Revista Cine
El FICCM 2011 sigue hoy martes con Un Día Menos (México, 2009), documental de Dariela Ludlow, centrado en sus abuelos, el casi centenario Emeterio Deloya y su esposa de nomás 84 primaveras Carmen Cortés. Debo confesar que cuando revisé este sencillo pero emotivo filme en Guadalajara 2010, terminé de verlo con un nudo en la garganta. La verdad, es fácil caer en la trama sentimental que nos tiende Ludlow, quien nos muestra, en poco más de una hora de duración, la vida cotidiana de este matrimonio de 62 años que no hacen otra cosa más que discutir, divagar, reír y pelear incansablemente, un día sí y otro también. Ese interminable ping-pong verbal entre los viejitos, esa visita casi épica al Seguro Social, esa visita multitudinaria de toda la familia que llega a Acapulco en vísperas de Año Nuevo, me remitió a mi infancia y a mis abuelos: a Doña Luz, a Don Alberto. Esos ancianos que nos muestra Ludlow terminan siendo, aunque sea por unos momentos, nuestros padres, nuestros abuelos y, si tenemos la suerte de vivir lo suficiente, a lo mejor seremos también nosotros. Dificil permanecer impasible ante la visión de esos dos viejos que tienen más tiempo viviendo juntos que lo que yo tengo de vida. Un Día Menos se exhibe hoy a las 13 horas, dentro de la "Semana de Cine Mexicano", en Cinemark Polanco.
Mucho más tarde, a las 21 horas, pero en Cinemark Lindavista, está programada Mal Día para Pescar (Uruguay-España, 2009), dentro de la sección "Panorama Latinoamericano". La opera prima de Álvaro Brechner -que ha ganado algunos premios festivaleros y de la crítica por aquí y por allá- está basado en el cuento "Jacob y el otro", de Juan Carlos Onetti que, por cierto, no he leído -ooootro pendiente más.
Estamos en Santa María, algún pueblito uruguayo en los años setenta. Hasta allá llega el Príncipe Orsini (Gary Piquer), un timador profesional que regentea/explota/protege a cierto excampeón mundial de lucha libre, Jacob van Oppen (Jouko Ahola). La rutina es simple y se entiende que Orsini la ha perfeccionado en los últimos años: llega a la población elegida, hace el mayor ruido posible, desafía a cualquier forzudo a que se enfrente al "invencible campeón del mundo" por (inexistentes) mil dólares, arregla la pelea a espaldas del simplón alcohólico Jacob que nunca se entera de nada y todo mundo contento.
Sin embargo, el asunto esta vez no será tan fácil. En Santa María hay una joven mujer de hierro (guapa Antonella Costa) que cree que su legendario novio forzudo -que puede levantar una vaca él solito- apodado "el TUrco" (Roberto Pankow) puede vencer al avejentado campeón que ya no parece el mismo: se baña en una fuente cual niño pequeño, le dan ataques nocturnos, echa los bofes después de trotar por las calles del pueblo. El problema parece insoluble para Orsini: la mujer quiere una pelea limpia, no arreglada y sus mil dólares al final.
Todo esto parece una amable comedia costumbrista y eso es precisamente lo que es Mal Día para Pescar durante buena parte del tiempo. Sin embargo, Brechner resulta ser un inteligente guionista: cuando creemos que ya sabemos por dónde va el filme, la historia da un giro inesperado; cuando juramos que ya conocemos a todos los personajes, resulta que éstos nos sorprenden. Al final, resulta que todos son mejores de lo que pensábamos. Incluido el cineasta debutante Brechner.
Esta misma característica -lo imprevisible dentro de lo aparentemente convencional- la comparte el extraordinario drama marital Det enda rationella (Suecia-Alemania-Finlandia-Italia, 2009), opera prima de Jörgen Bergmark, exhibido en la sección "Galas Internacionales". Det enda rationella -A Rational Solution, título internacional en inglés- se exhibe, como Mal Día para Pescar, a las 21 horas, pero en Cinemark CNA, así que usted tiene que decidir qué opera prima ve: la uruguaya o la sueca. Yo votaría por la segunda.
El escenario es alguna pequeña ciudad del interior de Suecia. Erland y May (Rolf Lassgard y Stina Ekbland, respectivamente) forman un matrimonio ejemplar: tanto que una vez a la semana van a la parroquia del lugar a dar consejos a parejas que no la están pasando tan bien. Esta situación perfecta se vendrá abajo cuando Erland conozca a Karin (Pernilla August, aún guapa), la esposa de su compañero de trabajo Sven-Erik (Claes Ljunmark). La atracción entre los dos es inmediata, imposible de resistir.
Pero Erland es un hombre de principios, de palabras y de razón: no le puede mentir a su mujer de tantos años ni tampoco a su amigo. Después de todo, los cuatro involucrados pasan de los 50 años, son personas con sentido común y Erland está seguro que todo puede ser resuelto sin gritos ni histerias. Después de todo, dice, "son sólo emociones". Así que los cuatro cincuentones se sientan a discutir el affaire de Erland y Karin como lo que son: suecos muy civilizados. La solución a la que llegan, como dice el título en inglés, es muy racional. Tan racional que termina siendo una locura.
Bergmark -con experiencia en la televisión de su país- se muestra como un cineasta más que competente en la dirección de sus cuatro actores veteranos y en el sencillo pero eficaz manejo de la cámara (fotografía de Anders Bohman). Así pues, sostenido por esos cuatro monstruos actorales, Bergmark depende de la sutil interpretación de ellos a través de sus rostros -¡ese ligero parpadeo de Ljunmark cuando Karin le confiesa su infidelidad!- para transmitir los sentimientos encontrados de sus personajes. Esta confianza de Bergmark en sus actores queda más clara en la magistral escena del desayuno -cámara fija durante casi tres minutos- en la que May interroga "inocentemente" a Karin sobre sus gustos musicales, lo que provoca una creciente tensión que termina en el previsible estallido de emociones.
La cinta se mueve hábilmente entre el serio drama psicológico y la comedia sexosa otoñal -límites extraños, ya lo sé- y, como en el caso de Mal Día para Pescar, cuando uno piensa que ya sabé en qué va a terminar este relajo de matrimonios en crisis, resulta que el Bergmark guionista -él mismo escribió el filme- tiene un as bajo la manga. Y ahora resultará que los que supuestamente son felices no lo son tanto... O a lo mejor sí lo son, pero los otros son más. O están más tranquilos, en todo caso. Como dice la canción que se escucha en los títulos finales: "Love hurts". Sí, claro que sí: usted sabe que sí. Duele en serio.