Fernando Martín AdúrizPsicólogo
El éxito estos días en China de la novela de James Joyce, Finnegans Wake quizá pase desapercibido para el gran público, (muy preocupado estos días por otro tipo de papeles, los de un tesorero, así de bajo hemos caído: una nación leyendo los papeles de un tesorero) pero no para esos jóvenes que no se arredran ante nada y leen y leen. Los menos, sí, pero los mejores y de quien esperamos la tan ansiada revolución ética.
Para mí supone una auténtica revolución que los chinos hayan comprado 8000 ejemplares de Finnegans Wake en un sólo mes, lo que según sus esquemas la convierte en un best-seller. Tengamos en cuenta que fue publicada en 1939 aunque escrita durante diecisiete años. En España disponemos desde 1993 de la versión excelente de Víctor Pozanco, (Lumen, Barcelona, 1993). Y allí podemos leer esta novela sin intentar capturar el sentido, es decir sin entender absolutamente nada.
Pero es que justamente de eso se trata de la lectura del sin-sentido. Leer sin comprender, dejarse llevar por las letras, por la música, por el despliegue del neologismo. Es el propio Joyce quien muestra en la novela cómo leer ese caleidoscopio: “concentrarse sólo en el sentido literal, o incluso en el contenido psicológico de cualquier documento, con lamentable desentendimiento de los hechos puestos circunstancialmente en un sobre es tan lesivo para el cabal sentido (y, permítasenos añadir, para el más verdadero gusto)”. De hecho un estudioso advirtió que el vocabulario de Finnegans Wake no sólo eran neologismos sino que estaba registrado en los diccionarios en un porcentaje cercano al 90%. Se trata pues de efectuar pequeñas distorsiones de la lengua que permiten acercar lenguas distintas sin necesidad de dominar todos los idiomas.
Toda esta disciplina de leer una novela como Finnegans Wake y no entender nada, es básica para entender al ser humano, sus secretos y sus ficciones, sus engaños y sus laberintos. James Joyce ya advirtió que su obra iba a ser estudiada quinientos años por los universitarios. De hecho según enseña Lacan, el intento de escribir fue para Joyce balsámico a la hora de fabricarse un nombre. El rigor –psicótico- de su escritura no le ha impedido colocar a una novela, Ulises, en la cumbre de la literatura universal, y ahora a Finnegans Wake camino del estrellato. Al menos en China, donde no tienen tesoreros con papeles.
Animarse a leer Finnegans Wake, dedicarle un tiempo, leer el sin-sentido, puede ser una aventura del vecino ilustrado. Quizá también una manera de adentrarse en el rigor exigente del escritor que necesita escribir para sostenerse cuerdo. Como el gran público necesita salir de la inmundicia de los papeles de los tesoreros que en el mundo han sido.
@Columna del autor en Curiosón: "Vecinos Ilustrados"