Revista Cine

Fin de series

Publicado el 25 junio 2014 por Albertoiglesiasfraga @revistaroulette

BORJA RIVERO

Hace unos días ataqué el último capítulo de Hannibal, y tras salivar como un  sabueso por su magnífico cierre me di cuenta de lo evidente, de su fin. No temáis, ya está confirmada la renovación para esta deliciosa serie (no, no he podido evitar la broma) Me refiero al final de temporada. Así pasa con todas: Juego de Tronos, Big bangtheory, House of cards, Orange isthe new black, Vikings, Modern family… o si miramos en suelo patrio B&b, Velvet, la infatigable Cuéntame… todas terminan ahora o lo han hecho en las últimas semanas. Algunas han sido canceladas por fin (vease Cómo conocí a vuestra madre) o tristemente, (la séptima no ha estado a la altura de sus predecesoras, pero Californication era diferente, un digno realismo sucio adaptado a televisión) otras regresarán para su despedida, (tras Madmen habrá luto oficial) y las hay con cuerda para rato (sí, todos estamos deseando que pase un año para reencontrarnos con Tyrion&company).

El calendario televisivo se organiza en torno a meses clave: uno es septiembre, otro diciembre, y el último es junio. Fin del curso académico, comienzo oficioso del verano. Por delante quedan dos meses de calor, de aplastamiento, dos meses donde occidente se ralentiza, donde en mayor o menor medida estamos ociosos. No es nuestro caso, Roulette arranca en junio con ganas, ayudada por el aire acondicionado para hacer caso omiso al calor. Pero es muy curioso que, frente a esta época de mayor tiempo libre, junio sea también el cierre de temporada. Tradicionalmente las series de televisión

siguen el curso académico: tenemos las anuales, de septiembre a junio, las semestrales, y las primaverales. Éstas últimas se han establecido desde hace no muchos años, y son el periodo preferido de las miniseries. Luego hay excepciones, por supuesto, pero grosso modo este es el planteamiento. De los dos últimos tipos no diremos nada, pero las anuales bien podrían extenderse al verano, quizá con episodios puntuales para mantener el interés de los espectadores.

Las series de televisión están en su época dorada, nunca habían sido mejor tratadas por público y crítica. Muchos (me incluyo) ya     consideran que lo mejor del cine está hoy en la  pequeña pantalla. El derroche de ingenio y creatividad lo encontramos ahí, en los guiones de esas  series que devoramos cada semana, ahora incluso en  versión original, todo un hito para un país tan poco apasionado por las lenguas extranjeras como  el nuestro. Evidentemente el interés global por las series de ficción y su buena realización permite que los productores apuesten por ideas arriesgadas, y firmen cheques en blanco a directores y guionistas acreditados. Ellos, de momento, responden con productos de calidad. Todos contentos. Prueba de la buena salud de este subgénero es que una gran estrella como Brad Pitt está en negociaciones para entrar en True detective, cuando hasta hace poco trabajar en la pequeña pantalla era casi un paso atrás en la carrera de un actor de cine. En comparación casi sorprende que Hollywood siga en crisis, debería fijarse más en cómo funciona ese otro mercado. No están ciegos, al fin y al cabo J.J. Abrams destacó en televisión antes de ser ascendido a lejanas galaxias, y lo mismo ha pasado con JossWhedon, por ejemplo. No obstante, a La industria aún le queda mucho por cambiar. Todo esto hablando siempre en un contexto de cultura global, pues mientras del otro lado del atlántico nos ofrecen productos de calidad, en tierra patria uno se pregunta si lo hacen intencionadamente mal. Pero mientras la audiencia siga tragando…

Me he desviado. Sí, vivimos la época dorada de la ficción seriada, y, sin embargo, por cosas del calendario, verano resulta un erial televisivo. Sí, es comprensible, nuestras rutinas cambian, nos vamos de vacaciones y vemos menos la caja tonta. Pero eso era antes, ahora en Gandía, en San Francisco, en Madrid o en ese pueblo perdido en medio de Aragón, todos estamos conectados al ordenador en verano lo mismo que el resto del año, incluso más, debido al tiempo disponible y las nuevas tecnología portátiles. Estos próximos meses ocurrirá que, entre subir fotos a Facebook, la piscina, Instagram, y las barbacoas con el suegro, buscaremos algo que ver, muchas veces sin resultado. El modelo cambiará con los años, estoy seguro, pero por el momento los productores no parecen haberse dado cuenta de ese periodo vacío de competencia, donde alguna serie podría brillar y hacerse con una buena porción de audiencia. Al fin y al cabo, a muchos nos horrorizan los concursos y/o realitys playeros tan habituales en esta época. Como consuelo siempre nos quedará el cine, tenemos un verano lleno de blockbusters, perfectos para distraerse en una sala bien refrigerada sin que nuestras neuronas se sobrecalienten. A los “seriéfilos” como un servidor nos queda tirar de archivo. Al fin al cabo la oferta es tan grande que difícilmente podemos seguir todo al día, por no hablar de las series finalizadas años atrás. En mi caso ya tengo planeado hacerme con Twin Peaks, un clásico de este subgénero, pendiente en mi lista desde hace mucho.


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