Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto (1)
Hay tiempos mejores y tiempos peores pero lo que no se puede negar es que hay tiempos mas felices en la vida y esos días suelen coincidir con momentos en los que somos inocentes.
Cuando la vida aún no te ha dado palos, cuando aún no has fracasado y ni siquiera eres consciente de lo que te espera agazapado tras esa figura que parece que nunca va a llegar y sin embargo siempre presente: el futuro.
Consevar la inocencia no es una cuestión de edad y el tópico de que hay niños que parecen ancianos y ancianos que parecen niños agarrados a los pies de Peter Pan es una realidad indiscutible. Toda pérdida de inocencia lleva asociada una experiencia vital propia o de alguien cercano cuya vida tiene impacto en la nuestra y que puede producirse en cualquier momento, especialmente en aquellos en los que ya hemos desarrollado la capacidad de razonar e interiorizar.
Los jóvenes de esta película van a verse obligados a crecer deprisa, el protagonista masculino va a dejar de ver esa guerra a la que está a punto de ir como una aventura casi cinematográfica y va a verla como algo trágico que puede arrebatarle la vida, el amor que acaba de conocer , la diversión y el futuro. La joven enamorada capaz de asumir como real una mentira con tal de no defraudar al chico que ama, ve como éste va a irse y existe el peligro de perderlo. Y el amigo egoísta que utiliza a las personas abusando de su amistad da la sensación que sólo espera que llegue el día siguiente y que no va a cambiar nunca, probablemente porque perdió a su madre siendo muy joven, perdiendo la inocencia en una edad en la que debería disfrutarla .
“Adios a la inocencia” es una deliciosa película y a la vez sencilla y emocionante, dirigida de manera sobria por Richard Benjamin e interpretada por unos jovenes Sean Penn y Nicholas Cage que ya apuntaban lo que serían en el futuro, grandes actores, uno muy sobrio y el amigo Cage con cierta tendencia a la sobreactuación algo que público y crítica le han reprochado con frecuencia. El papel femenino recayó en Elisabeth McGovern, recién salida de "Erasé una vez en América" y que con su particular belleza y esos profundos ojos azules hace que el público enseguida entienda la fascinación del personaje de Sean Penn por ella.
La película se mueve entre la comedia romántica y el drama con solvencia, reservando buenos momentos para ambos enfoques. No voy a desvelar demasiado acerca de dichos momentos ya que creo que esta es una de esas películas que no ha visto demasiada gente, hace muchos años, pero muchos que pasó por televisión, tantos que recuerdo haberla grabado en VHS en su momento y el otro día supuso una gran alegría encontrarla en DVD por 6 euros de nada en FNAC
Uno de los indicadores que suelen marcar cuánto me ha gustado una película es el hecho de que me gustaría saber mucho más de los personajes una vez finaliza la película y ésta es una de esas películas en las que me gustaría saber qué les ha pasado, sí se han acabado casando, sí tienen niños, sí son felices...el cine a veces es cruel y nos da secuelas de películas que no lo merecen y se olvida de otras que algunos estamos deseando ver...claro que el hueco siempre podemos rellenarlos con nuestra imaginación.
Ah y pese a la pérdida de inocencia que se produce en nuestra vida...el mensaje esperanzador es que siempre queda algún tren al que agarrarnos...ya sea literalmente o ya sea en forma de metáfora
(1) Dickens, Charles: "Historia de dos ciudades"