Gracias por vuestros comentarios sobre mi nuevo look. Representa, también, un cambio de vida en el que ando inmerso. La poesía, salvo la de algunos poetas, ya no me interesa. He tardado 18 putos años en darme cuenta que da igual cuánto escribas y que da igual que lo que escribas sea, digamos, la puta hostia. Lo que importa son los contactos. Lo que importa son los premios, amañados, que hayas ganado. Lo que importa son los padrinos que te hayan bautizado. Lo que importa es que seas hijo de fulanito y menganita. Lo que importa es que vayas con los de la feria y vengas con los del mercado. Lo que importa es lo que puedas ofrecer, cualquier cosa menos poesía. Así que eso, me corto el pelo, paso de la poesía, de la mía quiero decir, y me paso a la narrativa: un libro de relatos apalabrado ya para septiembre con una editorial que dirigen dos personas a las que aprecio y quiero. Y una novela en la que no voy a dejar títere con cabeza, pues por desgracia para algunos conozco todos sus trapos sucios y viendo lo visto, es decir, viendo las putadas y marranadas que me han hecho, van a salir en mi novela con nombres y apellidos. Así cuando la termine, voy a tener enemigos, pero con razón, no como ahora que me estuve matando, poéticamente hablando, para que luego me digan algunos lectores que donde pueden encontrar mis libros pues en las librerías brillan por su ausencia. Y ahora, cambio de tercio, y empiezo con mi periplo por Elche, donde, todo hay que decirlo, me trataron mejor que en mi propia ciudad, en la que, literalmente, no existo, soy el puto poeta invisible.
Así que el otro día llego a la estación del tren de Alicante y viene a recogerme Ana para llevarme a Elche, pero antes nos paramos en una imprenta para recoger los ejemplares de la revista Fetiche. Ana aparca en doble fila, en una calle de dos carriles con mucho tráfico. Los coches empiezan a hacer sonar sus claxones, cosa que si utilizaran su cabeza para llevar algo más que el pelo no harían porque por mucho que piten el coche no se va a mover de allí hasta que regrese Ana, así que me dedico a darles cortes de manga, a ver si alguno tiene cojones y se baja de su buga a decirme algo. Pero son demasiado mierdas y lo único que hacen es esconderse detrás de su puto claxon. Pero cuando llega Ana con los ejemplares de Fetiche, la espera y los pitidos han merecido la pena, pues la revista ha quedado realmente de puta madre y tengo la suerte de ser el primero en leerla.
Y aprovecho, por si se me olvida, para darle las gracias a la gente que fue a escucharme recitar y en especial a la gente que vino de fuera: los poetas Cristina Morano y Héctor Castilla, de Murcia; Javier Das y Laura, de Alicante; y Suko Susana, de Valencia.
Y ahora, si pinchas sobre las imágenes leerás poemas que son la hostia: