Una de las frases que más se escuchan en la consulta médica es la del paciente que cree que su temperatura basal es menor de la habitual y que pase lo que pase nunca tiene fiebre, eso sí, sólo que aumente a 37ºC por ejemplo, él o ella ya se encuentran mal, porque…claro…como yo nunca tengo fiebre…
Pues siento desengañarte querido futuro paciente, porque si no tienes fiebre nunca es debido a que no has presentado una patología que la provoque. Si algún día te ataca una bacteria o un virus capaz de provocarte una neumonía o una pielonefritis (por poner algún ejemplo), no te preocupes que el aumento de tu temperatura será tan alta como la del resto de los mortales.
Fisiológicamente la temperatura corporal varía, siguiendo un ritmo circadiano, en 0.6ºC a lo largo del día, siendo más alta al final de la tarde.
La temperatura se puede medir en diferentes partes de nuestro cuerpo presentado alguna pequeña diferencia según cual elijamos, por ejemplo la oral es 0.5ºC superior a la axilar y la rectal entre 0.5 y 1ºC mayor que esta última.
Nuestro cuerpo tiene una temperatura interna de 37ºC y externa de 33,5ºC. En el termómetro lo habitual es que la encontremos entre 35ºC y 37ªC; cuando aumenta pero no llega a38ªC consideramos que la persona presenta febrícula y cuando alcanza los 38ºC, fiebre.
¿De qué depende nuestra temperatura corporal?
En nuestro cerebro tenemos una zona llamada hipotálamo que es el encargado de regularla (actúa como un termostato). La regulación se produce a base de cambios metabólicos a nivel, entre otros, del sistema muscular y hepático. Cuando una sustancia pirógena llega al hipotálamo uno de los cambios que provoca es una vasoconstricción general para disminuir la pérdida de calor que ocasionará, entre otras cosas, escalofríos. En el momento en que la sangre que irriga al hipotálamo llegue a la temperatura habitual, se iniciará la pérdida de calor mediante la vasodilatación y nos encontraremos con sudoración, además de cambios a diferentes niveles más específicos.
Esos pirógenos de los que he hablado pueden ser externos a nuestro organismo (virus, bacterias…) o internos (de nuestro propio cuerpo) como respuesta a las externas (Factor de Necrosis Tumoral, Interleuquinas….).
Las principales causas que harán que nuestra temperatura corporal aumente son: infecciones, inflamaciones, neoplasias, enfermedades del tejido conectivo, fármacos, drogas (cocaína)…y entre otros factores el cómo sea la fiebre, su ritmo de presentación, la duración, etc, nos darán una idea de cuál es la patología que la está provocando, porque ante una enfermedad determinada todos reaccionamos de la misma manera.
La fiebre no es una enfermedad, simplemente es un síntoma que nos indica que algo no está funcionando como debería y nuestro organismo ha necesitado activar determinados procesos metabólicos para enfrentarse a los problemas con los que se ha encontrado.
Por cada 1ºC de aumento de temperatura corporal (a partir de los 37ºC) nuestro metabolismo basal aumentará en un 10-12%, lo que puede ocasionar graves consecuencias en las personas que presentan una insuficiencia cardiaca o pulmonar.
A partir de los 40ºC se empieza a producir una desnaturalización de las proteínas que forman nuestro organismo y se liberaran citocinas, activándose así la inflamación que si persiste en el tiempo provocará una disfunción celular que puede llevar en última instancia a una insuficiencia de la mayoría de los órganos. Se produce también un aumento de la demanda de oxígeno y del gasto cardíaco, alteraciones renales y hepáticas que en caso de persistir provocaran una CID (coagulación intravascular diseminada) que puede ser mortal.
Estos serían signos de alarma en una persona febril:
- Estado mental alterado
- Cefalea o rigidez de nuca
- Petequías (pequeñas hemorragias cutáneas)
- Hipotensión
- Taquicardia (aumento de la frecuencia cardíaca)
- Taquipnea (aumento de la frecuencia respiratoria)
- Temperatura mayor a 40ºC
- Viaje reciente a zonas endémicas de determinadas enfermedades
- Administración reciente de fármacos inmunosupresores
La fiebre ayuda a nuestro organismo a luchar contra determinados virus y bacterias que viven mucho más cómodamente a 37ºC que a temperaturas superiores. Hay estudios que demuestran que no siempre es conveniente disminuirla porque además estimula nuestro sistema inmunitario, por lo que en conjunto consigue acortar la duración de las enfermedades.
Así que recuerda: si estás sano y tu hipotálamo funciona bien, no te preocupes que cuando la necesites tendrás fiebre.
Este post va dedicado a mi hermana Begoña que a los seis años aprendió a decir: anfetaminas y en general isopropilaminas…
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