Revista Cómics
El Dr. Vince Barney es un auténtico apasionado de la ciencia y la tecnología, lo que sin duda lo convierte en un científico brillante. Sin embargo, lo que podría haber sido una carrera fulgurante como investigador de laboratorio pronto se vio truncada por el severo trastorno de la alimentación que padecía. Y es que el Dr. Barney tuvo una infancia difícil (motivada por la falta de afecto de una madre absolutamente alcoholizada), lo que desde muy temprana edad le causó una gran ansiedad. Trató de calmar dicha ansiedad haciéndose comedor compulsivo, pero esto no tardó en pasarle factura: descuidó sus labores en la ciencia hasta el punto de ser despedido del laboratorio en el que trabajaba, siendo condenado al ostracismo entre sus antiguos colegas.
Obligado a reconvertirse en vendedor de enciclopedias (científicas) a domicílio para poder sobrevivir, un buen día la casualidad lo lleva a tocar el timbre de cierta mansión del extrarradio de Nueva York. Allí conoce a un viejo profesor lisiado con el que congenia a la perfección, ya que éste también parece ser otro gran apasionado de la ciencia, y además inmerso en varios proyectos inacabados. Cuando quiere darse cuenta, ya se ha convertido en su eficaz ayudante de laboratorio.
Todo va como la seda, hasta el desafortunado día en que al Dr. Barney le da por destapar un frasco en el que el estrambótico profesor guarda una porción de queso. Sin pensárselo dos veces lo engulle casi sin masticar, y entonces sobreviene la tragedia: el Dr. Barney se transforma en un gigantesco monstruo irracional de piel verdosa (y piés pestilentes), que furioso, ataca al profesor. ¿La explicación?: ¡muy sencilla!
Aquel queso estaba caducado y en pleno proceso de putrefacción, y recubierto de una capa de moho verdoso, ya que formaba parte de un curioso proyecto del profesor, que trataba de librarlo de sus micotoxinas.
Desde el día de tan penosa ingestión, cada vez que el Dr. Barney se asusta o se cabrea, su piel se vuelve tan verde como el moho de aquel queso podrido, y sus piés apestan del mismo modo. Aunque posteriormente creará unos calcetines de moléculas inestables para controlar dicha pestilencia, lo cierto es que jamás llegarán a ser cien por cien efectivos (para desgracia de sus sufridos compañeros, y especialmente del pobre Osezno y su olfato hiperdesarrollado).
El Dr. Barney recibirá, en su nueva personalidad, el sobrenombre de Jul-Ay, ya que sus compañeros descubren que pueden revertir fácilmente su transformación tranquilizándolo con alguna cosa de comer, y esto los lleva a pensar que hay que ser muy "julai" para, poseyendo tal fuerza, poder ser neutralizado con cuatro míseras galletas. Con el tiempo comenzarán a llamarlo Jul "a secas".
Sea como fuere, lo cierto es que la mutación de su ayudante lleva al profesor a interesarse por la posible existencia de otros metahumanos, y desde ese día se obsesionará con tratar de encontrarlos.
Otra característica del Dr. Barney es que siempre se está "peleando" con Trípode, ya que a éste último lo enervan de mala manera sus habituales desmanes con la comida. Nuestro amigo también lleva bastante mal que le recuerden la gran afición de su madre a la botella...