Revista Opinión

Fiyi y el juego de la espiral de influencias

Publicado el 25 octubre 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

A comienzos de 1832, el geógrafo y navegante Jules Dumont d’Urville ofrecía una división étnica de las islas del Pacífico. El explorador francés observaba que la gente de los actuales Estados de Papúa Nueva Guinea, Vanuatu, Islas Salomón y Fiyi presentaban una tez más morena y por ello decidió darles el nombre de melanesios —de melos, ‘negro’ en griego—. El término fue bien acogido por una academia obsesionada con las razas y pronto se volvería una nueva división geográfica en Oceanía que sigue utilizándose en el presente: Melanesia, Polinesia y Micronesia son las tres subregiones en las que se agrupan las islas del Pacífico Sur.

El Estado contemporáneo más grande de los cuatro países de Melanesia es Fiyi, que además se ha alzado como el motor turístico de la región con cerca de 700.000 visitantes al año para una población de apenas 900.000 y a la cabeza de la competición contra el eje de Australia-Nueva Zelanda. Económicamente, Fiyi crece gracias al comercio de agua embotellada, pescado y azúcar a Estados Unidos —26%— y a los países más cercanos. No obstante, la rivalidad con Australia ha facilitado la intromisión de China en una región tradicionalmente clave para los intereses de los Estados anglosajones.

Más de 300 islas componen este país archipiélago, de las cuales un tercio están deshabitadas. Viti y Vanua Levu, en el centro de la espiral de territorios, son las islas más grandes y en ellas vive el grueso de la población de Fiyi, gran parte nativa y gran parte india, fruto de las migraciones forzosas por el imperio marítimo británico para trabajar en las granjas de azúcar, otra de las variables que hacen tan complejo el panorama geopolítico de la república fiyiana.

Fiyi y el juego de la espiral de influencias
Oceanía es mucho más que Australia. En el sudeste mundial conviven decenas de Estados independientes en lucha constante contra el cambio climático.

De fiyianos e indios

Fiyi tiene una población de cerca de 880.000 personas según el último censo, elaborado en 2017. De estas un 56% son nativos —llamados iTaukei desde 2010—, un 38% indios y un 6% europeos, personas de otras islas del Pacífico y chinos. Pero no siempre ha sido así. En 1987 los indios representaban el 48% de la población de Fiyi, unos 14.000 más que los nativos —46%—. El Instituto de Desarrollo Social de Naciones Unidas decía en 1993 de ellos:

“Dos grupos, fiyianos indígenas e indios, constituyen más del 94% de la población total. Viven hombro con hombro, pero son hostiles el uno con el otro. No comparten instituciones culturales básicas. Sus recursos económicos son diferentes, pero complementarios, lo que hace necesario el intercambio económico. Hasta la independencia en octubre de 1970, los dos sectores culturales se mantenían en aparente armonía gracias al Gobierno colonial, que hacía de ‘árbitro’”.

El resultado de esta tensión ha sido el metrónomo conforme al que avanza la política fiyiana. Desde la independencia respecto del Imperio británico en 1970, los líderes que han alcanzado el poder —algunos de manera democrática, otros mediante golpes de Estado regulares— han reivindicado el nacionalismo étnico como parte de su agenda. En 1987 el teniente coronel Sitiveni Rabuka terminaba con el Gobierno democrático apoyado por los indofiyianos y declaraba “el derecho de la raza indígena fiyiana” —los itaukéis—a gobernar el archipiélago.

El golpe de Rabuka es el ejemplo más representativo del choque étnico como elemento definitorio de la política nacional. Con él la supremacía fiyiana se consolidaba y daba pie al éxodo de miles de indios —tradicionalmente pertenecientes a los sectores más cualificados—, lo cual inclinaba la balanza demográfica a favor de los itaukéis. Las dos Constituciones que se promulgaron en la década de los 90 introducían elementos discriminatorios contra los indios, como el reconocimiento del cristianismo como la religión oficial del Estado —la mayoría de los indofiyianos son hindúes o musulmanes—, un sistema electoral étnico —con más asientos para los itaukéis que para los indofiyianos en el Parlamento— o el privilegio reservado a los itaukéis de ser elegibles al cargo de primer ministro.

La Constitución actual, ratificada en 2013, trata de eliminar estos elementos vejatorios y es el instrumento sobre el cual la república ha vuelto al terreno democrático. No obstante, a pesar de haberse celebrado elecciones “suficientemente libres y justas” en 2014, el Gobierno en Suva es heredero del anterior y es difícil que se aleje de las directrices étnicas que pesan sobre el tenso equilibrio entre las dos partes, mutuamente hostiles por sus diferencias.

Australia, la capital de Melanesia y el factor rojo

En 2006 otro golpe de Estado encabezado por el comandante Bainimarama, el actual primer ministro del país, resonaba en los oídos del mundo. Australia, que ha considerado siempre las islas del Pacífico como su “patio trasero” —vital para la viabilidad de sus intereses y un cordón de seguridad—, condenó el movimiento. No era la primera vez que un golpe de Estado agitaba Suva, pero esta vez el Tribunal Supremo del archipiélago declaró ilegal el nombramiento de Bainimarama como primer ministro tres años más tarde, lo que desencadenó reacciones por parte de la comunidad internacional y, sobre todo, Camberra, que se negó a reconocer al nuevo Gobierno y abogó por la expulsión del pequeño país de la Commonwealth y el Foro de las Islas del Pacífico

Pese a la dura reacción del vecino más poderoso de Fiyi, la república aprovechó la oportunidad para buscar nuevos aliados temiendo el aislamiento político, que sería muy dañino para su economía y pondría de nuevo en jaque la credibilidad del Gobierno. Melanesia se encuentra lejos del continente asiático y no pertenece formalmente a la estrategia integral de la nueva Ruta de la Seda de China, pero el valor que tiene para Australia y Estados Unidos debido a su posición en el mapa, en el centro de los flujos comerciales del Pacífico Sur, tienta al gigante asiático a aumentar su influencia en la región.

Las relaciones entre ambos países comenzaron con la independencia en 1970, pero no fue hasta 1978, con la apertura de Deng Xiaoping al exterior, cuando se realizó la primera recepción de Estado en Pekín y en 1985 en Suva, la capital de Fiyi. A pesar de todas estas formalidades, propias de un mundo en constante interconexión, el interés de Pekín por Suva comenzó a manifestarse en 2006 con el vacío que dejó Australia tras el golpe de Estado. Aunque aún sea el tercer socio comercial de Fiyi, China es un nuevo aliado que no hace preguntas que comprometan los millones de dólares en paquetes de ayuda al desarrollo, destinados a la mejora de infraestructura, proyectos de energía y cooperación en el sector pesquero. El pequeño país acumula una deuda de 516 millones de dólares con China que, de no poder pagar, resultaría en la toma de los aeropuertos y muelles, lo que le permitiría beneficiarse de los impuestos de entrada al país —turísticos y comerciales— y abriría la posibilidad de estacionar su flota en ellos y encerrar a Fiyi en su propio territorio.

Para ampliar: “China’s development aid to Fiji: motive and method”, Lyu Guixia

Fiyi y el juego de la espiral de influencias
China se va haciendo un hueco poco a poco en la región pacífica. No obstante, aún está lejos de superar a Australia, para la que Melanesia es una región clave para su seguridad. Fuente: Instituto Lowy

La redacción en 2013 de una nueva Constitución que eliminaba formalmente los privilegios de los itaukéis tratando de fomentar la armonía étnica volvió a generar interés en Camberra, que lo vio como una excusa para tratar de normalizar relaciones. Sin embargo, los cuatro años que separan la crisis diplomática de 2009, tras el golpe de Estado, y las nuevas ambiciones de reestablecer la armonía diplomática han sido el preámbulo de una rebelión en Melanesia.

Fiyi ya había dado sus primeros pasos en la captación de influencia regional con su acceso en 1993 al Grupo Melanesio Punta de Lanza (GMPL), creado por Papúa Nueva Guinea, las Islas Salomón y Vanuatu un lustro antes. La idea de esta organización es facilitar el comercio de las naciones involucradas, pero también sirve a un propósito político al apoyar al grupo proindependencia de Nueva Caledonia, una dependencia francesa en el Pacífico. Con ello, los miembros de GMPL dejan claras dos cosas: en lo cultural, que la solidaridad regional y el fortalecimiento de las relaciones entre estas islas y archipiélagos es más importante que las alianzas con Occidente, incluida Australia; en términos negativos, que la presión occidental no es tan fuerte y las islas del Pacífico Sur disponen de herramientas propias para generar presión, aunque aún sea ligera.

Fiyi y el juego de la espiral de influencias
Fiyi será la segunda economía que más crecerá en 2018 entre las islas del Pacífico Sur, según previsiones de organismos internacionales. Fuente: Banco Asiático de Desarrollo

Con este antecedente, la necesidad de crear un frente contra Australia y la tarjeta de presentación de ser el Estado melanesio con mayor PIB per cápita y abanderado contra el cambio climático, en 2013 se inauguraba en Suva el Foro de Desarrollo de las Islas del Pacífico (FDIP). Rivalizando con el Foro de las Islas del Pacífico, del que fue expulsada Fiyi en 2009 por iniciativa australiana, el FDIP ha ganado suficiente atención internacional como para reivindicar el papel del país insular en Melanesia. Este esfuerzo por parte de los Gobiernos regionales de desmarcarse de las instituciones encabezadas por el hegemón oceánico y Nueva Zelanda ha sido criticado por permitir financiación extranjera. Kuwait, China o Emiratos Árabes Unidos son contribuyentes de la organización, lo cual puede presentar problemas de legitimidad en cuanto a las decisiones del foro, sobre todo en lo referido a de quiénes son los intereses que representa.

Para ampliar: “How Fiji outsmarted Australia”, Alex Stewart, 2014

¿Regreso al statu quo?

Aunque nueve años en política sea absolutamente nada en términos totales, el avance de las dinámicas mundiales, los cambios facilitados por la competencia comercial y la tecnología hacen que las distancias entre una cronología significativa y la Historia se vayan acortando.

Más que una Fiyi, hay tres: la que el mundo ve, la que los itaukéis quieren y la que los indios desean hacer. A pesar del regreso a la democracia en 2014, Bainimarama sigue controlando la política nacional. El 14 de noviembre de 2018 se volverá a jugar el puesto, pero no es ninguna sorpresa descubrir que no habrá sorpresas.

Los golpes de Estado que han ayudado a la primacía de los itaukéis en las instituciones han sido mecanismos reguladores de un sistema que ahora se acerca formalmente a ser justo —aunque solo sea superficialmente— para todos sus ciudadanos. Las relaciones entre los indofiyianos y los itaukéis se encuentran lejos de estabilizarse. Es un quiste que la Historia ha perpetrado y que este paréntesis democrático, que de momento dura cuatro años, no ha conseguido solucionar.

La agresividad en el plano internacional juega a favor de Suva. La estrategia china de llenar los huecos que las pertinaces y testarudas naciones occidentales dejan tras jugar al tradicional juego de sanciones cuando los Estados se apartan de los mínimos liberales característicos del “fin de la Historia” resulta útil cuando los países que se alejan de esa línea saben que tienen esa posibilidad.

China y Australia rivalizan por el control —aunque no sea mediante la dominación, sino con influencia— del Pacífico Sur, el nido de países más cercano al territorio australiano. Pekín está lejos de convertirse en un ente tan importante para Suva como lo es Camberra en la actualidad, aunque las relaciones entre ambos países estén lejos de llegar a un punto óptimo. Sin embargo, miles de australianos aún visitan las playas de Fiyi todos los años y Australia sigue dando jugosos paquetes de ayuda al desarrollo para guiar el despegue de este pequeño archipiélago.

Si bien el Gobierno de Suva acepta estas ayudas, sabe que la única manera que tiene de jugar un papel más importante en el futuro y garantizar su independencia de Australia y China es fortaleciendo los lazos con otros países de la región. Aunque parezca un juego típico de “a ver quién puede más”, la inauguración del FDIP ofrece una oportunidad de cooperación más estrecha en temas como el cambio climático, siempre que sus competencias no se superpongan a las del Foro de las Islas del Pacífico, encabezado por Nueva Zelanda y Australia.

Para ampliar: “Refugiados climáticos: ¿cómo evacuar un país?”, Abel Gil en El Orden Mundial, 2017

Oceanía exige mente fría y responsabilidad como habilidades sobresalientes cuando solo tienes en tu poder el interés de dos Estados fuertes, una industria turística destacada y 300 islas, más de 100 completamente deshabitadas.

Fiyi y el juego de la espiral de influencias fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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