Revista Cine
El martes asistí a la Cátedra Bergman y a su "Foro de la Crítica Permanente", que se lleva a cabo de manera paralela al FICUNAM. Moderada por el programador Roger Koza, la mesa llevó por título "Política y crítica cinematográfica" y participó la crítica alemana Christina Nord y su veterano colega americano David Walsh. Este último, militante trotskysta de toda la vida, lanzó una apasionada y apasionante diatriba en contra del slow-cinema ("Una toma fija de 20 minuto no provoca en mí nada... a no ser escaparme hacia el bar más cercano") y del cine jodidista/miserabilista que, en lugar de condenar lo que retrata, termina resultando un mero recurso de desmovilización y desesperanza. Walsh, levantando su bien modulada voz, fustigó las "tonterías" de Foucault y Derrida, recordó a Goethe ("Antes de hacer tienes que ser") y le pidió a los jóvenes cineastas que antes de agarrar una cámara, aunque sea porfavorcito, vivan un poco.Lanzarse contra el slow-cinema y el jodidismo en un festival de cine -en el FICUNAM, pero también en cualquier otro festival a los que he asistido, en México o el extranjero- es mencionar la soga en la casa del ahorcado. Y para muestra, basta el botón de otras dos cintas de la sección "Ahora México" que tuve oportunidad de ver. Espero que Mr. Walsh no las haya visto. Y si las vio, pues qué pena con las visitas.De hecho, El Campos de los Posibles (México-Canadá, 2014), dirigida por Matías Meyer (El Último de los Cristerios/2011) presume una toma fija no de 20 minutos pero sí de 10. Se trata de un ejercicio fotográfico-digital que, en un loop interminable, bien podría formar parte de una instalación en cualquier museo de arte moderno. Estamos ante una toma fija en la que, a través de una suerte de imperceptible time-lapse solo que a velocidad normal, vemos pasar el tiempo en un escenario de alguna ciudad de Canadá. Hay un parque, un edificio grande a la derecha, una calle en la que se atisban automóviles a la izquierda. Hay un chamaco que se pasea en bicicleta, el viento mueve la hierba, hay gente que pasa caminando por una senda, de repente todo el lugar se llena de nieve, hay gente que vuelve a caminar, se ven carros en el fondo del encuadre... Los cambios en el escenario y el movimiento de las personas son, por cierto, normales, un efecto curioso que, de todas formas, ya habíamos visto en Un Lugar Llamado Notting Hill (Michell, 1999), aunque en una toma con cámara en movimiento y no fija -es que la comedia romántica con Julia Roberts y Hugh Grant no era de arte, but of course.Mucho peor, en todo caso, es Los Silencios (México, 2013), constipado cortometraje contemplativo de 22 minutos de Gastón Andrade. Sin diálogos de ninguna especie, vemos a un niño y a un viejo despertarse. La cámara de Arian Sánchez Coviza se queda muy cerca del rostro y el cuerpo de ellos. Los vemos desperazarse y desayunar; luego los vemos trabajar, remover lodo, arriar vacas... El chamaco se para en un hormiguero nomás porque sí (y por Buñuel y por todos sus amigos), luego juega en el campo y, hacia el final, se topa con varios cuerpos tirados entre la maleza. Uno de ellos, con evidentes signos de tortura, trata de levantarse: el hombre parece intentar volver a nacer. No puede: se desmaya, se muere o acaso nomás se colapsa de aburrimiento. El filme termina con una toma en primer plano del viejo dentro de la choza. He visto 12 de las 16 cintas de "Ahora México" y a excepción de Me Quedo Contigo (Narro, 2015), esa notable provocación hembrista/revanchista de la que prometo escribir antes de que termine el festival, no hay mucho qué alabar sobre la sección competitiva mexicana. Caso muy distinto en el resto de las secciones, por lo menos de lo poco que he podido ver.Es cierto que en todos los festivales nacionales -e incluyo aquí a los dos grandes, Guadalajara y Morelia-, la selección mexicana tiende a ser la más floja. Puede haber años excepcionales -Morelia en el 2013, por ejemplo- pero, en general, cuando va a un festival de cine nacional uno sabe que se va a topar con mucho cine fallido y unas dos o tres películas mexicanas realmente satisfactorias. Esto es lo normal. Sin embargo, por lo menos hasta el momento, este año el FICUNAM no ha cumplido con esa cuota lo que me lleva a pensar en la razones. Van dos hipótesis: 1) hay un problema serio en el proceso de selección/programación, o 2) simplemente Somos lo que Hay (Grau, 2010) y esto fue lo menos peor que se pudo conseguir.De cualquier forma, mutatis mutandi, esta selección me recordó -no por sus temáticas pero sí por la calidad- aquel annus horribilis de Guadalajara cuando ganó mejor película El Mariachi Gringo (Gustafson, 2012). Esperemos que el jurado del FICUNAM 2015 nomás no salga con un mariachazo. Desde esta esquina, me parece muy claro qué película debería ganar -a menos que entre los cuatro filmes nacionales que no he visto, haya una obra mayor escondida. Si es así, por aquí les aviso.