Revista Cine
Con el cine de Sang-soo Hong me pasa, debo confesar, algo similar que con el cine de Woody Allen. Incluso sus películas menores me parecen visibles y, con el paso del tiempo, en la medida que pienso más sobre ellas o las vuelvo a ver, me van resultando cada vez más disfrutables. Este es el caso de su décimocuarto largometraje, La Hija de Nadie, Haewon (Nugu-ui ttal-do anin Haewon, Corea del Sur, 2013), que ha sido programado en la sección Trazos del FICUNAM 2014.Otra similitud con el cine de Allen: Hong no se aleja demasiado de sus personajes de siempre. Es decir, cineastas, estudiantes, actrices, críticos de cine, profesores. Todos ellos platican, se emborrachan, se pelean, se (des)aman: uniones frágiles que se convierten en triángulos o polígonos amorosos. En cuanto a la puesta en imágenes se refiere, la consistencia y coherencia es notable: el formalismo de Hong es ya inconfundible -la toma extendida, los planos generales y de conjunto, el preciso uso del zoom, los paneos en lugar del corte directo- y sus tics autorales, irremplazables: la repetición de patrones narrativos, la digresión caprichosa, la mise-en-abyme planteada con ejemplar sencillez.La Haewon del título (preciosa Eun-chae Jeong) es una despampanante jovencita que estudia actuación en alguna escuela de cine. El mismo día que despide a su mamá (Ja-ok Kim), quien va a emigrar a Canadá, la melancólica muchacha manda llamar a su antiguo amante, el director de cine y profesor Lee (Seon-gyun Lee), con quien había tenido un affaire meses atrás. Los dos se abrazan, se besan, se van a tomar un trago y, como suele suceder en el cine de Hong, se encuentran con un grupo de estudiantes, compañeros de Haewon, con quienes terminan echando la peda. Muy pronto queda claro que el "Director Lee" es el típico intelectual ojete al estilo Hong -infiel, narcisista, egocéntrico, briago- y que Haewon, por más que su mamá le vea como alguien muy fuerte y madura, en realidad está llena de indecisiones y contradicciones. Incluso cuando aparece la oportunidad de cambiar su vida -flirtea con otro profesor de cine que vive en San Diego y que habla por teléfono con Scorsese-, ella misma se encarga de meterse en más broncas cuando acepta ver de nuevo al borrachales del Director Lee que, luego de repetirle lo bonita que es, le suelta que es una "pinche vieja loca". Ah, pero eso sí, siempre trae para todas partes el segundo movimiento de la Séptima Sinfonía de Beethoven, el Allegretto, porque el tipo es muy culto y sensible. Ahora bien, ¿todo lo que hemos visto -con todo y sus digresiones que no llevan a ningún lado (¿qué pasó con el tipo de barbita que parece interesado en Haewon?), sus caprichos y/o bromas (el cameo de Jane Birkin, la supuesta llamada telefónica de Scorsese), y sus increíbles casualidades (Haewon tiene de amante a un profesor de cine; su segunda opción es oooootro profesor de cine con el que se topa en una librería de viejo)- es la mera verdad o son puras mentiras? ¿No estaremos viendo los sueños de Haewon, que se ha quedado jetona en la biblioteca intentando leer "The Loneliness of the Dying", de Norbert Elias? ¿No serán las fantasías de una muchacha a la que Corea le ha quedado chica, por lo menos en sus sueños? ¿No será, pues, que "el sueño todo, en fin, la poseía"?