Junio, cuando empiezan los ensayos, hasta el día de la primera función del Festival el 25 de Julio.

Sebastian Weigle, a pesar de no haber dirigido la orquesta ni en El holandés errante ni en Lohengrin en Bayreuth, supo adecuar la dirección de la orquesta  a la acústica del Liceu. Sin embargo Peter Schneider, que sí dirigió Tristán e Isolda en el Festival, no adecuó, a mi parecer, la orquesta a la acústica del Liceu. Si a esto le añadimos una dirección un tanto anodina el resultado es un Tristán e Isolda menos brillante que las anteriores funciones, a pesar de contar con la misma orquesta.

Para mí la mejor función fue el segundo Lohengrin donde brilló con luz propia Klaus Florian Vogt. El resto del elenco vocal estuvo a un nivel inferior. Disfrutamos de momentos muy brillantes gracias a la orquesta y el coro.

Algo parecido ocurrió con El holandés errante. Destacable fue la Senta de Ricarda Merbeth, que quizá hubiera sido más adecuada interpretando a Elsa en Lohengrin en lugar de Annette Dasch.

El Tristán e Isolde, como ya he comentado más arriba resultó un tanto anodino y con la orquesta un poco pasada de volumen. Esto perjudicó notablemente el canto de Robert Dean Smith como Tristán. Irene Théorin, como Isolda, poseedora de una voz voz bastante grande no sufrió con el volumen de orquesta pero no me acabó de convencer.

Franz-Josef Selig, como rey Marke, substituyendo al inicialmente previsto Robert Holl, nos ofreció los momentos más bellos con un canto noble, rotundo y emotivo.

Al final de todas las funciones grandes ovaciones para todos. El público, sabio, siempre distinguió entre los cantantes y orquesta y coro premiando a estos últimos pro encima de los primeros.

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