Revista Cultura y Ocio
Cuando leemos una novela comenzamos un nuevo sendero vital.
Algunos narradores se visten de protagonistas y nos encierran en un escenario
con decorados figurados y con personajes reales.
La realidad se convierte en ficción y un personaje histórico o un suceso real
se vuelve dudoso o distinto.
Marcel Proust en su maravillosa En busca del tiempo perdido se hizo
protagonista de su narración, combinando ficción y relato biográfico. Lo hizo
de un modo imperceptible, con la máxima sutileza para que que la imaginación
de los lectores se impregne de realidad o se barnice de fantasía.
Hace algo más de dos años la lectura de una perla, real o autobiográfica, me
deparó una estimulante sorpresa. Se trata de "DIARIO DE UN HOMBRE DE ÉXITO", de
Ernest Dowson. La historia que cuenta es sumamente evocadora y así ha sido
objeto de inspiración cinematográfica en "Lo que el viento se llevó", o en
"Su único pecado" de King Vidor. También ha evocado algunas canciones de
Cole Porter y a genios como Jorge Luis Borges o Alan Moore.
Al terminar la deliciosa y brevísima novela, se puede disfrutar en algo menos
de media hora, sentía un deseo irrefrenable por conocer Brujas. Imaginar la
desventura o la nostalgia del protagonista me trasladó a la época en que se
desarrolla la historia, viajar al siglo XIX y al romanticismo se convirtió en
un viaje anhelado.
La obra reúne la mueca irónica de confundir realidad y ficción en un autor
admirado en su época y desdichado en su vida cotidiana.
El viaje a Brujas ya ha comenzado. Canales, fachadas rojizas, una ciudad medieval
cuyo esplendor, en el siglo XI, casi enrojeció a París.