Estos días entre el final de curso que se acerca, los preparativos de la inminente graduación de mi hija mayor (ahora cuando los niños acaban el ciclo de educación infantil se celebra con ceremonia y fiesta), el disfraz para la obra que representará tal día, el conjunto para la foto de la orla, el baile del musical de cierre de curso de mis dos criaturas… me invade la sensación de que hay que preparar mil cosas y no sé si lo disfrutaré plenamente cuando llegue cada momento especial.
La semana pasado mis dos criaturas actuaron junto a sus compañeras para celebrar el fin de curso de la clase de baile moderno. Una cosa sencillita, sin mucha complicación, pero que ha sido como el chupinazo de los Sanfermines. Hasta el “Pobre de mi” nos queda un largo recorrido. Sólo de pensar en todo lo que tengo que hacer-comprar me entra angustia. Y no quiero que me domine esa sensación porque es antitética del disfrute y del placer. Quiero vivir todo esto con intensidad, para ella es importante y para su orgullosa madre también.
Como ha cambiado todo. Cuando yo era pequeña hacíamos la función de Navidad y gracias. Creo que los nuevos tiempos nos hacen involucrarnos más en la educación de los niños y en su vida en el colegio - participamos en talleres en clase y hay padres que hasta representan obras teatrales para ellos-, pero corremos más y no sé si lo saboreamos como el momento merece. Sobre todo las mamás trabajadoras y eso que yo tengo un horario que me permite estar bastante tiempo con mis hijas. Pero no dispongo de tanto como para dedicarle horas a la elaboración de un disfraz y recorro tiendas con la esperanza de dar con el modelito. Eso le quita artesanía a lo mío, pero espero que no méritos a los ojos de mi niña.
A toda esta sensación de ser una mamá a la carrera hay que sumarle mi temperamento: soy muy nerviosa y perfeccionista y no dejo nada a la improvisación. Siempre pienso en un plan B por si a la niña se le rompe el disfraz o se le mancha el vestido de la graduación. Eso es ser previsora, sin rozar el catastrofismo, espero.
Y por si tenía poco me he ofrecido para encargarme del regalo de la maestra, algo que me hace sentir más presión. Porque en este punto he pedido sugerencias, aportaciones… y me he encontrado con cierta sequía entre el resto de padres y madres.
Mi hija mayor también hace un número de natación, al final de tanta fiesta escolar. Es la última exhibición, la traca final. Si esto fuera una película me tiraba a la piscina con mi sirena. Una sirena graduada.