Firmin es uno de esos libros capaces de salvarte de una mala racha, de recordarte por qué te gusta tanto aislarte del mundo entre papeles y letras que, demasiado a menudo, últimamente no te aportan más que cualquier serie de televisión mirada a desgana. Y es que Firmin es uno de esos libros capaces de devolverte la esperanza en eso que tú siempre has creido tan firmemente: el poder mágico de la lectura.
La fórmula secreta de esta novelita (y que quede claro que el diminutivo no tiene nada que ver con su valor, sino más bien con la ligereza de su lectura) es un auténtico misterio que la hace aún más deliciosa. Para empezar, Firmin es la historia de una rata que aprende a leer por una necesidad fisiológica tan común como es el hambre. Este ratoncito, que desde el principio logra conmovernos y que se hace cada vez más humano (y por ende más desgraciado) a lo largo de las páginas, nace en el sótano de una librería en el Boston de los años sesenta en una camada de doce ratitas más. Así, la falta de alimento materno le lleva a explorar sus alrededores en busca de comida y empieza a alimentarse de libros. Este dato inicial nos sirve como ejemplo de toda una serie de metáforas que durante toda la novela conectan continuamente con la sensibilidad y la experiencia del lector. Y es que esta obra es una novela para lectores vocacionales, para esas personas que disfrutan devorando libros, para los que encuentran entre las páginas y los renglones los caminos que en su vida diaria no pueden tomar, para todos aquellos que se refugian en la lectura en busca del sustento vitalicio que les falta. Firmin está repleto de apuntes literarios y guiños al lector, que te van enganchando a medida que vas leyendo, logrando que no quieras detenerte.
Llama la atención poderosamente que este libro sea una opera prima. Sam Savage, doctor en Filosofía por la Universidad de Yale donde fue profesor, ha sido mecánico de bicicletas, carpintero, pescador y tipógrafo. En cualquier caso, se deduce por su novela que Sam Savage ha sido ante todo un lector. Puede pensarse que el personaje Firmin es un trasunto de Savage, que al fin logró escribir sus memorias como la propia rata desea y planea con tanto cuidado. Si es así, el resultado es del todo positivo. Un libro de fácil y cómoda lectura que te deja un dulce y placentero sabor a humor mezclado con ternura, a literatura y recuerdos, a sueños personales y mundanal decadencia. Sam Savage ha sido capaz de crear uno de esos personajes inolvidables que tienen vida propia, una ratita quijotesca que desde las primeras páginas en su soledad lectora, en su amor no correspondido, en su incierto futuro, se nos antoja tan humana que nos recuerda a nosotros mismos…