Revista Cine
El FICCM 2011 continúa y termina este fin de semana. Si no pudo ver en el pasado Foro de la Cineteca Vuelve a la Vida (México, 2009), la opera prima en solitario del documentalista Carlos Hagerman -quien codirigió con Juan Carlos Rulfo esa obra maestra llamada Los que se Quedan (2008)-, el FICCM ha programado ese vital y divertidísimo documental en Cinemark CNA a las 16 horas y dentro de la "Semana de Cine Mexicano"
Vuelve a la Vida surgió de un accidente: Hagerman fue a Acapulco a hacer un documental sobre los tiburoneros y, en su lugar, se encontró con la leyenda de Hilario Martínez Valdivia, "el Perro Largo", un buzo, nadador, pescador y mujeriego que conquistó, por allá en los años 50, a una despampanante top-model a la que llamaba, de cariño, "La Jirafa". La señora, Robin Sidney, sigue vivita, coleando y contando anécdotas de su marido, que le enseño a bucear a los tres hermanos Kennedy y a Johnny Weissmuller, ahí nomás pa'l gasto.
Hagerman entrevista a Robin, al hijo de ella e hijastro del "Perro" John Grillo, y a los tres hijos de la pareja Robin-Hilario, además de amigos, compadres y demás fauna de acompañamiento de ese hombre cuya idea de festejar el año nuevo era sacar un chico escopetón para tirar balazos a lo baboso, que nomás para demostrar que podía hacerlo cazó una enorme tintorera que tenía asoladas las playas de Acapulco y que ya tenía dos mujeres y ocho hijos antes de conquistar, increiblemente, a esa muñequita de sololoy que fue Robin Sidney de joven.
La galería de personajes es inolvidable y la empatía de Hagerman con ellos no se discute, aunque, al final de cuentas, hay otro gran personaje que termina emergiendo. Me refiero a John Grillo, el hijastro de Hilario y coproductor de la cinta, un gringo pecoso "caga-leche" por fuera pero inevitablemente mexicano por dentro, quien llegó a Acapulco a los tres años de edad y que tuvo que aprender a decirle "papá" a ese hombrón moreno, dicharachero, bravucón y alcohólico que, de todas formas, todo mundo recuerda con un cariño que se siente genuino.
Mientras, en Cinemark Polanco, a la misma hora y dentro de la sección "Cine Contemporáneo de Mundo", está programada otra curiosidad -el FICCM ha estado lleno de ellas: Yuki y Nina (Yuki & Nina, Japón-Francia, 2009), dirigida a cuatro manos por el actor -debutante como cineasta- Hippolyte Girardot y el director japonés Nobuhiro Suwa, quien tiene una trayectoria más que apreciable aunque su obra permanezca casi totalmente desconocida en México.
Estamos frente a un sencillo filme que muestra, a través de una controladísima puesta en imágenes, la reacción que tiene una niña -la Yuki del título (Noë Sampy)- ante el inminente divorcio de sus padres (Tsuyu Shimizu y el codirector Girardot). Como la mamá piensa llevarse a Yuki a vivir a Japón -el filme inicia en París-, la desconcertada niña es convencida por su vecinita y mejor amiga Nina (Arielle Moutel) que las dos deben escapar de los adultos -Nina también tiene sus razones para estar molesta con sus padres, igualmente divorciados.
Al final de cuentas Yuki y Nina terminan internándose en un espeso bosque a las afueras de París, en donde sucede una maravillosa bifurcación narrativa que, como permanece inexplicable, termina siendo la encantadora arma secreta de esta pequeña película en la que, en verdad, no sucede casi nada. Suwa y Girardot muestran no sólo una espléndida mano con sus dos pequeñas actrices sino también un ejemplar manejo del encuadre y de las tomas extendidas -hay una veintena de ella, de uno a cuatro minutos de duración-, estrategia visual que impone un ritmo calmo pero fluido a esta cinta que me hizo recordar, con su juego narrativo de la última parte, algún cuento digno de Cortazar.