Viernes 11 de marzo, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo: Abono 8 OSPA, Jaime Martín (director). Obras de Dvorak y Bartók.Tras "nuestra" escapada bilbaína la OSPA y manteniendo colocación como en el Euskalduna, volvía a su sede ovetense con un director español en constante crecimiento, Jaime Martín (Santander, 1965), actual titular de la Orquesta de Cadaqués, quien en una entrevista al diario La Nueva España (la dejo casi íntegra al final, en su versión papel) decía: "Una orquesta es un festival de talento" y quiero tomar este titular también para mi entrada del blog.
Todas las virtudes que llevo tiempo destacando de la orquesta asturiana, este octavo de abono se han multiplicado porque al fin la batuta cántabra dio la necesaria seguridad, confianza, serenidad, ilusión por el trabajo bien hecho y sobre todo una honestidad con las obras elegidas que los músicos transmiten.
Las Danzas eslavas, op. 46 (1878) de A. Dvorak (1841-1904) suelen interpretarse sueltas y no en su totalidad como pudimos disfrutarlas este viernes, ni en versión original para piano a cuatro manos ni la orquestal, algo que parte del público no pareció enterarse aplaudiendo indebidamente y haciendo romperse el hechizo de la continuidad de ocho danzas en distintas tonalidades, ritmos y tiempos con un empuje contagioso lógico en una música de baile con inspiración folklórica pero a base de melodías propias que no tienen porqué ser herederas de las húngaras de Brahms. Maravillosa cada sección orquestal y cada intervención solista, dinámicas amplias perfectamente marcadas por el director santanderino, intensidades graduadas para deleite de todos, difícil quedarme con alguna aunque por comparar (aunque sea odioso) con la escuchada el pasado 24 de febrero la "Furiant" Danza nº 1 en Do mayor "Presto" hoy tuvo todo lo que entonces faltó: agilidad, bailable, empuje rítmico y claridad en las melodías, al igual que la última, tal vez la más conocida de todas. Estado de gracia para toda la orquesta y entendimiento total con el podio, plenitud para una integral que pone a prueba formaciones y batutas.
Aún más complejo de interpretar y dirigir que al checo Dvorak resulta el llamado Concierto para orquesta, Sz. 116, BB 123 (1942-1943) del húngaro Bela Bartók (1881-1945), puede que evitando llamarlo sinfonía no ya por sus cinco movimientos, aunque resulten como tales los impares e intermedios los pares, sino por unos contrastes más en la línea de los barrocos, también comentado por Asier Vallejo Ugarte en las notas al programa (enlazadas en los autores al principio).
La biografía de Bartok daría para una película y en sus última etapa neoyorkina parecía abocado al hundimiento total cuando surge este encargo de unos compatriotas que nos dejará una de las páginas orquestales más fastuosas y difíciles dentro del repertorio sinfónico, básicamente por el tratamiento concertante de las distintas secciones orquestales que la OSPA tiene en calidad superlativa como pudimos disfrutar por unanimidad los afortunados: el arranque de la cuerda y luego flautas de Introduzione - Andante non troppo presentó credenciales claras de lo que vendría después, el metal del Allegro vivace sonó virtuoso y claro en las secciones fugadas del desarrollo, con unas trompas en perfecto entendimiento desde hace muchos conciertos, unos trombones a los que llamo el cuerpo orgánico por no decir organístico, y las trompetas seguras y vibrantes, con una percusión mandando sin ensuciar; de la cuerda que enamora destacar su pasaje movidísimo del último movimiento perfecto por claridad, presencia e intensidad pero también destacable el segundo movimiento con todos los instrumentos alternando por parejas en pasajes brillantes sonando como uno solo, respiraciones, fraseo, matices idénticos como verdadera sana competición en mejorar el anterior y dotando de una continuidad marcada por el tambor con "mando Dalai en plaza" ese movimiento realmente de verdadero encaje de bolillos: fagots, oboes, trompetas, flautas... cada tema respirando aire popular desde el dominio instrumental plenamente académico, por no decir clásico del compositor húngaro. Hasta el Intermezzo interrotto, cita del "tema de la invasión" de la Séptima sinfonía de Shostakovich -popularísima en EE. UU.- como guiño de su fino humor húngaro, sonó aterciopelado en una OSPA a la que deseamos mantenga este nivel, con un Finale: Pesante - Presto para guardar y grabar cuando Radio Clásica lo emita dentro de unos meses. Si el viejo Bartók muestra mucha ironía con esta obra, Jaime Martín a quien la batuta le proporciona libertad, nos dejó un guiño de cómo alcanzar no ya magia sino una interpretación magnífica y de altura, fruto de la honestidad, el trabajo, el entendimiento y un saber mucho además de bien de su trabajo. Ha sido un excelente flautista y como director sigue creciendo, contando sus apariciones por triunfos, y el de este octavo de abono en Oviedo ha sido uno más. Esperamos vuelva pronto. En la entrevista citada cuenta muy claro la forma de entender su oficio: "... requiere colgar el ego de una percha. La gran cualidad de un músico de orquesta es la flexibilidad. Una orquesta es como una cometa y el director es el encargado de mantener el hilo. Cuando se hace así soy feliz, es un trabajo mágico". Magia y talento.