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Yo me considero la más fiel adepta del amor a distancia. Hace ya varios años y varias relaciones que lo sé.
Empecé joven y por lo mismo inexperta. Y desde allí me acostumbre a tener una relación lejana. A ver a mi “amado” cada mes, y eso si tenía suerte y dinero. Y por lo mismo cada vez estaban en lugares más lejanos.
El primero vivía en la misma ciudad de donde soy y lo veía cada fin de semana, el segundo en la capital ya el tercero en una isla y por ahora mantengo una relación con alguien de otro país. No quiero pensar en que si sigo así tendré una relación inter-espacial o en su defecto con un astronauta. (Aunque hay más de uno que parece vivir fuera de órbita) Pero volviendo a la idea central, me he consolidado en el terreno de las relaciones virtuales, alimentadas prioritariamente por la conexión de banda ancha o por el plan de datos del teléfono. Y para quien cree que las relaciones a distancia ofrecen un paquete de posibilidades que va desde el manejo del tiempo de forma más tranquila o un menor esfuerzo por mantenerla… ¡Está equivocado, muy equivocado! Este tipo de relaciones demandan calidad y cantidad de tiempo en su mayoría ilimitada. Exigen la exposición de cada uno de los actos que lleva el día, empezando por el despertar seguido del mensaje de buenos días avisando que ya se abrió los ojos y que se pasará la ducha. En este tipo de “romances” se debe contar cada detalle del día, hablar de lo que se piensa de lo que gusta y lo que no y enviar fotografías para sustentar el hecho. Y saber que la noche es el momento del día preciso y correcto para hablar de esos detalles, olvidarse del sueño y el cansancio porque de esas horas de insomnio depende en gran medida la supervivencia de la relación. Pero estos “mínimos” esfuerzos no son ni la tercera parte de lo que en realidad es tener un amor a distancia. Al principio y por la novedad se pasa muy bien se habla de todo se comparten gustos y se promete amar sin miedo y sin temor. Y esperar el tiempo que sea necesario al ser amado. Pero la magia, el encanto o las promesas vanas (llámelas como quiera) solo son para el inicio, después de la primera semana o si tiene suerte hasta la tercera, uno tiene que enfrentarse al miedo, los celos, la desconfianza, la inseguridad… … … … (y demás). Todas esas promesas de espera y de confianza se rompen por spam, cuando por algún motivo el tiempo no alcanza, uno se ocupa y no aparece cuando el otro quiere, o sencillamente quiso reponer horas de sueño y está feliz de la vida soñando en su almohada mientras el otro se taja el cerebro imaginándose cada escena de engaño y traición que haya visto en la televisión o de las que sepa y le hayan contado. Pero hay algo peor, los amigos. Esas maquinitas con lengua larga y voraz que por envidia infectan al otro de su veneno y luego lo dejan solo para que explote con el más inocente (uno). Porque el que aconseja o calumnia no pierde… Y empieza a crearse una mutación en el otro , de ser amable dulce y comprensivo, se transforma en Hulk y cuando tu apareces de nuevo no encuentras a tu amor sino al mutante que no habla sino grita, y al que no le entiendes lo que dice porque habla tan rápido que parece hablar en lenguaje sith. Y allí empieza a derrumbarse la supuesta confianza, porque bien dicho está que el celoso sufre no por lo que ve sino por lo que se imagina ¿Qué queda después de estos ataques desenfrenados de celos? Esperar que el individuo se calme, que entre en razón y dar todas las explicaciones posibles y muy convincentes. Y si tienes imágenes y videos con hora y fecha… ¡ESTAS SALVADO! Como consejo práctico, si usted tiene un amor a distancia nunca salga de su casa sin Su cámara fotográfica o su celular y así evitará malos ratos. Pero si se le da la oportunidad de desquitarse de ese acto de desconfianza, cuando su pareja sea quien no aparece, no la busque, piérdase de nuevo y esta vez no podrá reclamar. Amor a distancia = fidelidad a prueba de tecnología On twitter @Issa_QuintinTwittear