
Director: David Fincher
En el post de "El efecto mariposa", como siempre, se me quedaron varias cosas en el tintero, como eso de que pudo haber sido también un coming-of-age en la vertiente que más me gusta, es decir la del anti coming-of-age, pero una de las cosas que no se me quedaron en el tintero porque simplemente se me vinieron a la mente después de publicado el post fueron dos escenas de dos obras distintas pero sustancialmente pertinentes. ¿Qué pasaría si Ashton Kutcher se hubiera topado con el Jefe del cartel al que Michael Fassbender intenta convencer de salvar a su esposa en la magnífica "The Counselor"? Es una escena devastadora a la vez que preciosa, muy bien escrita, y que habla, miren ustedes, sobre la imposibilidad de cambiar lo que ya se hizo y que tampoco se puede cambiar de realidad, no se puede escapar de lo que tenemos por realidades más felices (o infelices, pero quién chucha se iría a un lugar peor). There is no choosing, there is only accepting. Chúpate esa, fuerte ¿cierto? Es curioso cómo dos obras tan disímiles puedan tener una conexión tan potente. También recordé esa escena de "Better Call Saul" en donde Saul Goodman le pregunta al pesado de W. W. qué haría si tuviera una máquina del tiempo, si se iría al futuro o si cambiaría algo del pasado, y por supuesto nuestro profesor de química lo corta en seco, le dice que se deje de hablar hueás y le aclara "compadre, tú no estái hablando de estúpidas máquinas del tiempo, estái hablando de arrepentimiento", que en cierto modo es la dicotomía de "El efecto mariposa", la de dejarse dominar por su vertiente más fantástica en lugar de centrarse en su componente más humano y psicológico, existencial y filosófico, que ahí estaba. Pero es lo que es, ya lo habíamos dicho.
Y hablando de realidades... Primero que todo no sé por qué Saber y ganar decidió dejar de subir sus programas en Youtube, ¿cómo mierda puedo verlos ahora? El caso es que cuando dejaron de subirlos me lo tomé con calma, bueno qué le vamos a hacer, pero de repente, así por accidente, me enteré de que Fer Castro, el gran Fer Castro, el maquinón, había vuelto, y más: que logró su centenario, y yo "¡por la conchetumare!", me lo perdí, no me enteré a tiempo, yo, que quería ver su consagración, celebrar a la distancia sus logros, yo que lo vi desde su primer programa con mi abuelo, los dos diciendo "oye este tipo es bueno", creo que Fer estuvo en el último par de programas del otro gran centenario reciente, Ángel Salvador Chacón, y quién sabe quizás Javier llegue a ser otro centenario y ahí estuvo también compartiendo con Fer antes de despedirse. Ya lo veremos cuando regrese para la competencia entre magníficos, estará re buena, esa sí que no me la pierdo, estaré atento, ustedes también vamos.
Y la realidad... Ganó el nazi, era lo esperable, ¿no? Supongo que la sorpresa es que la distancia no fue taaaaaaaaaaaanta como se pensaba. Algunos fachitos ilusos pensaban que iba a ser un demoledor 70-30. Yo, lo confieso, en mi resignación apostaba por un 65-35. Pero lo cierto es que el nazi ni siquiera alcanzó el 60%, sino que un 58% (contra un casi 42%) que si bien es claro y elocuente, tampoco me parece que sea del todo apabullante considerando que Jara parecía no tener de dónde sacar "más" votos luego de la primera vuelta. Como digo, a pesar de la inapelable ventaja, el nazi, me parece, no es que haya logrado convencer a mucha gente de "su" sector, parece que cierta gente de la derecha (o de la centro-derecha, o de los "ni lo uno ni lo otro") prefieren menos a un nazi que a una comunista. Igual comparen estos resultados con los de la elección anterior, en donde Boric sacó un casi 56% y el nazi un 44%. ¿Es taaaan diferente del resultado de hoy? Sí, es terrible y descorazonador que tengamos un nazi de presidente, pero insisto, su victoria no me parece tan arrolladora ni demoledora ni apabullante ni nada similar como se preveía, es decir puede que para la próxima elección este país culiao elija a un candidato mejor, porque dudo que la gente aguante todas las lindezas que el nazi nos tiene preparadas. Eso no quita que se nos vengan cuatro años inciertos y duros, la verdad no sé qué mierda pueda llegar a pasar, no creo que el nazi tenga vergüenza alguna en implementar sus retrógradas ideas morales, políticas y éticas. Muchas cosas pueden pasar. Esperemos que la vida, a nivel individual y personal, vaya mejor de lo que se proyecta a nivel país. Para mí, vaya milagro, aún tengo esperanzas.


















De mi tiempo de lector felizmente compulsivo, como les dije, llegué a leer muchos libros que luego no quise comentar. El club de la pelea fue uno de esos libros, de su autor, Chuck Palahniuk, leí su buena cantidad y no quedé para nada entusiasmado con su obra, solamente puedo salvar Rant, la cual sí comenté y todavía no me decido si me gustó porque fue la primera de este autor que leí o si fue porque de verdad tiene méritos (o ambas posibilidades) considerando las pobres facultades del mismo. Como sea, El club de la pelea pasa por ser una de los libros salvables de Palahniuk, el apestoso a prosa taquicárdica, el escritor cuyos libros son compendios de banal trivia pop disfrazados de argumentos, el supuesto subversivo que repite soflamas sin meter el dedo en la llaga, el anarquista superventas con su truculencia de plástico. El perfecto juguete editorial, la estrella negra que aparece de vez en cuando, tesoro de los editores que logran llenarse los bolsillos con el público más "exigente", el público más "outsider" que busca cosas raras y fuera de norma. No dudo de las buenas-malas intenciones de Palahniuk, tampoco niego que el tipo tiene ideas interesantes, pero dudo mucho de su talento como escritor, de su ética de trabajo, y la deriva de su carrera no me habla de ningún tipo de integridad artística. Como sea, El club de la pelea, sin ser una buena novela, tenía su gracia, tenía cierta intención, se podía leer sin perder la maldita paciencia aunque no faltaran razones. Y es curioso, porque la película de Fincher, "Fight Club", digamos que arregla y ordena (sí, créanlo) de manera decente todo el despelote de información que Palahniuk esparce a lo largo de sus páginas, pero por otro lado, no estoy seguro de que Fincher haya entendido del todo la novela, si es que hay algo que entender para empezar. Lo que pasa es que estoy seguro de que ni Palahniuk se cree o se toma en serio lo que escribió, estoy seguro de que fue un ejercicio autoparódico tan autoparódico que pasó colado y Fincher, por ejemplo, entre un ejército de ociosos sin vida, va y se lo cree, se lo toma en serio, piensa que de verdad está filmando una especie de tratado antisistema. Mientras que Palahniuk, en su novela, no hacía más que reírse de la ridícula deriva personal y existencial de su protagonista, otro oficinista zombi sin vida que justifica su vacío culpando al mundo al universo a la sociedad a-quién-sea y que se inventa toda una locura, ponerse a pelear con extraños pero en un "entorno seguro", que se le escapa de las manos a niveles tan ridículos que, en efecto, da cuenta de cuán imbécil puede llegar a ser la sociedad capitalista, en otras palabras que la cura es tan descerebrada como la enfermedad. Ejercicio autoparódico que tiene su gracia, aunque esté escrito de un modo desordenado e irritante, al menos ponía el foco en el protagonista. La película, bien filmada claramente porque hablamos de Fincher, sin embargo, parece quedarse en la superficie del ejercicio autoparódico, ¡se cree el discurso de la infantil doble personalidad del protagonista!, no se da cuenta que su protagonista no es más que un fracasado idiota y lo trata con tanta indulgencia que hasta queda de víctima de sus propias circunstancias en lugar del man-child que no es capaz de enfrentarse de frente a sus propias fantasías hipermasculinizadas. Es decir, la película es entretenida, pero también es bastante tonta, pero nadie dice que no se pueda disfrutar como un tonto con un producto tonto. El libro no es tan tonto como aparenta, pero no es tan entretenido y no está tan bien escrito, o mejor dicho narrado, le falta fluidez y avanza a desconcertantes trompicones, pero no es tan tonto como aparenta. Lo más gracioso es que tampoco es que Palahniuk sea un gran intelectual, un pensador críptico, un crítico y antisocial observador de la realidad, Palahniuk no es Pynchon, Palahniuk no es más que un oportunista con algo más de mala leche que el resto, pero hasta por ahí nomás, por algo es tan fácil de leer (en realidad no, pero se entiende). ¿Mejora la película el libro? En cierto modo sí. En otro modo, no sabe adaptarlo. Raro caso, caso digno de estudio, ya saben, siempre llegan recatados académicos a estudiar las obras de los "under". Bueno pero me desvío. El caso es que Helena Bonham-Carter sorprendió a propios y extraños interpretando a Marla Singer, un personaje tan radicalmente alejado de esas delicadas y tiernas criaturas por las que era conocida hasta entonces que ella parece ser el gran legado de esta película. Ella y ese final, que no les miento, me encanta, canción de Pixies incluida. Pero ahí está la cosa: puedes hacer explotar edificios, ok, pero si no sabes por qué ni tienes la menor puta idea, ¿valdrá la pena de algo?, ¿tendrá algún significado? Porque los edificios se pueden levantar cuantas veces quieran los ricachones, dinero no les va a faltar, pero el paradigma, el zeitgeist, ¿de verdad puedes hacerlo explotar? Eso, ver esta película es como ver a un grupo de boy scouts jugar a ser revolucionarios anarquistas: ponen unas bombas en la noche, a la mañana se marcan en el reloj control de la empresa para la que trabajan. Bravo, un aplauso. Fincher saca pecho, Palahniuk, al menos, se ríe de todo eso (creo). Y claro, "Fight Club", que se puede ver porque es entretenida. Y la dan este martes 16 en el Normandie a las 19.30, pero sacando capturas me convencí: para qué ir a verla.
