La noticia ha aparecido hoy en todos los medios de comunicación. A pesar de que tenía días negros y días rojos en su haber, él todos los había vivido con el mismo afán hasta el último segundo de sus 24 horas, era lo único que verdaderamente se había tomado en serio. Mientras los días se le pasaban asumiendo horarios que otros habrían rechazado, las actividades siempre le estaban esperando y tenía que darse prisa para que no se le acumulasen. No se dio cuenta que la vida se le escapaba como un suspiro volando entre las muchas hojas del calendario, y ahora ya solo le quedaba una, la última, la que le avisaba de su cese. Adelgazaba, se escurría por cualquier fisura, terminaba. Sus manos le temblaba y un sudor frío le cubría el rostro. Era tarde, tarde para empezar una nueva vida, tarde para aprender a hacer algo diferente, tarde porque hasta su neurona más profunda estaba entrenada en una sola dirección, era tarde para rebobinar. La desazón empezó a rumiar su interior, veía el final de su etapa y el abismo a sus pies.
El tren siguió el camino de la vida por una nueva vía. ©María Pilar