Empieza el cuarto día de Sitges en el que podremos ver algún largometraje esperado y, sobre todo, algo que no solemos ver habitualmente, una sesión de cortometrajes de animación, formato siempre infravalorado y que es puro cine, con su dificultad extra para poder encandilar en pocos minutos.
Cortos Animación
La primera sesión de cortos de la sección Anima’t, nos trae en primer lugar su propuesta nacional: Candela de Marc Riba y Anna Solanas. El breve cortometraje catalán deja con un buen sabor de boca con su cuidada animación de marionetas de estética lúgubre contándonos una pequeña historia, sin demasiadas pretensiones y con un final sombrío, sorprendente pese a no convencerme demasiado. En segundo lugar, Empty Places de Geoffroy de Crécy es mi corto favorito de la sesión. Una genial animación 2D nos pone un espejo delante, imaginando como sería el mundo si desapareciéramos y las máquinas siguieran funcionando. Triste y terrible en el contexto actual.
Paracusia de la sueca Carolina Sandvick vuelve a las marionetas para constituir un corto de terror algo experimental, demasiado centrado en la estética, descuidando su fondo y convirtiéndose en largo y pesado. Muchísimo más bello es el corto holandés Pilar, que tiene una impresionante animación basada en pinturas animadas y nos cuenta una fábula animalista efectiva aunque no demasiado destacable. Un hito estético.
Llegamos a Red Rover de Astrid Goldsmith, la merecida ganadora de la sección este año. Con un “stop motion” muy cuidado nos transporta a la tierna historia de unos marcianos que se enfrentan a las amenazadoras criaturas que hay en su planeta. No entré demasiado en la belga Carrousel de Jasmine Elsen, con un estilo peculiar de animación 2d, pero tan sesuda y pretenciosa y con demasiados conceptos por transmitir, que se queda a medias.
Un Coeur D’Or de Simon Fillot me estaba gustando mucho, con su estética melancólica y tenebrosa en el “stop motion”, pero las implicaciones morales en el enfoque de esta historia me parecen desacertadas. Al ver el corto te das cuenta que, o han definido mal a los personajes, o han definido mal su temática, o directamente es infame. Convertir a la madre en la villana de esta historia sobre la pobreza es algo que es demasiado macabro hasta para Sitges.
Por último, Average Happiness, de Maja Gehrig es un corto suizo que propone una animación 2d basada en gráficos y datos, elemento nada visto y de una frescura formal muy interesante. Lo mejor es que tampoco está desprovisto de fondo.
The Owners
Este año pocas películas ha habido en Sitges de un terror sin aspiraciones autorales, y, The Owners, rellena ese hueco que falta, con un “home invasion” que sigue unos parámetros bastante comunes y que no consigue su objetivo de impactar ni sorprender.
Inglaterra rural, principios de los noventa: los amigos de la infancia Nathan y Terry son inducidos por el sociópata local para robar a los Huggins, un médico anciano y su esposa. La novia de Nathan, Mary (Maisie Williams), está totalmente en contra del plan, pero al cabo de unas horas se encuentra en el caserón, al lado de la caja fuerte del sótano y de una panda de individuos, cada cual más sospechoso.
La premisa es sin duda la parte más interesante de la ópera prima de Julius Berg, muy curtido en series de televisión. Los protagonistas de la película son los que entran en la casa a robar, siendo esto un “mcguffin” en el que la situación acaba convirtiendo estos inofensivos ancianos en unos dementes de primera categoría. Maisie Williams cumple con los matices de su personaje y Sylvester McCoy y Rita Tushingham destacan en este tenebroso juego sobre el castigo y el pecado.
No obstante, el tono exagerado y caricaturesco de las actuaciones a veces no genera ese mal rollo que pretende generar y el guión se va desinflando a medida que avanza el filme, transitando además por los mecanismos habituales. The Owners no impresiona y se queda en lo ya visto, sin ahondar demasiado ni en terror físico ni en el terror psicológico, ni tampoco en esa idea que parece rondar por la película sobre el relevo generacional. Además, no destaca demasiado la dirección, que imita un estilo muy concreto pero que no se incorpora dentro del arco dramático de los personajes, ni de las ideas principales de la historia de una forma orgánica.
La ópera prima de Julius Berg desperdicia sus buenas ideas y su consistente reparto convirtiéndose en una película algo mediocre, probablemente no aburrida, pero sí de consumo rápido y perdurabilidad reducida.
Crónica escrita por Jaume Maneja