Revista Cómics
El coronel Chucky Morris escapó hace algunos años de un campo de prisioneros cuando estuvo combatiendo en la guerra de Irak. Tras regresar a dicho país para intentar rescatar a varios soldados americanos capturados en el conflicto, nuestro machote de pelo en pecho tuvo la mala fortuna de terminar prisionero con su comando en uno de los campos de concentración más duros de la región.
Sin perspectivas de poder ser liberados, Morris ideó el más astuto e intrépido plan de fuga jamás concebido: se trataba de apartar y ocultar un barril de agua limpia para él y los suyos, para acto seguido pasar a hacer de vientre por turnos durante varias semanas en el único pozo de agua potable en muchos kilómetros a la redonda, a fin de contagiar al enemigo de disentería.
Al final (pese a ser una cagada de idea) el plan resultó un gran éxito, aunque desgraciadamente hubo unos pequeños daños colaterales, dado que el pozo en cuestión también abastecía a una veintena de aldeas próximas (habitadas por civiles) en las que la disentería no dejó títere con cabeza, pero bueno, aunque fue "un lamentable episodio" -como luego diría el coronel Morris-: "¿que importan las vidas de aproximadamente un millar de sarracenos analfabetos y unos pocos rebaños de cabras, si a cambio les llevamos al país la libertad, la democracia, y todos esos valores norteamericanos tan chulos?. ¡En el fondo deberían darnos las gracias!. (Y seguro que de no estar muertos lo harían)".
Y es que hay que decir que Chucky Morris tiene un profundo respeto por la vida humana... a menos, claro, que ésta se interponga en su camino.
El caso es que tras permanecer desaparecido en combate, y ya de vuelta en su Texas natal (con la reconfortante satisfacción del deber cumplido), el coronel Morris fue condecorado con la medalla al valor por su heróica acción. Una vez licenciado y apartado ya definitivamente de sus obligaciones militares, Chucky Morris se volcó en el aprendizaje del karate, su otra gran pasión aparte del noble arte de coser a balazos a los mejicanos que intentaban cruzar ilegalmente la frontera por Rio Bravo.
Tras conseguir su flamante cinturón negro, Morris se presentó (con un palillo en la boca) al Campeonato del Mundo de Artes Marciales y se erigió en Campeón Absoluto de la Vía Láctea. Desde aquel día, una patada voladora suya es el método preferido de ejecución en 16 estados. Aunque la tercera ley de Newton dice que hay una reacción por cada acción, lo cierto es que NO hay reacción posible a una patada voladora de Chucky.
El problema surgió meses después, una vez que estaba de vacaciones en Roma. Cuando se encontraba visitando el Coliseo, le entró repentinamente el apetito y decidió llamar a un popular restaurante chino (El Pequeño Dragón) para que le acercaran una ración de arroz tres delicias.
Resulta que cuando el chino de la moto (un tal Lee) le entregó el pedido, Chucky comprobó con notable desagrado que le habían rateado las gambas (ya que sólo encontró una), y claro, el fulano montó en cólera y empezó a meterse con el repartidor con frases del tipo: "¿En qué se parece un restaurante chino al matrimonio?: En que se empieza con un rollito de primavera y se termina con un cerdo agridulce", y otros improperios por el estilo.
Y claro, de ahí a liarse a mamporros no hubo más que un paso. Chucky Morris creía que con una de sus míticas patadas voladoras mandaría al chino a freir espárragos (bueno, o quizá perro con almendras, o lo que diantres sea que frían los chinos), pero cual no sería su sorpresa cuando el tal Lee le amarró la frondosa mata de pelo de su pecho y de un tremendo tirón le hizo la depilación sin cera.
Luego, ya se sabe: patada va, puñetazo viene, el caso es que al final Chucky acabó por el suelo hecho unos zorros. Incluso le quedó un telele en la mano que el tipo parecía un disc-jockey con parkinson en mitad de un ataque epiléptico.
Mientras tanto, el otro se montó en la moto y salió disparado del Coliseo (y no porque le tuviera el menor miedo al despojo de Morris, sinó porque aún le quedaba por entregar un Pato con Bambú en la Piazza Navona, y oye, tampoco era plan que se enfriara, ¿no?).
La paliza había sido muy dolorosa para Chucky, cierto, pero mucho más dolorosa aún había sido la humillación de la derrota.
Cuando regresó a Texas (por supuesto sin contarle jamás a nadie el "episodio romano"), nuestro hombre, a fin de tratar de recomponer su maltrecho orgullo, se retiró a meditar unos días al desierto de Chihuahua, donde terminó por encontrar semienterrado en la arena un extraño objeto de poder de misteriosa procedencia.
Morris descubrió que el referido objeto podía producir en él una espectacular transformación que le proporcionaba fuerza y resistencia sobrehumanas, además de un vistoso traje protector.
Si pillara ahora a ese maldito chino... vería lo que es bueno -pensó-. "Quizá algún día..."
Acto seguido, animado por sus nuevas cualidades, Chucky ingresó en el afamado cuerpo de los Rangers de Texas (un cuerpo especial de agentes del Departamento de Seguridad Pública de ese estado, que sirven como fuerza de apoyo en situaciones de emergencia bajo el control de la policía local o los sheriffs).
No tardaría en ser apodado el Power Ranger de Texas.
El desprecio que cierto calvo lisiado tuvo con él lo llevó a jurar venganza una vez más (aunque para que conste: en su lista negra el chino está antes). En cualquier caso, el Profe ya puede andarse con mucho ojo (y sí, he dicho ojo en SINGULAR), ya que una vez Chucky Morris se tragó un cubo de Rubik y lo cagó RESUELTO. Saquen ustedes las conclusiones oportunas.