Vivimos en España una espiral centrífuga que tiene difícil solución al gustode todos; aquella nación única que a muchos nos enseñaron desde pequeños hoy no es real. España es una suma de culturas – y lo ha sido siempre – y de sensibilidades diferentes respecto a pocas cosas, pero muy básicas, que hace imposible hoy enarbolar el pensamiento único como fondo común. Los nacionalismos periféricos y el central son tan acusados que realmente no tienen encaje en un camino unívoco.
Final Copa del Rey 2012
Es cierto que España como nación tiene ya algunos siglos, pero también que desde entonces – siglo XVI-, han pervivido diferencias culturales y sociales muy acusadas entre los grupos humanos que la formaron. No se trata de hacer análisis histórico sino de evidenciar una realidad. En Cataluña y en las Vascongadas se han ido sembrando en los últimos decenios demasiadas semillas radicales de lo antiespañol y la cosecha ya no tiene marcha atrás. Y a ello han contribuido políticos de todos los colores, unos más que otros, que también es verdad, pero es lo que hay. De la misma forma que durante siglos, y muy acusadamente desde el fin de la Guerra Civil, la siembra inversa fue por parte del nacionalismo central.El resultado ha sido que los ciudadanos de regiones que nos sentimos ante todo españoles tenemos que soportar una y otra vez el desprecio y el insultode quienes no se sienten tales. Pero la culpa es sobre todo nuestra. Nunca hemos sido inteligentes, ni valientes, para afrontar el problema de una vez. Aquí sólo hay tres caminos: centralismo español, que no resolverá el asunto nunca por las buenas y no creo que de verdad nadie estemos por el caminode las malas; reconocer que somos un Estado compuesto por diferentes naciones – nunca 17 autonomías porque no es real, claro-; y el deenfrentarnos todos a nuestras propias contradicciones para que nadie siga viviendo siempre del victimismo, que hay muchos, sobre todo en Cataluña y en las Vascongadas. La independencia de alguna parte es descartable radicalmente por injusta y no deseada por la mitad de sus pobladores.En los dos últimos caminos sería conveniente coger el problema por su corazón y afrontar de una vez con inteligencia y valentía la raíz de la cuestión.Como ejemplo para cualquier otra cuestión me voy a referir al fútbol. ¿Tan difícil es poner a catalanes y vascos ante la realidad que tendrían si deverdad consiguieran el propósito de algunos, pero con la amplificación demuchos, de tener selecciones nacionales al margen de la española? No estaríamos inventando nada, pues en Gran Bretaña ya existe. Oiga ¡sí!, y además le voy a apoyar en cuantos organismos internacionales haga falta. Ahora bien, a partir de que lo consigan ya conocen la contrapartida: ustedes organizarán sus competiciones nacionales. Y, además, haremos una consulta a sus clubes por si alguno quiere seguir con nosotros. Y se acabó el problema. A partir de ese momento a callar, y ya no cabrían llantos decocodrilo, ni gritos, ni pitos, ni gaitas. ¿Alguien cree que el Barsa querría jugar su liga con el Lleida, el Hospitalet, el Terrasa o el Manlleu? Podrían jugar sus partidos en el Miniestadi y les sobraría aforo. ¿Y al Atletic disputando el título con el Indauchu, el Eibar o el Baracaldo? ¿Y cuántos jugadores de élite querrían jugar en esas ligas? ¿Y cuánta publicidad y televisiones estarían interesadas en sus camisetas, campos y partidos? Pues lo mismo que ocurre en la liga escocesa o en la de Gales. Allí van jugadores españoles de 2ª o de 3ª y son figuras, pues sus nativos buenos juegan en la Premier inglesa.Y en temas económicos y sociales lo mismo. Bastaría, por ejemplo, en dar la posibilidad al ciudadano español de elegir dónde pagar sus impuestos independientemente de dónde resida. Y por dónde cobrar la pensión o a qué servicio de salud o escuela acudir, claro; habría que tener en cuenta previamente cuántos hospitales, colegios o universidades se han construido con los impuestos de todos los españoles, naturalmente. O teta o sopas, pero las dos cosas, como disfrutan ahora en demasiados temas, ‘nanay del paraguay’. ¡Ya está bien!
Pero no, aquí nos empeñamos desde el miope nacionalismo centralista español en negar toda posibilidad inteligente y valiente. Así nos luce la política, la economía, la cohesión nacional, el himno y la bandera; entre otras cosas.Por cierto, la Copa la ganó el Barsa con justicia.