El discurso de Fidel Castro en la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992) cuando enumeró las causas y vaticinó los desastres que produciría la grave alteración del clima, ha surcado los últimos días las redes digitales.
Consternados ante la Amazonía, pasto de las llamas, en grave riesgo de desaparecer, y del neofascista presidente Bolsonaro, negado a mover un dedo para contrarrestarlo, muchos en busca del origen de la catástrofe han descubierto ahora con asombro la certeza con que Fidel predijo el colapso climático y las acciones que debían emprenderse con el fin de evitarlo.
Para miles el descubrimiento es doble pues no tienen idea del Fidel de vasta cultura, filósofo, líder y teórico de una de las más grandes revoluciones de la historia. Mientras, la imagen que han recibido del Fidel ser humano, es igual de perversa que la del líder revolucionario: injuriosa, mendaz y cargada de odio que, durante décadas, ha difundido y difunde con insistencia el aparato de guerra cultural de Estados Unidos.
Se trata de una acción de todos los medios de comunicación hegemónicos del planeta, sistemas escolares, grandes editoriales, universidades y púlpitos espurios de “Occidente”, para arrebatar a los pueblos sus mejores y más nobles símbolos: grandes hombres y mujeres sensibles y solidarios con sus semejantes, entregados al estudio y búsqueda de soluciones a los más complejos problemas sociales, económicos y políticos y a liderar la lucha por la liberación del género humano.
Volviendo a los fuegos en la Amazonía brasileña, hay dos cuestiones evidentes. Primera, la deforestación y los incendios asociados forman parte de la extracción de recursos naturales y destrucción de la naturaleza típicos del capitalismo, incrementados en la actual etapa neoliberal de capitalismo por desposesión, muy extendidas y acentuadas en las áreas del mundo ricas en recursos naturales y hogar de pueblos originarios.
Brasil, con más de 3 millones de kilómetros cuadrados de selva tropical, alberga 60 por ciento de la Amazonía, que se extiende a otros siete estados suramericanos y aporta 20 por ciento del oxígeno de la Tierra.
La deforestación y los incendios disminuyeron considerablemente en los gobiernos de Lula y Dilma, cuando se reforzaron las políticas e instituciones científicas de prevención y conservación y las leyes y regulaciones sobre la selva, incluyendo un gran avance en la titulación de tierras al millón de personas pertenecientes a los innumerables pueblos originarios, campesinos y afrodescendientes que viven y hacen posible en gran medida, con sus prácticas ancestrales, la conservación de la selva.
Segunda cuestión, Bolsonaro es el máximo responsable del incremento de los incendios. Ya desde su campaña electoral, inició una campaña de descalificación de las instituciones, leyes, regulaciones y multas dedicadas a la protección de la selva amazónica. Llamaba, y lo ha seguido haciendo después de llegar a la presidencia, a invadir y depredar las tierras que ocupan los mencionados pueblos, desforestándolas y quemándolas para extender la frontera agrícola, dedicada sobre todo a la ganadería.
Otro de sus escándalos, nombró ministro de medioambiente a una persona ajena a la comunidad ecologista brasileña, el que ha secundado sus criminales llamados a dedicar la selva a los negocios. Disminuyó a la mitad los presupuestos para prevención y extinción de incendios, despidió al director del Instituto de Investigaciones Espaciales por realizar un informe que mostraba la rápida difusión de los incendios y cuando estos se hicieron inocultables culpó de ellos a las organizaciones ambientalistas, que en la mayoría de los casos realizan un encomiable esfuerzo para proteger la selva y los pueblos que en ella residen.
Los incendios de esta temporada y desde que comenzó el año, superan ya los de todos los años desde que en 2013 comenzaron a llevarse registros y en 83 por ciento los de igual período del año pasado; 72 mil 800 focos de incendio de enero a la fecha. En julio de este año hubo un aumento de la deforestación de 278 por ciento comparado con el mismo mes del año anterior.
Presionado por protestas populares en muchas ciudades de Brasil y de otros países, amenazado de que la Unión Europea suspendiera cautelarmente el tratado de libre comercio con el MERCOSUR y regañado en el G7, fue 21 días después de desatarse la crisis que el neofascista movilizó miles de soldados y a dos grandes aviones cisterna, que habían permanecido en tierra desde que se desataron los incendios.
En contraste, Evo Morales ha respondido con efectividad y celeridad a los incendios en la Chiquitanía, el bosque seco mejor conservado de Suramérica, poniéndose al frente del combate y trabajando con sus propias manos junto a una brigada, que forma parte de los cuatro mil voluntarios y más de tres mil militares movilizados por el presidente. Los focos de incendio se han reducido de 11 mil 468 a mil 362 y continúan disminuyendo. El 7 por ciento del fuego se encuentra fuera de áreas protegidas y no existe amenaza contra ellas. Hay cinco aeronaves luchando contra las llamas, entre ellas el Supertanker contratado, que ha sido decisivo en las zonas más críticas.
En 1992 dijo Fidel: No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Desparezca el hambre y no el hombre.