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Fin de algo

Publicado el 31 diciembre 2013 por María Mayayo Vives
La medida del tiempo es una de las cosas más subjetivas que existe pretendiendo ser una de las más objetivas. Aunque las acotaciones sean necesarias. Parece ser que las personas necesitamos tener la sensación, de vez en cuando, de que algo termina. En cierto sentido, es la manera de hacer balance, porque termina un año o porque llega un momento en que mirar hacia adelante causa más vértigo que recogerse en el pasado. Algo en lo que empieza a convertirse el 2013. Dentro de unas horas, nos levantaremos diciendo: esto se acaba, entendiendo por "esto" absolutamente nada, aunque parezca que hay algo que se deja atrás. Quizá ese infierno que dicen que hemos abandonado cuando la sensación general es que queda todavía mucho purgatorio.
Para Mariano Rajoy, las fases de lo que él entiende por la redención de este país se enmarcan exactamente en ciclos de 365 días. Así, midiendo la crisis de acuerdo al movimiento de traslación terrestre, 2012 fue el año de los ajustes, 2013 ha sido el año de las reformas y 2014 será el año de la recuperación, que, sin lugar a dudas, empezará a tomar forma tan pronto como la Osa Mayor se sitúe sobre el nordeste junto a la estrella Polar. Pero el Gobierno de Mariano tan pronto computa balanceándose al arbitrio de las constelaciones como observándose el ombligo y, en ese caso, un total de 133, convierte al año 2013 en el año del escrache. Si mirasen el ombligo del resto del país, parece más el año de los parados, con seis millones; de los desahuciados, con más de setenta mil; o del hambre, la corrupción y la miseria en cantidades que no se pueden contabilizar. Visto así, el resumen de su media legislatura, más que una cuestión estelar, es sólo cuestión de lo gorda que a cada uno se le haya hecho la borra umbilical. Y, aunque la pelusa del ombligo gubernamental voló casi antes de formarse mientras que la nuestra empieza a hacer metástasis, a cada cual, le importa lo suyo. A ellos, lo que los estorbamos; a nosotros, lo que ellos nos estorban. Sin cambios a la vista.
Por tanto, 2014 podría ser el año de la recuperación o el año en que seguiremos preguntándonos: ¿y a nosotros cuándo nos toca?. El 31 de diciembre de 2013 podría ser el fin de la reforma integral del país o sólo el fin de un año con el que no se acaba nada más que las hojas del calendario. Lo que en ningún caso traerán ni el fin de 2013 ni el año 2014 es el término de este Gobierno que se sienta a comer en la mesa de los mayores y de refilón mira a la mesa de los niños para asegurarse de que no dejamos nada en el plato. Ese Gobierno que nos reparte pan con pan pidiendo que nos imaginemos lo que hay dentro. Ese Gobierno que mira para otro lado cuando son los propios ciudadanos, las asociaciones, el voluntariado el que sirve la mesa que no le toca servir. Ese Gobierno, la tropa de la recuperación, que se hace el distraído sabiendo que lo que no mata engorda y que esta política de austeridad que pretenderá que sigamos comiendo no nos está engordando.
¿Hay motivos para brindar? Díganmelo ustedes.
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