Revista Cultura y Ocio

Fiesta - Ernest Hemingway

Publicado el 16 septiembre 2024 por Elpajaroverde

No me preguntéis por qué, pero hay autores que nos salen al paso. Nos hacen guiños. Nos piden ser leídos. De repente, comenzamos a encontramos con obras suyas con una frecuencia más corta de la habitual. Algún comentario sobre las mismas nos llama la atención cuando, hasta entonces, ningún interés nos había producido. Nos encontramos con alguna referencia suya en alguno de los libros que leemos. Tenemos noticia de que algún escritor o escritora que nos gusta mucho admiraba a ese autor, de hecho, no es la primera vez que me ocurre que siento que un escritor me recomienda a otro o incluso algún libro en concreto. Así, el nombre de Ernest Hemingway y su importancia literaria los conozco desde siempre. Nunca, sin embargo, me había planteado leer nada suyo. Ya no recuerdo qué migas de pan me arrojó desde el más allá el escritor estadounidense ni dónde las encontré. Sí recuerdo que Carson McCullers habla de él en Iluminación y fulgor nocturno y que, recién terminada la lectura de ese libro, una mañana de rastro dominical recién estrenado el 2022, me topé con un ejemplar viejuno de segunda mano con varias obras del Premio Nobel de Literatura de 1954. Esa fue la señal definitiva. Ya no pude ignorar más su llamada. Evidentemente, me llevé a Hemingway y a sus cuatro obras seleccionadas a casa.

Las cuatro obras que contiene mi viejo (y por otra parte, dado su estado de conservación, bastante nuevo) ejemplar de Planeta son: Fiesta, Adiós a las armas, Al otro lado del río y entre los árboles y El viejo y el mar. Si yo hubiera tenido que elegir un título de Hemingway para leer probablemente me hubiera decantado por Por quién doblan las campanas o por El viejo y el mar. El primero, ni siquiera está incluido en mi libro -cosa que me extrañó y me sigue extrañando-; el segundo, viene en último lugar. Claro está que no estaba obligada ni a leer todas las obras que contiene mi ejemplar ni a hacerlo por el mismo orden en que el mismo las presenta. Claro está que, metódica como soy, las iba a leer, si bien no seguidas, sí por el orden en que vienen en el libro. Pero hete aquí que no me apetecía leer Fiesta. No me hubiera importado probar con Adiós a las armas. El título Al otro lado del río y entre los árboles no me sonaba de nada y precisamente por ello me llamaba la atención. El viejo y el mar -como ya he dicho- sí lo quería leer. Pero mi libro empieza por Fiesta y no me apetece leer Fiesta. Y ahí va quedando el libro, relegado, que no olvidado, porque de tanto en tanto me he ido acordando de él (sin más y porque sí o por nuevos guiños como cuando Rosa Montero me habló de Hemingway en El peligro de estar cuerda) en plan: quiero leer a Hemingway, no me apetece leer Fiesta; quiero leer a Hemingway, no me apetece leer Fiesta. Y entonces, algo más de dos años y medio después de haber adquirido el libro (lo cual es mucho para alguien que, como yo, está muy lejos de practicar el tsundoku), pasó lo que pasó y que os conté hace un par de reseñas y me dije: vámonos de fiesta, vámonos de Sanfermines.

Fiesta - Ernest Hemingway

Creo que si no me apetecía leer Fiesta era precisamente por tratarse de una novela ambientada en los Sanfermines y por no saber más de ella que el hecho de que es una novela ambientada en los Sanfermines. De todas formas, de sobra sé que un buen escritor puede hacer que me apasione por el tema más insospechado. Mucho dudaba de que el señor Hemingway consiguiera reclutarme para sumarme a su afición taurina o enrolarme en algún tipo de festejo similar a los Sanfermines (con todos mis respetos a quienes sí gusten de ellos), pero sí que estaba abierta a dejarme fascinar por lo que quisiera contarme a través de los mismos.

Fiesta narra el viaje y estancia en Pamplona de un grupo de amigos estadounidenses afincados en París para disfrutar de las fiestas de San Fermín allá por los años veinte del pasado siglo. Está dividida en tres partes o libros. El primero de ellos -a saber por qué- me trae reminiscencias de , de Cesare Pavese. El segundo y más extenso, que narra la historia desde que los personajes llegan a España hasta que terminan los Sanfermines, hace que al principio me acuerde del Benidorm de Sylvia Plath y de la Ibiza de Janet Frame. Lejos está Pamplona del Mediterráneo, pero supongo que, aunque con algunos años de distancia, la visión que pudiera tener otra estadounidense y una neozelandesa de España, ha influido en la asociación. En el tercer libro, más breve aún que el primero, sabremos de la 'resaca' de algunos de los personajes tras la 'fiesta'. Lo que yo voy sabiendo de esta novela es lo que sigue.

La novela comienza presentándonos a Robert Cohn y contándonos que había sido boxeador. Pienso por tanto que tal vez se trata del protagonista y me apunto mentalmente que su vinculación con el boxeo puede ser importante en el posterior desarrollo de la trama. Me intriga el narrador. Se implica en sus opiniones sobre Cohn, lo que me lleva a pensar que su voz no es una mera figura narrativa sino que está relacionada con la trama o los personajes del libro. Pronto descubro que se trata de un amigo de Cohn y que responde al nombre de Jake Barnes. También conozco poco después al resto del grupo, que se completa con Brett Ashley, Bill y Mike. De ellos, Brett es la única mujer. Ha estado casada con un aristócrata y próximamente va a casarse con Mike, que está arruinado. Cohn es escritor, Jake es periodista y Bill no sé muy bien a qué se dedica.

Jake y Brett se conocen desde la Primera Guerra Mundial. En el prólogo de mi libro Carlos Pujol cuenta que durante la contienda Ernest Hemingway, que destinado a Italia conducía una ambulancia en el frente, fue herido por un obús en ambas piernas. Durante la convalecencia se enamoró de una enfermera norteamericana con la que albergó deseos de matrimonio que no fructificaron. Pujol cuenta que esa experiencia es la base del personaje de Catherine en Adiós a las armas. No puedo evitar pensar al leer Fiesta que en ella está también el origen de Brett. Sobre ella y Jake pulula una especie de amor frustrado que no se puede realizar. La obra de Hemingway (me refiero a su obra en general y no a esta novela en particular) no es autobiográfica, pero me da que hay en ella muchos guiños a su vida personal.

El grado de amistad entre los diferentes miembros del grupo difiere. Algunos se conocen desde hace tiempo. Otros se acaban de conocer. Surgen desavenencias, incomodidades, descortesías, desabrimientos, celos.

El hecho de que Jake sea el narrador, que cuente lo que presencia, lo que le cuentan y que sean sus pensamientos los que se ven reflejados en la novela lo hace destacarse como protagonista. Sin embargo, toda la trama de la novela orbita alrededor de Brett. Es este un personaje que al principio me confunde un poco (en realidad, a todos los personajes tardo en cogerles el punto), pero que termina por revelarse como uno de los más complejos. Vive un gran conflicto interno y sufre por ello. Se debate entre sus incontrolables impulsos ( "No puedo evitarlo. Nunca he sido capaz de evitar nada") y la moral dictada por los roles de género.

El resto de personajes, a excepción de uno, son secundarios, apenas meras comparsas. Entre ellos destaco a Montoya, un empleado del hotel en el que se alojan los amigos. Es un gran aficionado que trabaja en un hotel que todos los años acoge a muchos aficionados y a muchos toreros. "Afición significa pasión. Un aficionado es alguien que se apasiona por las corridas de toros". Un aficionado es, por tanto, alguien que vive las corridas de toros con auténtica pasión. No todos los aficionados son aficionados de verdad. Montoya es un auténtico aficionado. Jake Barnes también lo es. Igualmente, no todos los toreros son toreros genuinos. La confrontación entre la emoción auténtica y la falsa emoción es una constante en esta la novela cuando se habla de las corridas de toros.

Pedro Romero es un torero auténtico y es la excepción a la que me refería en cuanto a personaje que no forma parte del grupo original pero que sí tendrá relevancia en la trama. Es curioso cómo este torero genuino -y también muy joven- escapa en parte de la imagen que se espera de un torero. En una de las primeras conversaciones que mantiene con Barnes, por ejemplo, llega a medio disimular que conoce su idioma. "Quedaría muy mal que un torero hablara inglés". "No les gustaría. Los toreros no son así". Al final, sin embargo, resultará no estar tan adelantado a su tiempo ni ser tan diferente del resto.

Hay algunas cosas y detalles que me van llamando la atención durante la lectura. Por ejemplo, la preocupación que muestran los miembros del grupo que nunca han asistido a una corrida por que les pueda impresionar lo que les ocurre en ella a los caballos, por no poder resistirlo (ellos, no los caballos), mientras que no hay ninguna manifestación por lo que les va a ocurrir a los toros. Más que llamativa me resulta la inquina mostrada en más de una ocasión hacia los judíos y hacia los ingleses, muy especialmente hacia los primeros. Menos recurrente es el tema de la religión, pero recuerdo al menos un par de brevísimos intercambios dialécticos entre Jake y Brett en los que queda patente la fe del primero y la falta de fe de la segunda.

Me gustan las descripciones de Ernest Hemingway. Me gustan sus diálogos. Me gusta cómo escribe, aunque no puedo señalar nada destacable en su estilo. Me gusta lo que me voy encontrado a lo largo de la lectura que me da que pensar. Estas son algunas cosas que he subrayado:

"Tenía todo el aspecto de ser una filosofía inteligente. Dentro de cinco años, pensé, me parecerá tan estúpida como cualquiera de las otras filosofías inteligentes por las que había pasado.

Sin embargo, tal vez no era cierto. Tal vez uno aprendía algo a medida que pasaban los años. No me importaba el sentido de la vida. Lo único que quería era saber cómo vivir. Tal vez si uno descubría cómo vivir podría deducir de ahí el sentido de la vida".

"La moralidad consiste en eso: en las cosas que le hacían sentirse asqueado a uno después. No, eso debía de ser la inmoralidad. Era una opinón muy amplia".

Todos los componentes del grupo (y no solo "ese que está borracho") beben mucho, al menos durante sus festivas vacaciones. En cuanto a mí, me he ido a la fiesta pero no me he ido de fiesta. He sido una espectadora. No me he involucrado. Será que no he seguido el ritmo de los cinco amigos. Será que mi cuerpo no tolera tanto alcohol y que mi ánimo no lo pide. Será que no pertenezco a esa Generación perdida a la que se dice pertenecen los personajes de esta novela -si bien parece ser que el autor los daba por tocados pero no por hundidos (no en vano, el título original de la novela es The sun also rises)-. Y, sin embargo, he disfrutado de mi condición de voyeur. No me preguntéis por qué, pues no acertaría a decirlo. Recién comenzada la novela -tampoco sé por qué- se instaló en mi la impresión de que en un momento dado se iba a desencadenar la tragedia. Sin embargo, no ha sido así (lo cual no quiere decir que en la novela no pasen cosas). Sin embargo, mucho antes de acercarme al final ya tenía claro que no iba a ser así (a no ser que la tragedia consista en cargar con uno mismo, con la propia vida, en, tal vez, querer lo que no se puede tener). Sin embargo, no me ha importado en absoluto que no haya sido así.

Para mí esta novela podría haberse ambientado en cualquier otro escenario que no fueran los Sanfermines (y conste que la ambientación finalmente no me supuso ningún hándicap para el disfrute de la lectura). Supongo que para Hemingway no. Pero, claro, yo no soy una aficionada. Lo que tampoco soy es una mojigata. Sé y acepto que en el mundo hay violencia. Me intereso, además, por ella. Lo que no me interesa es la violencia gratuita, vacía, provocada para generar espectáculo. Como dice un camarero que pasaba por esta novela: "Gravemente cogido [...]. Y todo por deporte, todo para divertirse". No sé, se me ocurren otras maneras de sentirme viva, de conjurar a la muerte. Supongo que son diferentes maneras de ser. Además, pienso que la vida ya proporciona suficientes envites como para tener también que ponerse delante de un toro o ponerse a correr detrás. Prefiero coger la vida por los cuernos que acercarme a los cuernos de un toro o ver cómo lo hacen otros. Los personajes de esta novela, en cambio, admiran la valentía del torero pero luego encadenan días y noches de fiesta alcoholizados y sin apenas dormir; aborrecen del artificio, de la creación de falsa tragedia, de la simulación de quien no es torero auténtico, pero luego su actitud ante la vida responde al consejo de "Coge una trompa. Sobreponte a tu maldita depresión".

Y, sin embargo, me ha gustado lo que me ha contado Hemingway. Y, sin embargo, me he interesado por lo que ha ido aconteciendo en su Fiesta. Y me he quedado con ganas de seguir indagando en su obra. Y ni siquiera me va a hacer falta que me vuelva a hacer guiños o que me tire migas de pan, pues ya tengo el camino marcado. Y bien sé que los planes lectores se desplazan unos a otros y que hay más lecturas pendientes que tiempo de lectura. Y también sé que tener a Hemingway ya en casa le da papeletas extra. Y que donde digo digo, diré Diego. Pero, no me preguntéis por qué, lo que ahora mismo me apetece decir es: hasta algún próximo año, Ernest Hemingway, y hasta alguna próxima fiesta literaria.

Título: Fiesta (contenido en Ernest Hemingway 1954 (Obras selectas de Premios Nobel))

Prologuista: Carlos Pujol

Año de publicación: 1987 (1926)

Nº de páginas: 227 (5-232 de 826)

*La imagen de portada que ilustra esta reseña corresponde a una edición de esta novela más reciente que la que yo he leído, en concreto a la de Debolsillo de 2003, con traducción de Joaquín Adsuar. Igualmente, los enlaces de la ficha bibliográfica redirigen a la página web de la editorial de esa edición. Los datos bibliográficos sí corresponden a la edición de mi viejo ejemplar de Planeta.

Si te ha gustado...


Volver a la Portada de Logo Paperblog