"Una fuerza no sobreviviría, si antes no tomase en préstamo la faz de las fuerzas precedentes contra las que lucha. Por eso el filósofo sólo puede nacer y crecer, con alguna posibilidad de sobrevivir, teneindo el aire contemplativo del sacerdote, del hombre ascético, religioso que domina el mundo antes de su aparición. Que tal necesidad pesa sobre nosotros, no sólo lo testimonia la ridícula imagen que nos hacemos de la filosofía: la imagen del filósofo prudente, amigo de la prudencia y de la ascesis. Pero aún más, la misma filosofía no arroja su máscara ascética a medida que crece: en cierto modo, debe creer en ella, no puede más que conquistar su máscara, dándole un nuevo sentido en el que finalmente se exprese la verdadera naturaleza de su fuerza anti-religiosa."
Deleuze, Nietzsche y la filosofía (1967). Barcelona, Anagrama, 1986, págs 12-13.