Fidel Castro propone medallas para Trump y Obama

Fidel Castro desde sus arrebatos de malvada lucidez propone entregar medallas de barro desde La Habana. Se siente en capacidad de nominar desde su retiro. Propone una medaalla de barro para Donald Trump a quien ya considera un perdedor frente a su adversaria demócrata Hillary Clinton. Lo hace antes de que transcurra el segundo de los debates entre los candidatos. Habría que preguntarle al ex mandatario y líder histórico de la Revolución Cubana, qué medalla entregaría hoy al candidado Repúblicano después de su desempeño de anoche luciendo el paveoneo de una fiera herida.

De paso como el que no quiere las cosas, Fidel iguala a Obama con Trump en el mismo medallero, acusándolo de sus políticas desafortunadas durante sus 8 años de mandato.

No es casualidad que Fidel mezcle a Obama y Trump como si fueran harina del mismo costal. Es la manera que tiene Fidel de decir que para el caso como representantes del imperio cruel son la misma cosa.

Como si fuera poco, en su reflexión dominical, amenaza Fidel con regresar muy pronto para abordar temas de religión y ciencia, de los que habitualmente despotrica,  como quien se sabe un todo poderoso celestial experto en todas las disciplinas.

Mientras tanto, se sacude de las malas pasadas que dejan los aires a su alrededor, y se incomoda al enterarse horas antes que Juan Manuel Santos es ahora el flamante Premio Nobel de la Paz, por su presunto rol mediador en las negociaciones, que el mismísimo Comandante cocinó desde La Habana por aquello de que el zar de las guerrillas sabe como armarlas y desarmarlas cuando lo estime conveniente.

Un poco más lejos en Caracas, uno de sus peores alumnos, inventa en el aire sin apego a leyes ni bases el Premio Hugo Chávez de la Paz. La idea salió de la cabeza hinchada de Nicolas Maduro, quien inmediatamente propone nominar al galardón a Wladimir Putin, el Presidente Ruso. Unas horas más tarde circula la noticia de que Moscú y Caracas han fijado un acuerdo importante  en materia de hidrocarburos.

Podría parecer una secuencia de ideas inconexas, pero así funciona el cerebro del anciano Comandante que desde La Habana relaciona todo lo que le rodea y lo que no. A fin de cuentas, los dictadores son amantes de las medallas.

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