Fiestas y saraos

- ¡Hola Miki! Cuanto tiempo sin dejarte ver. – Saludó sonriente El Cuervo.

- ¡Hola Cuervo! Ya sabes que huyo de estos saraos como de la peste. – Devolvió Miki el saludo, con una cara entre alegre y circunspecta, si caben estos dos matices en un mismo semblante.

- Quién te ha visto y quién te ve. Fuiste muchas veces el alma de estos saraos, como tú los llamas y entonces no te quejabas.

- Es cierto, pero bien sabes que se debía a mi oficio de bufón. Ahora, ya retirado, sólo bebo y bailo por necesidad. Y, sinceramente, no veo la necesidad por ningún lado.

- Te estás convirtiendo en un ser avinagrado y huraño.

- No te diré que no, pero aspiro al menos a que el vinagre sea balsámico. Te aseguro que sé que el problema es mío. No soy tan fatuo como para creerme por encima de nadie (bueno, de algunos sí, tampoco hay que caer en la hipocresía ni en la falsa modestia). Me están fallando las fuerzas que antes destinaba a estos menesteres.

- Te está fallando el oficio y eso se entrena. Pero si ya no vas a ninguna parte, cada vez te costará más. Además, aquí hay gente que se merece tu esfuerzo.

- Error. Aquí hay gente con la que no necesito esforzarme, lo que ocurre es que rodeada de gente que no me mueve a esfuerzo. Y he de reconocer en su favor, que ellos también han renunciado a esforzarse conmigo, lo que les otorga una inteligencia emocional que nunca creí que tuvieran.

- El motivo de esta fiesta bien merece un poco de sacrificio por tu parte.

- El motivo no, los motivadores. Y no es ningún sacrificio estar aquí, el como estoy ya es otro cantar que solo está bajo mi responsabilidad.

- Llena la copa y brindemos por ellos.

- ¡Por ellos!