Se vivía el auge neoliberal en América Latina y entre el público que lo escuchaba ese día en el Palacio de las Convenciones de La Habana estaban varios de quienes construirían un nuevo momento en la vida política, económica y social de la región: Lula, Shafick Handal, Daniel Ortega. Pero entonces nadie apostaba una uña por su futuro polìtico. Nadie menos Fidel. Diez días antes, el líder de la Revolución cubana había participado en la III Cumbre Iberoamericana en Salvador de Bahía y les relata a los participantes en la Reunión del Foro de Sao Paulo lo que vio allí: “Una de mis grandes preocupaciones en las conferencias cumbres a que he asistido, han sido la enorme euforia reinante con relación al neoliberalismo, el enorme optimismo, lo que se ha podido apreciar en las tres cumbres: en Guadalajara, en Madrid y en Salvador de Bahía. “En Madrid fue donde más apología se hizo del neoliberalismo, era como si se hubiera encontrado la solución a todos los problemas de América Latina y del mundo.” Por otra parte, Cuba entraba en el momento más crítico de la crisis económica conocida como Período Especial, los cortes de energía comenzaban a durar más de doce horas diarias, la escasez de transportes y alimentos se agudizaba, mientras en Miami hacían las maletas para el regreso a una Cuba que deseaban post Castro, y en muchas liberías del planeta un libro titulado La Hora final de Fidel Castro ocupaba los lugares más destacados de las estanterías. Dos días después, en Santiago de Cuba, Fidel explicaría al pueblo cubano la gravísima situación de la economía de la Isla, los cambios imprescindibles a realizar para poder “salvar la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo” y aclaraba a los líderes de la izquierda latinoamericana: “Digo conquistas porque hoy no podemos hablar del socialismo puro, ideal, perfecto con que soñamos, porque la vida nos obliga a concesiones.” En su discurso ante las orgnizaciones de izquierda de América Latina Fidel analiza las derrotas sufidas por los revolucionarios que habían llegado al poder de manera diferente en Chile y en Nicaragua e insiste en “las posibilidades que tiene el pueblo y, sobre todo, el pueblo unido, el pueblo coordinado, el pueblo luchando en una misma dirección”. Afirma: “Por eso es tan importante que tengamos una conciencia clara sobre los problemas fundamentales, porque tenemos que garantizar que no le ocurra a ninguno de los compañeros que puedan ser apoyados por el pueblo, en ninguno de los países hermanos de América Latina, lo que ocurrió en Chile, o lo que ocurrió en Nicaragua, y tengamos victorias parciales y después tengamos graves retrocesos. Por eso es importante una estrategia clara y objetivos muy claros, qué queremos, qué nos proponemos, y si nos sentimos capaces de hacerlo, como realmente nos sentimos capaces de hacerlo, ser sabios, ser previsores; ser todo lo inteligente que hace falta, no solo todo lo valiente que hace falta, no solo todo lo resuelto que hace falta y todo lo convencido que hace falta, sino todo lo inteligente que hace falta, porque en quién podrían poner sus esperanzas los pueblos de América Latina.” En Santiago de Cuba, en el acto por los 40 años del Asalto al Cuartel Moncada, Fidel explicaría al pueblo la durísima situación que enfrenta Cuba, cuyo Producto Interno Bruto descendió abruptamente 35% y las estrategias para enfrentarlo con el pueblo en el corazón de las decisiones: “Es lógico que se rompan la cabeza los especialistas y los economistas, pero reitero que todo dependerá de la capacidad del pueblo de comprender estas realidades, de comprender estos problemas y de apoyar las medidas que se toman por salvar el país.” Un año después, Fidel recibirá al “golpista” Hugo Chávez con tratamiento de Jefe de Estado, haciendo una contribución esencial y visionaria al futuro de América Latina que empezará a concretarse con la llegada al poder del propio Chávez en 1999, en el inicio de una ola en que las fuerzas representadas en el Foro de Sao Paulo irán ascendiendo al gobierno en numerosos países de la región. Pero actualmente América Latina enfrenta, a partir de la crisis económica de 2008 y el descenso de los ingresos por las exportaciones de recursos naturales en que basaron sus políticas de redistribución social los gobiernos de izquierda, una resturación conservadora en que las oligarquías nacionales con el apoyo de una estrategia mediática global y el liderazgo de Washington, han sacado del poder a presidentes de izquierdas en Honduras, Paraguay, Argentina y Brasil y destabilizan de modo significativo a Venezuela, Bolivia y Ecuador. De la actuación de Fidel en aquel momento crítico de la Revolución cubana cuando el Foro de Sao Paulo se reunió en La Habana se derivan lecciones muy útiles para el momento actual: Por un lado explicar, organizar y movilizar al pueblo y por el otro no dejar de actuar de manera ofensiva contra el imperialismo, y estimular la articulación de las fuerzas de izquierda en la región, aun en la peor de las coyunturas.
Hace diez años que Fidel no gobierna en Cuba y cada día vivido desde entonces ha sido un día de derrota para sus poderosos enemigos. Un día en que se recuerda que no pudieron vencerlo ni con la guerra, ni con el asesinato; ni con el bloqueo económico, recrudecido después de la caída de la Unión Soviética.
Esa victoria no tendría sentido si la Revolución no continúa. Fidel no hubiera trabajado intensamente todos estos años, no hubiera consagrado su vida a la educación de su pueblo, si no es para que la Revolución lo sobreviva.
Pero con excepción de Cuba, solo países de geografía numerosa, lejanos de EEUU, con masa crítica demográfica, cultura milenaria y lengua propia han resistido de manera prolongada la hegemonía norteamericana.
Se vivía el auge neoliberal en América Latina y entre el público que lo escuchaba ese día en el Palacio de las Convenciones de La Habana estaban varios de quienes construirían un nuevo momento en la vida política, económica y social de la región: Lula, Shafick Handal, Daniel Ortega. Pero entonces nadie apostaba una uña por su futuro polìtico. Nadie menos Fidel. Diez días antes, el líder de la Revolución cubana había participado en la III Cumbre Iberoamericana en Salvador de Bahía y les relata a los participantes en la Reunión del Foro de Sao Paulo lo que vio allí: “Una de mis grandes preocupaciones en las conferencias cumbres a que he asistido, han sido la enorme euforia reinante con relación al neoliberalismo, el enorme optimismo, lo que se ha podido apreciar en las tres cumbres: en Guadalajara, en Madrid y en Salvador de Bahía. “En Madrid fue donde más apología se hizo del neoliberalismo, era como si se hubiera encontrado la solución a todos los problemas de América Latina y del mundo.” Por otra parte, Cuba entraba en el momento más crítico de la crisis económica conocida como Período Especial, los cortes de energía comenzaban a durar más de doce horas diarias, la escasez de transportes y alimentos se agudizaba, mientras en Miami hacían las maletas para el regreso a una Cuba que deseaban post Castro, y en muchas liberías del planeta un libro titulado La Hora final de Fidel Castro ocupaba los lugares más destacados de las estanterías. Dos días después, en Santiago de Cuba, Fidel explicaría al pueblo cubano la gravísima situación de la economía de la Isla, los cambios imprescindibles a realizar para poder “salvar la patria, la Revolución y las conquistas del socialismo” y aclaraba a los líderes de la izquierda latinoamericana: “Digo conquistas porque hoy no podemos hablar del socialismo puro, ideal, perfecto con que soñamos, porque la vida nos obliga a concesiones.” En su discurso ante las orgnizaciones de izquierda de América Latina Fidel analiza las derrotas sufidas por los revolucionarios que habían llegado al poder de manera diferente en Chile y en Nicaragua e insiste en “las posibilidades que tiene el pueblo y, sobre todo, el pueblo unido, el pueblo coordinado, el pueblo luchando en una misma dirección”. Afirma: “Por eso es tan importante que tengamos una conciencia clara sobre los problemas fundamentales, porque tenemos que garantizar que no le ocurra a ninguno de los compañeros que puedan ser apoyados por el pueblo, en ninguno de los países hermanos de América Latina, lo que ocurrió en Chile, o lo que ocurrió en Nicaragua, y tengamos victorias parciales y después tengamos graves retrocesos. Por eso es importante una estrategia clara y objetivos muy claros, qué queremos, qué nos proponemos, y si nos sentimos capaces de hacerlo, como realmente nos sentimos capaces de hacerlo, ser sabios, ser previsores; ser todo lo inteligente que hace falta, no solo todo lo valiente que hace falta, no solo todo lo resuelto que hace falta y todo lo convencido que hace falta, sino todo lo inteligente que hace falta, porque en quién podrían poner sus esperanzas los pueblos de América Latina.” En Santiago de Cuba, en el acto por los 40 años del Asalto al Cuartel Moncada, Fidel explicaría al pueblo la durísima situación que enfrenta Cuba, cuyo Producto Interno Bruto descendió abruptamente 35% y las estrategias para enfrentarlo con el pueblo en el corazón de las decisiones: “Es lógico que se rompan la cabeza los especialistas y los economistas, pero reitero que todo dependerá de la capacidad del pueblo de comprender estas realidades, de comprender estos problemas y de apoyar las medidas que se toman por salvar el país.” Un año después, Fidel recibirá al “golpista” Hugo Chávez con tratamiento de Jefe de Estado, haciendo una contribución esencial y visionaria al futuro de América Latina que empezará a concretarse con la llegada al poder del propio Chávez en 1999, en el inicio de una ola en que las fuerzas representadas en el Foro de Sao Paulo irán ascendiendo al gobierno en numerosos países de la región.