Ya estoy de vuelta después de un fin de semana súper romántico en la Ciudad de la Luz y del Amor... Como os imaginaréis, con un montón de fotografías, pies doloridos y muchas risas... Además de haber tenido la suerte y el privilegio también, por qué no decirlo, de asistir a una boda en París. Organización, ambiente, entorno y localización de 10. Toda una experiencia, repetiría con los ojos cerrados.
Vistas desde la Torre Eiffel
Pastisserie
Sacre Coeur
Arco de Triunfo
Salimos de Madrid a última hora de la tarde del jueves, para llegar a dormir al hotel y aprovechar la ciudad la mañana y la primera hora de la tarde del viernes, porque a las 8 habían organizado un crucero fluvial por el Sena para los invitados a la boda. Asi que visitamos de nuevo la Torre Eiffel (esta vez subimos sólo hasta el 2ª planta porque avisaron de la existencia de niebla), fuimos hasta el Sagrado Corazón (Sacre Coeur) y la Plaza de los Artistas para descubrir que la plaza está ocupada por las terrazas de los cafés que la rodean, y los artistas alrededor de ellas (para mi gusto, ha perdido gran parte de su encanto); bajamos hasta el Moulin Rouge y dimos un paseo por los Campos Elíseos y el Arco de Triunfo. Y corriendo al hotel para descansar un poco y prepararnos para el crucero por el Sena!!
Espectacular. No puedo decir otra cosa. Cuando estuve allí el año pasado me quedé con ganas de montar en un Batobus turístico, para hacer la visita en lugar de en el archiconocido autobús, tener otra perspectiva de París. Pues bien, todas mis expectativas se vieron superadas. Pasar por debajo de los puentes del Sena, (algunos de ellos incluso podías llegar a tocarlos estirando el brazo), ver algunos de los monumentos más emblemáticos de la ciudad de noche, disfrutar de una noche con una temperatura bastante agradable (para lo que suele ser)... Y como colofón, al pasar por la Torre Eiffel coincidió que se iluminó y tuvimos ocasión de hacernos fotografías con ese fondo tan especial.
Vista nocturna desde el Sena
Notre Dame desde el Sena
La ceremonia se celebró en la abadía de Saint Germain des Près, y desde allí nos trasladaron en autobuses hasta el lugar donde se celebrarían el coctel, la cena y el baile. El trayecto en autobús lo aprovecharon para hacer un mini-tour mostrándonos algunos otros monumentos emblemáticos de la ciudad como El Louvre, La Academia, Notre Dame, El Museo del Ejército, La Avenida de los Campos Elíseos y el Arco de Triunfo, entre otros.
Interior de Saint Germain des Près
Notre Dame
El lugar elegido para la cena no pudo ser más adecuado; estuvimos en una zona cubierta (con un photocall) que daba acceso también a una parte de jardín habilitada para el cóctel, donde aprovechamos también para sacarnos algunas fotografías con los recién casados; una gran sala, bellamente decorada, donde disfrutamos de la cena y el baile, aunque al final nos dedicamos a ocupar todos estos espacios, entrando y saliendo del jardín a la sala, y viceversa. Todo ello amenizado por un DJ y un mix de música donde no faltaron las sevillanas y Antonio Escobar, para dar el toque español a la celebración.
La comida no fue abundante, no. Fue más allá. Pero si algo hay que destacar en este aspecto, serían los dulces. Tartas de hojaldre rellenas de crema y chocolate, tartaletas, crepes y gofres artesanos hechos en el momento, pastelitos, una fuente de chocolate, sorbetes de frutas, y como colofón, la tarta nupcial hecha de macarons y profiteroles, y adornada con bengalas que encendieron en el momento del corte.
Tarta nupcial de macarons y profiteroles
Con todo esto, sólo me queda decir: ¡¡Gracias Sarah y Pedro por invitarnos a pasar estos dos días inolvidables con vosotros, y que disfrutéis de vuestra nueva vida en común!!
Imágenes cortesía de: VipandSmart.
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