Jarrones con forma de lago, trazados urbanos como cuernos de reno, taburetes de tres patas, tecnología inventada a base de rollos de papel, hogar de Papá Noel y cuna del nordic walking… En 2012 Helsinki será Capital Mundial del Diseño; hasta allí viajamos con la ayuda de viajesdeprimera.com. ¡Onnekski Olkoon, Suomi! ¡Felicidades, Finlandia!
A pesar de la nieve y del frío, de los renos y las campanillas, de Joulupukki (que así es como aquí llaman a Papá Noel) y sus duendes, la estética finlandesa no se reduce a los colores y la formas brillantes y dulces de la Navidad; abarca casi todos los aspectos de la vida, en cualquier estación, desde hace cientos de años. Se forjó con sus complicadísimas sagas (recogidas en un infinito poema titulado Kalévala) y las influencias de dos eternas rivales, Suecia y Rusia, y dio respuesta a una identidad nacional que no encontraba hueco en ningún otro lado. Con lo mejor de cada casa, y durante el casi recién despedido siglo XX, Finlandia se ha reinventado a sí misma por fuera y por dentro.
Helsinki, a media luz
En el sur, al otro lado de la región de los Mil Lagos (55.000, para ser más exactos), Helsinki se estira como un gato adormilado. Para combatir la penumbra y el frío, la capital finlandesa potencia su pasión centenaria por los detalles caseros y la cultura, especialmente musical. Sea por el sonido melodioso del finés antiguo (inspirador, dicen, del lenguaje élfico de Tolkien) o por el silencio poroso de la nieve, los finlandeses son melómanos casi por naturaleza. De hecho, uno de sus grandes héroes es Jean Sibelius, compositor del himno nacional. Casi cualquier lugar, incluidas iglesias como la de Temppeliankio, se convierten en una excelente sala de concierto para cualquier género, incluso de heavy metal.
Pero no sólo de sinfonías se nutre el diseño finlandés. Pasear por los bulevares de Helsinki es asomarse a casa de los arquitectos Gesellius, Lindaren, Saarinen, que moldearon algunos de sus edificios más representativos, la Estación Central y sus gigantes de granito o la fachada de nata montada del Ayuntamiento. Detrás llegaron hombres como Alvar Aalto, el Da Vinci finlandés que igual diseñaba un edificio que un jarrón con forma de lago congelado o un taburete de tres patas.
Fogones y charlas para derretir tópicos
'Todos los finlandeses tenemos en casa alguna pieza de Aalto', señalan a medias Sari y Artur mientras eligen el segundo plato, reno o pescado fresco, en Salutorget, un antiguo banco reconvertido en restaurante escandinavo. El Savoy ya no es el único referente gastronómico de la ciudad: otro tópico mal acuñado que desaparece la segunda vez que uno se sienta a la mesa.