Recuerdo como hace sólo tres o cuatro meses estaba siempre nerviosa, con ansiedad, como si necesitara explotar y llorar a chorros para desahogarme no sé de qué. Cualquier mínimo, minimísimo contratiempo en el trabajo o en las rutinas me hacía dar un vuelco el corazón, literlamente tenía esa sensación. Sí, sí, incluso a veces por el simple hecho de pensar en algo que no me gustaba. Pero cuando digo algo, no digo grandes cosas, sino las pequeñas cosas que llenan los días de cualquiera.
Cuando el ir de un lado a otro todo el día con prisas me llevaba con la lengua fuera. Ahora hago lo mismo, pero sin sensación de estrés. Acabo cansada, pero no estoy todo el tiempo nerviosa y atacada.
Y todo eso no era porque yo afrontara las cosas de una forma u otra, porque yo fuera menos resilente que ahora, unas semanas después. Todo tenía que ver con tres hormonas. Ajustadas las hormonas, ajustadas mis pulsaciones, y mi apetito, y mi peso....y mi cabecita. Curioso, eh?
Otras cosas como el amor tienen que ver con la oxitocina, otras con la dopamina, otras con vete a saber…pero qué decepción, ¿no?