Anoche finalizó uno de los programas más casposos de la televisión actual, Las joyas de la Corona. Presentado por el polivalente Jordi Gonzalez y comandado por la glamourosa Carmen Lomana (sigo sin saber de donde ha salido esta señora) el programa finalizó con una final entre cinco concursantes pero de la que solo una salió vencedora embolsándose un premio de 20.000 euros.
Para los que tengan algo de sensibilidad por el buen gusto y no hayan visto este programa, sabed que se trata de una nueva versión de Gran Hermano, solo que en esta ocasión los concursantes tienen la habilidad de ser especialmente maleducados. La misión de Lomana y su séquito será reconvertir a estos deslenguados en personas refinadas.
No os equivoquéis, no es que les enseñen a ser personas de provecho, lo único que se enseña ahí es a ser un snop. Tras una crisis causada por los excesos de los que más tienen, por un mercado extremamente occidentalizado de marcas caras inútiles que no sirve más que para cubrir los caros caprichos de unos pocos en vez de las necesidades básicas de muchos, nos traen un programa que nos enseña precisamente todo lo que odiamos de esta crisis económicas, los excesos.
Las apariencias y la superficialidad invade nuestro mundo televisivo y sobretodo en Telecinco donde se siente muy a gusto con este camino que han tomado. Yo solo pido una cosa muy simple y no es otra que el exilio televisivo de la señora Lomana, que vuelva con sus bolsos Gucci y sus zapatos de Louis Vuitton a su palacio de cristal del que haya salido y deje de intentar enseñarnos lo poco glamourosos que somos al lado de una divinidad como ella.
Vía Formula Tv.