Revista Libros
«Un importante ejecutivo (ruso) petrolero organizó una "fiesta de la nostalgia de la Unión Soviética" en un castillo de las afueras de París en verano de 1994. La ironía era espectacular: conmemoraba el sistema cuya caída le había granjeado un patromonio inconcebible. Alrededor de la fuente del jardín de la mansión, campesinos franceses vestidos de agricultores de colectividades soviéticas de los años treinta daban vueltas en tractor.
Los altavoces emitían canciones heroicas de la época soviética que exortaban al proletariado a incrementar su productividad. Debajo de las batas verdes y los uniformes del Komsomol soviético con los que iban disfrazados, los invitados vestían ropas de los diseños más costosos. En el vestíbulo les daban la bienvenida una hoz y un martillo cuidadosamente colocados entre dos enormes pabellones que cubrían la mayor parte de la fachada del castillo. En el interior, entre las fuentes de champán y las rayas de cocaína dispuestas y listas para esnifar, circulaban mujeres con unas minifaldas que dejaban ver sus nalgas, que de vez en cuando se contorsionaban al son de Defensores del sitio de leningrado y otros himnos. Los retratos y bustos de Lenin, Stalin y Breznev parecían contemplar con desprecio la bacanal antiproletaria que satirizaba su memoria.»
"McMafia. El crimen sin fronteras", de Misha Glenny
Ediciones Destino. Barcelona 2008.
Traducción de Joan Trujillo
pág. 86-87