He visitado muchas veces Cuenca, pero siempre por un tiempo corto y con objetivos variados. Por ello, aún no había estado tranquilamente en la Serranía de Cuenca, identificando los lugares más emblemáticos que ver en la zona. Aunque volvió a ser tan solo un fin de semana, conocimos el nacimiento del Río Cuervo y el del Júcar; respiramos de nuevo el aire puro de la naturaleza; comimos súper bien; nos hicimos al pueblo donde pasamos las noches y disfrutamos de nuevo de una provincia que siempre nos acoge de maravilla.
Era nuestro primer viaje para descubrir lugares con Luca (8 meses) y la verdad es que todo salió bien. Cuenca no está especialmente lejos de Madrid y el viaje en coche no se hizo muy pesado. Pronto dejamos atrás la gran ciudad y nos adentramos en la Serranía de Cuenca, una de las masas forestales más importantes de toda Europa. Llegamos a cruzar incluso un riachuelo que se había formado en la carretera. Todo muy rural, de nuevo; qué felicidad.
La llegada a BeamudComo era festivo, llegamos al pueblo donde nos alojábamos, Beamud, para comer. Habíamos reservado en el restaurante que nos había recomendado la mujer que nos alquilaba la casa, la taberna de Hansi y Ángeles, donde a pesar de llegar tarde nos sirvieron encantados el menú del día. Todo estaba cocinado con mimo y era casero, un buen comienzo del fin de semana. Acabamos tarde y dejamos caer el día en las escasas calles del pueblo. El viernes solo nos ocupó el descanso, ya que el día fuerte era el sábado.
Visita al nacimiento del Río Cuervo
Aunque nunca me ha gustado especialmente viajar en invierno, es la etapa ideal para visitar lugares como el nacimiento del Río Cuervo, donde fuimos nada más prepararnos en la mañana. La época de lluvia hará que conozcamos el lugar con gran cantidad de agua, formando un paraje único para los sentidos. Por todo ello, en 1999 este lugar fue declarado Monumento Natural. Lo es; desde luego.
La visita es sencilla si no estás preparado para hacer muchos kilómetros. Cerca del parking se encuentra el punto más chulo del entorno del nacimiento: un entramado de cascadas que brotan del terreno formando un paisaje espectacular. Aunque no nos atrevimos a hacer la ruta circular al ir cargados con los bebés, sí que hicimos un trozo. Subimos por el flanco derecho de las cascadas y tras avanzar en una zona más plana, alcanzamos el nacimiento del río. Pero en ese momento, se complicaba un poco la subida y ya retrocedimos.
Como no salimos especialmente pronto de casa esa mañana, al acabar nos dirigimos ya a comer. Hay varias opciones muy cerca del nacimiento que merecen la pena. Elegimos el restaurante Sierra Alta, donde pudimos reservar y no nos arrepentimos. Nos encantó. Probamos platos locales como el ajoarriero y el morteruelo (¡buenísimos!) para reponer fuerzas; y tanto los platos como el servicio nos dejaron encantados. Tras una breve siesta de los niños, pusimos rumbo a nuestro siguiente destino: el nacimiento del Júcar.
La Cascada del Molino de la Chorrera, en la tarde
El tiempo en este momento se torció un poco, pero a pesar de la leve lluvia, bajamos del coche e hicimos el pequeño tramo que te lleva a la Cascada del Molino de la Chorrera, próxima al nacimiento del Júcar (donde no llegamos). Aunque menos espectacular que la visita de la mañana, disfrutamos de la fuerza del agua y el sonido relajante de este efecto natural. Así hicimos tiempo perdidos de nuevo en la naturaleza para acabar el día con muy buenas sensaciones.
Sin querer apurar más, nos dirigimos a casa, donde estuvimos tranquilos y preparamos la segunda noche en la casa, que fue mejor debido a que los pequeños siempre tienen un periodo de adaptación.
Despedida de Cuenca: ¡hasta la próxima!
Ya solo nos quedaba el domingo para aprovechar y dado que el tiempo no acompañaba, el plan era parar en el mirador de la laguna de Uña y a comer en Cuenca. Aunque con mejor clima se podría pasear bordeando la laguna, las vistas desde el balcón son muy chulas. Nosotros paramos rápidamente porque llovía.
Llegamos a Cuenca para comer. Elegimos el restaurante Romera Bistró, una elección ideal para acabar con la idea de que en esta provincia se come increíble. Además el local es moderno y muy agradable; y la camarera nos atendió de diez. Si os apetece probarlo, no dejéis de seleccionar su plato estrella: royal de foie con crumble de setas, que se mantiene en su carta desde los inicios.
No paramos a ver la ciudad, que yo conozco bastante bien, pero tan solo en la calle del restaurante recordamos el encanto de la localidad: sus viviendas de alturas imposibles; el discurrir de los ríos a sus lados; las coloridas y cuidadas fachadas…
Otras visitas que ver en la Serranía de Cuenca
Como tengo la suerte de tener una amiga conquense, ya he visitado la provincia varias veces. En la serranía, visité en anteriores ocasiones la Ciudad Encantada, un recorrido de fantasía entre piedras calcáreas, que gracias a la erosión han formado figuras donde se pueden imaginar multitud de historias. Os recomiendo que hagáis una de las visitas guiadas, pues merece la pena poner lo que veis en contexto.
Otra de las visitas más populares de la Serranía es el Parque Cinegético del Hosquillo, un centro de recuperación de animales accidentados o en peligro de extinción en mitad de la naturaleza e ideal para viajar con niños. Ver osos con relativa cercanía seguro que les encanta.
Por último, no dejéis de visitar el ventano del Diablo, un mirador enclavado en la piedra y que ofrece maravillosas vistas a la hoz del Júcar. No lejos de Cuenca capital, podéis aprovechar para unirlo a esta en un fin de semana. Porque la capital de provincia, si bien es una ciudad importante, también tiene un enclave natural súper chulo y es una maravilla. ¡No dejéis de visitarla!
Datos prácticos
Dónde dormir: elegimos una casa rural de Beamud, bautizada como La casa de Juan, sencilla pero con todo lo necesario para el tiempo que estuvimos en ella. Hace tiempo que mi elección del alojamiento se basa sobre todo en las habitaciones y las camas porque dormimos con el bebé, y para eso se ajustaba perfectamente. Además, la casa estaba muy limpia y ordenada. Beatriz, su dueña, nos ayudó en todo momento e incluso su hermano nos llevó una estufa porque en una de las habitaciones hacía un poco de frío la primera noche, algo que se solucionó en la segunda.
El precio era de 364 euros para dos noches y dos parejas, que está muy bien. Y me gustó porque nos alojamos en una casa más del pueblo, lo que añadió autenticidad al viaje y los días que pasamos en Cuenca. ¡No dudaremos en volver!