Revista Salud y Bienestar

Fimosis y para fimosis

Por Pedsocial @Pedsocial

Supongo que no voy a sorprender a nadie afirmando que el órgano sexual masculino humano, el pene, es un órgano social. O sea que además de su función de conducción de las excretas urinarias, su uso más común tiene que ver con las relaciones sociales. También las reproductivas, pero eso es menos común y esporádico, ¿no?.

Para su función se requiere su integridad física y funcional, el correcto equilibrio de sus proporciones con las contracciones de los plexos cavernosos y el flujo sanguíneo dependiente de estímulos neurohormonales, de respuestas activas y pasivas que, además, contribuyen a la progresión de las emociones de sus propietarios y, también de sus parejas. Órgano social por antonomasia.

No debe sorprender entonces que a lo largo de la historia de la humanidad haya despertado el interés de todos, pero especialmente y además, de los que detentan o detentaron algún poder y con ello control social.

Lamentablemente en algún momento algún prócer desgraciado que no sabía bien que hacer con su distracción favorita se vio afectado por un doloroso fenómeno al que hemos dado la denominación de parafimosis. Fimosis, como sabéis, se refiere a la estrechez relativa del orificio exterior del prepucio, la extensión de piel que cubre el extremo del pene, el glande. Los anatomistas lo llamaron glande porque les recordaba la forma de las bellotas, glans, en latín. A los ciudadanos poco rurales les puede suceder que, y al contrario, cuando ven una bellota, les puede parecer que tienen aspecto de pene. Bien deletreado, porque el glande no es “grande”, y en reposo, más bien pequeño, comparativamente. La piel que cubre el glande, el prepucio tiene un orificio de reducido diámetro que, en las edades tempranas de la vida apenas puede permitir deslizar el tal prepucio para hacer emerger el glande, ¿verdad? A eso se dio en llamar fimosis que viene a decir que es estrecho. Si no se dilata con cuidado, en edades posteriores y cuando el órgano alcanza un mayor tamaño, deslizar el prepucio puede ser no sólo dificultoso, sino incluso formar un anillo por el que apenas cabe el glande, fenómeno doloroso y no fácil de revertir: la parafimosis. El mencionado prócer probablemente dio en intentar, literalmente, cortar por lo sano dando con ello origen a la idea de que para fimosis, o para la fimosis, había que tajar y promovió que tal maniobra se extendiese a todos los miembros de los miembros de su comunidad. Y por si había las naturales resistencias, lo convirtió en obligación religiosa. Maldita costumbre de extender a todo el mundo lo que son problemas de uno. El fenómeno se popularizó entre las culturas de lo que luego se ha conocido como Oriente medio hasta convertirse en una cuestión de vida o muerte, porque unas y otras culturas completaban la circuncisión con algunas diferencias. Tal relata primorosamente en una de sus novelas sobre corsarios Arturo Pérez Reverte: cuando se abordaba una nave y los corsarios del rey hacían prisioneros, lo primero era bajarles los calzones. Si estaban enteros, identificados como cristianos podían optar a incorporarse a la fuerza de sus captores. Si estaban bien y completamente circuncidados, se identificaban como adeptos a la fe mosaica y entraban a formar parte de la nómina de los remeros de las galeras. Si la circuncisión era más o menos incompleta, los identificaba como hijos de Alah y, en tal coyuntura, eran invitados a saltar la borda con algunos acerados estímulos de lanzas y espadones, para servir de pasto de los peces, que también son de Dios. Tales prácticas entraron en desuso, pero nadie nos puede asegurar que no se reactiven de nuevo, habida cuenta la desgraciada situación política del arco mediterráneo inferior.

Los recientes movimientos migratorios han devuelto actualidad a las integridades prepuciales y su, literalmente, manejo. Los pediatras sociales deben prestar atención a lo que los prepucios representan para ciertas culturas e intentar conocer las preferencias, para defender que tales prácticas no produzcan daños físicos o de otra índole a los niños. Y para contribuir a racionalizar, si eso es posible, las mentalidades de padres en vías de occidentalización. Con los clérigos más interesados en manosearles el pene a los niños, cualquiera que sea su intención, hay poco que hacer.

X. Allué (Editor)

NOTA: de este tema ya hemos hablado antes en https://pedsocial.wordpress.com/2011/07/05/mutilaciones-genitales-y-otras/

Fimosis y para fimosis

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