Revista Cine
El Sueño de Lu (México, 2011), segundo largometraje de Hari (antes Carlos) Sama, fue presentado en Morelia 2011 en donde obtuvo una "mención especial" por parte del jurado. No pude verla entonces pero ahora, programada en la sección "Ahora México" del FICUNAM, tuve el pretexto perfecto para solucionar esa omisión. Muy diferente en tono y resultados a su opera prima Sin Ton Ni Sonia (2003) -ganadora del Premio del Público en la lejana Guadalajara 2003-, El Sueño de Lu es una honesta, sentida y meritoria exploración por el dolor provocado por la pérdida de un hijo. Como bien lo señalan en una de las escenas que suceden en el interior de un grupo de padres que han perdido a sus retoños, es tan anti-natural esta situación -uno se acostumbra a la idea de enterrar a los padres, nunca a los hijos- que ni siquiera existe una palabra para nombrarla. Es decir, uno sabe lo que es un huérfano, pero ¿cómo llamar a quien pierde un hijo?La Lu del título (interpretada por una sobria Úrsula Pruneda) es una concertista de guitarra que acaba de perder a su pequeño hijo de cinco años llamado Sebastián debido a un aneurisma cerebral. Dividida claramente en tres secciones -cada una de ellas de más o menos media hora- con sus respectivos intertítulos: "Momento Primero", "Momento Segundo", "Momento Tercero"-, la cinta escrita y dirigida por Sama sigue a Lu desde que sale del hospital (¿depresión?, ¿intento de suicidio?) hasta que empieza a volver a armar los pedazos de su vida, pasando por los amorosos cuidados de su madre (María del Carmen Farías), la reconciliación con su avejentado papá antes distante (Emilio Echevarría notable en los pocos minutos que aparece en pantalla), su encuentro con el padre del niño que no sabía de su paternidad (Gerardo Trejoluna), el inevitable viaje al mar que no pudo hacer con el niño y su aceptación final de que Sebastián estará siempre con ella, ahí, en su vida; ahí, en sus sueños.La primera parte del filme es la mejor. La cámara de Emilio Villanueva capta funcionalmente el estado de desconcierto constante y dolor apenas reprimido en el que (sobre)vive Lu. Cuando aparece Malik (Trejoluna), el amigo con el que en alguna noche y en algún desliz hizo a Sebastián, la cinta se tambalea unos instantes -ese monólogo que le hacen decir a Trejoluna es demasiado literario- y parece que todo terminará mal cuando lo que sigue, en el "Momento Tercero", es el consabido cliché del viaje al mar. Sin embargo, cuando la cinta llega a la Bahía Isla Magdalena en Baja California Sur, Sama, su cinefotógrafo y todos sus actores -Pruneda pero también los auténticos habitantes de ese sitio- logran transmitir un genuino sentido de comunidad gracias al cual Lu encuentra el suficiente valor para tomar la guitarra y cantar "La Bruja", mientras la cámara se aleja, respetuosa, de ese momento clave de comunión/aceptación final. No hay que solazarse en el dolor de nadie; hay que respetarlo, sentirlo y (tratar de) entenderlo. Para luego, qué remedio, seguir viviendo.
El Sueño de Lu se exhibe hoy a las 17:30 en la sala José Revueltas.