Hacía tiempo que no leía nada procedente de tierras asiáticas. Por eso, cuando vi este libro de hoy entre las novedades de la editorial, no me lo pensé dos veces. Martes para la reseña de Flipando en colores de la autora japonesa Eto Mori.
Tras el intento de suicidio de Makoto Kobayashi, otra persona ha ocupado su cuerpo, alguien al que le han dado una segunda oportunidad, aunque no se la merecía. El peculiar okupa es también un joven como el desaparecido Kobayashi, aunque poco más comparten uno y otro aparte de la edad. Así, el chico, que no recuerda quién es ni porque los de ahí arriba lo consideran un horrible pecador, dispondrá de un tiempo para recuperar dichos recuerdos y poder continuar así, en el ciclo de la reencarnación.
De este modo, el muchacho pasará a ser Makoto, sin serlo, y tendrá que dar el pego para hacer lo posible porque nadie note el cambio.
Para que no pierda el rumbo y encuentre, lo más rápido posible, las respuestas que anda buscando, estará a su lado una especie de guía espiritual, algo así como un ángel, llamado Purapura.
Este es el sencillo argumento de esta obra asiática, que aunque no es la primera que leo, al igual que otras, me ha resultado lenta. Quizá sea solo coincidencia, pero algo me dice que no, que las novelas procedentes de esa parte del mundo tienen ese denominador común.
Ese ritmo tan pausado ha hecho que la breve obra, me resulte a páginas aburrida: no sentía curiosidad por aquello que estaba sucediendo ni lo que estaba por ocurrir. No obstante, y a pesar de lo que yo creía, cuando estaba convencida de que iba a convertirse en un leer por leer, con saltos de página incluidos, va el libro y me sorprende: en la página cien, hoja arriba o abajo, cogí carrerilla y llegué hasta el final casi sin darme cuenta, porque a pesar de ese pausado ritmo, el libro es de rápida lectura y la cosa se pone interesante hacia el final.
Está bien escrito y resulta hasta ameno. Esto último se debe, en parte, a que los personajes no tienen pelos en la lengua: hablan de todo un poco y sin sonrojarse. Aquí todos son a quién-le-importa-lo-que-diga-o-haga y a pesar de que hacen bien, no siempre resulta fácil. En este sentido, el que mejor descrito está interiormente es Makoto: no podría ser de otra forma, pues el lector irá descubriendo cosas sobre él a la par que el alma al que han dado una segunda oportunidad. También, hay algún que otro secundario que tiene para un libro él/ella solo/a.
El libro me ha recordado ligeramente al precioso dorama "Cuarenta y nueve días". La serie coreana es un drama en toda regla, pero comparte ciertos elementos con la novela. Y es que aquí, entre otras cosas, también las apariencias engañan y aquello que creímos de una forma, resulta ser de otra completamente diferente. La pintura, la magia de los colores, tienen en esta obra, como puede adivinarse por la portada, un papel fundamental, porque no todo es negro...
La obra invita al lector a reflexionar sobre el valor de la familia, también sobre la importancia de la amistad en el desarrollo personal y profesional y cómo no, sobre la existencia humana, quiénes somos, por qué estamos aquí y hacia dónde vamos, aunque no de un modo profundo, todo sea dicho, pero es una reflexión que se agradece por lo ligera que resulta de leer y lo fácil que está planteada.
Por último, deciros que el libro cuenta con una adaptación cinematográfica, Colorful, que seguramente vea ahora que he leído la breve novela, que a pesar de su ritmo lento, al final me ha gustado por ese trasfondo y esos personajes deslenguados. ¿Os llama a vosotros la atención? Saludos, devorador@s.
Agradecimientos Planeta