Revista África

Fin de la rebelión del M23 en el Este del Congo

Por En Clave De África

(JCR)
El pasado 25 de octubre el ejército de la República Democrática del Congo (conocido por sus siglas FARD) sorprendió a propios y extraños lanzando una ofensiva militar que en apenas cinco días consiguió reconquistar casi todo el territorio que los rebeldes del M23 tenían bajo su control desde .finales de abril del 2012. Las localidades en las que el gobierno congoleño ha vuelto a imponer su autoridad: Kibumba, Rutshuru, Kiwanja, Rumangabo, Bunagana… me resultan muy familiares porque durante un año, entre 2011 y 2012, pasé por esa carretera infinidad de veces cuando entraba y salía del país por Uganda. También conocí a numerosos desplazados de esa zona en el proyecto humanitario en el que trabajé con los Salesianos.

Me alegro sinceramente de este éxito militar de las FARDC, que ha conseguido que por primera vez durante los últimos 15 años un grupo rebelde sea derrotado por el ejército congoleño, que ha cambiado mucho durante los últimos meses y ha pasado de ser (por lo menos en el Kivu Norte) una banda de desalmados faltos de todo que huían en desbandada cuando oían el primer disparo a comportarse como una fuerza profesional y motivada. También es la primera vez en ese tiempo que Ruanda no tiene ya una milicia aliada en esta zona de donde se ha aprovechado de mala manera como ha querido. Yo mismo, que suelo estar siempre a favor de soluciones negociadas y pacíficas, reconozco que ante situaciones vergonzantes de abusos contra la población civil, reconozco que hay ocasiones en las que no hay más remedio que echar mano de la fuerza militar, y en este caso el gobierno del Congo ha realizado, tal vez por primera vez, lo que nunca pudo o quiso hacer: garantizar la seguridad de sus sufridos ciudadanos. Ojalá los militares de las FARDC consoliden el buen trabajo hecho con una práctica de respeto a los derechos humanos y la protección de los civiles en los territorios que acaban de volver a ocupar.

Nadie podía imaginarse esto el año pasado en noviembre, cuando el M23 ocupó la ciudad de Goma durante casi dos semanas. Durante el mes y medio que pasé en Goma este año, entre mayo y junio, escuché cómo sus sufridos habitantes sufrieron durante esa ocupación en las que los milicianos tutsis robaron y saqueron todo lo que les dio la gana antes de retirarse bajo una fuerte presión internacional. Desde entonces, empezaron a debilitarse por dos razones: la primera, por luchas internas entre dos facciones , la liderada por Sultani Makenga y la dirigida por el señor de la guerra Bosco Ntaganda, que acabó huyendo a Ruanda y entregándose a la embajada de Estados Unidos para ser transferido a la Corte Penal Internacional de la Haya. Después de esto el M23 sufrió cientos de deserciones. Pero el M23, compuesto por antiguos rebeldes de otro grupo, el CNDP de Laurent Nkunda e integrados en el ejército en marzo de 2009, no podía haber lanzado su rebelión sin el abundante apoyo militar y logístico que le prestó Ruanda, y en menos medida Uganda, por mucho que ambos países hayan tenido la caradura de negar una y otra vez lo que era evidente. La presión internacional de países donantes ante Ruanda ha tenido su efecto, y durante los tres últimos meses empezaron a dejar caer a sus protegidos, a pesar de que tomando como pretexto los daños causados por varios obuses caídos en su territorio, Ruanda enseñara los dientes amenazando con una acción militar que felizmente al final no llegó a producirse. Llama la atención que cuando los soldados gubernamentales entraron el lunes 28 en la base militar de Rumangabo, verdadero cuartel general del M23, a 50 kilómetros de Goma, encontraran toneladas de municiones abandonadas a toda prisa. El jefe de la MONUSCO, Martin Kobler, dijo al día siguiente que el M23 estaba prácticamente acabado.

En todas las localidades de donde se retiró el M23 sus habitantes recibieron a los soldados congoleños como héroes y varios miles de desplazados que habían huido los combates empezaron a regresar a sus hogares. El M23 impuso en estas ciudades durante más de un año su propia administración, cobró impuestos a todos los vehículos que pasaban, recogiendo millones de dólares, y obligó a la población a realizar trabajos forzados. También se le ha acusado de haber reclutado menores de forma forzosa. En Kibumba, 25 kilómetros al norte de Goma, las tropas de la ONU han descubierto también dos fosas comunes en las que se han visto cráneos de niños y vestidos de mujeres y actualmente la MONUSCO ha puesto en marcha una comisión de investigación para saber más sobre posibles masacres perpetradas determinar si esas matanzas las han cometido los rebeldes tutsis u otros hombres armados.

Ha sorprendido el rápido avance del ejército congoleño, que siempre ha tenido fama de ser ineficaz y de haber huido en estampida en numerosas ocasiones. Muchas cosas parecen haber cambiado desde que el año pasado el presidente Kabila nombrara a un nuevo jefe del Estado mayor: el general François Olenga. Él y el coronel Ndala Mamadou han sido los artífices de una nueva estrategia militar en la que han participado comandos de fuerzas especiales, la logística ha estado bien organizada, ha habido coordinación y los soldados han recibido sus raciones y sus sueldos. También ha influido la nueva brigada de la MONUSCO que tiene un mandato ofensivo. Está formada por 3.000 soldados de Tanzania, Malawi y Sudáfrica. Durante los combates, murieron tres militares tanzanos. La MONUSCO ha pasado de ser una misión de la ONU despreciada y mirada con malos ojos por parte de la población local en el Este del Congo a empezar a gozar de su confianza. Ya han anunciado que una vez que terminen con el M23 irán a neutralizar otros grupos rebeldes en la zona. Trabajo no les va a faltar, ya que se calcula que hay en el Kivu Norte por lo menos una docena de grupos insurgentes.

Al mismo tiempo, no se puede olvidar que por mucho que los militares hayan hecho su trabajo, la solución a los conflictos no puede nunca ser puramente militar. Desde finales de noviembre del año pasado ha habido en Kampala conversaciones de paz entre el gobierno dee Kabila y los rebeldes del M23 para encontrar una solución política. Salvo imprevistos, durante los próximos días estas negociaciones deberían concluir. Uno de los puntos más espinosos de las negociaciones era la cuestión de la amnistía, así como un futuro para sus líderes políticos.

Kinshasa se niega a conceder la amnistía a 60 de sus jefes militares, entre ellos el líder supremo del M23 Sultani Makenga, y hacen bien, porque la experiencia reciente ha demostrado que tener criminales de guerra en las FARDC ha sido desastroso. Cuando yo trabajé en Goma, Bosco Ntaganda era el verdadero jefe del ejército y el Kivu Norte estaba bajo el terror de sus hombres, que servían de peones a los intereses económicos y de poder de la vecina Ruanda. Otro punto importante será que la población se reconcilie con los congoleños de origen ruandés, a quienes se ha acusado muchas veces de ser colaboradores del M23. El los dos Kivus hay infinidad de personas de origen ruandés, hutus y tutsis, que son ciudadanos del Congo y que tienen derecho a vivir en paz con sus vecinos. Crear situaciones de discriminación sólo conseguiría que mañana otro grupo volviera a tener un pretexto para lanzar otra rebelión armada. Tampoco hay que olvidar que otros insurgentes en el Este del país, desde las innumerables facciones Mai-Mai, hasta los islamistas ugandeses del ADF o los hutus del FDLR siguen cometiendo ataques contra poblaciones civiles y que también ellos tienen que ser neutralizados y desarmados.


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