Florence Griffith-Joyner o Flo Jo, como era conocida en Estados Unidos, asombró al mundo con su insólita progresión en un corto periodo de tiempo pasando de ser una medallista más por Estados Unidos en los Juegos Olímpicos a batir de forma extraordinaria el récord del mundo tanto en 100 como en 200 metros con una marca que todavía hoy sigue imbatida. Por supuesto que este ascenso meteórico levantó suspicacias acerca de un posible uso de dopaje para mejorar su rendimiento. A esto no hizo más que acrecentar las sospechas su prematuro adiós a las pistas, con tan solo 29 años, así como su repentina muerte a la edad de 38 años mientras dormía en su casa, justificada como un ataque epiléptico ante los numerosos rumores. Sin embargo, como este hecho, también muy común en sus tiempos, nunca fue probado, no cabe la posibilidad de declarar nulas sus marcas y por lo tanto sigue considerada una leyenda. A sus éxitos deportivos se le unían sus atuendos llamativos, véase las uñas sorprendentemente largas con las que corría o los uniformes para correr que le cubrían únicamente un pie, para convertir a Joyner en un personaje que acaparaba todas las miradas en los años 80.
Florence Delorez Griffith, su nombre de soltera, nació en Los Angeles, California el 21 de Diciembre de 1959. Comenzó a entrenarse en el Centro de Atletismo de un antiguo boxeador de nombre Ray Sugar Robinson. Posteriormente iría a la Universidad de California State High en Northridge, en donde continuaría compitiendo en atletismo, sobre todo en pruebas de velocidad, pero también de salto de longitud. Sin embargo, Griffith-Joyner debería abandonar por un tiempo la universidad al no poder costearse los gastos y se dedicaría a trabajar como secretaria en un banco. Sin embargo, llegó a conocer a un entrenador de atletismo de nombre Bob Kersee que, al observar su gran capacidad, encontraría los medios para obtener financiación y así poder sufragar sus estudios. De esta forma, Florence se matricularía de nuevo en la misma universidad, aunque esta vez en los estudios de psicología y no en ciencias empresariales como venía cursando, y continuaría su entrenamiento con Kersee como entrenador. A su mando, conseguiría ganar la prueba de los 200 metros lisos que se disputó en su universidad con una muy buena marca de 22.39 segundos.
Al aproximarse los Juegos Olímpicos de 1980, Griffith-Joyner se entrenó muchísimo para alcanzar un puesto en los tryouts de Estados Unidos que le llevase a dichos Juegos, y lo conseguiría en los 100 metros, no así en los 200. Sin embargo, tras anunciarse el boicot de Estados Unidos a los Juegos Olímpicos de Moscú por encontrarse la Guerra Fría en su punto álgido, Florence se quedaría sin su sueño de acudir a dicha cita. Esto no la debilitaría, sino al contrario, la haría más fuerte y con ganas de no sólo acudir a los Juegos Olímpicos de Los Angeles en 1984, sino conseguir una medalla en ellos. Bob Kersee, entrenador personal de Griffith-Joyner, fue nombrado entrenador del equipo de atletismo de la Universidad de California en Los Angeles. Al estar Griffith-Joyner aún en edad de continuar sus estudios, decidió trasladarse a esta universidad para entrenar con Kersee. Se graduaría en psicología en 1982. Además, en ese mismo año, obtuvo el título de la NCAA (máximo galardón universitario nacional) en la modalidad de los 200 metros. Al año siguiente, finalizaría cuarta en los Campeonatos del Mundo de Atenas, la antesala a los Juegos Olímpicos. Finalmente, la cita que ella había estado esperando llegaría. Ante la mirada de muchos aficionados a nivel mundial, no sólo por su impresionante zancada y fuerza en el tronco inferior, que le proporcionaban una velocidad impresionante, sino también por su “look”, ya que lucía uñas largas y de colores y un uniforme que le cubría un solo pie, Florence Griffith-Joyner se llevaría la medalla de plata en la modalidad de 200 metros, comenzando así a escribir su nombre en la historia.
En 1985, Florence disputaría el Grand Prix de la IAAF (Federación Internacional de Atletismo, siglas en inglés) y ganaría la prueba de 100 metros con un impresionante récord de 11 segundos. En 1986, Griffith-Joyner anunciaría el abandono temporal de las pistas y no correría una competición oficial en todo el año. Durante ese año, su cuerpo creció bastante de tamaño. Las explicaciones de Griffith-Joyner eran que se había dedicado a entrenar mucho, aunque fue entonces cuando comenzaron los rumores, si bien nunca comprobados, de un supuesto dopaje. En 1987, Florence contraería matrimonio con Alfred Alphonso Joyner, campeón de triple salto en los Juegos Olímpicos de Los Angeles 1984 y hermano de la que sería campeona olímpica de heptathlon en los Juegos Olímpcios de Seúl 1988, Jackie Joyner Kersee. Así, adquiriría el apellido Joyner y el apelativo de Flo-Jo. Tras su vuelta a las pistas en 1987, Griffith-Joyner disputaría el campeonato del mundo de Roma en donde finalizaría segunda en la prueba de 200 metros individual y sin embargo obtendría la medalla de oro en los relevos de 4 x 100.
El año 1988 fue sin lugar a dudas el mejor año para Florence Griffith-Joyner. Ya desde comienzos de dicho año ocurrió algo totalmente inesperado. En los tryouts de Estados Unidos para clasificarse a los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 celebrados en Indianapolis, Griffith-Joyner realizó una gesta que aún hoy continúa sin superarse. Ante el asombro de propios y extraños, y sin llegar a calcularse correctamente la fuerza del viento de ese día para determinar si favoreció o no la carrera, Florence Griffith-Joyner estableció una marca de 10,49 segundos en los 100 metros lisos, marca que se convirtió en récord del mundo y que aún hoy sigue vigente. Este hecho la convertía, sin lugar a duda, en la gran favorita para adjudicarse las preseas de oro en las pruebas de 100 y 200 metros en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. Antes de que llegase la cita, Joyner decidió cambiar a su entrenador Bob Kersee por su marido Al Joyner.
En los Juegos Olímpicos de Seúl Griffith-Joyner se mostraría inalcanzable para todas sus rivales. En los 100 metros ya no volvería a establecer otro récord, pero tampoco sería necesario, y se alzaría con la presea de oro con una superioridad pasmosa sobre el resto de competidoras entre las que destacaría su compatriota Evelyn Ashford, a quien vencería por 0,30 segundos. Por su parte, en los 200 metros sí batiría el récord del mundo y además dos veces en el mismo día. La segunda vez estableciendo una marca de 21,34 segundos, con una racha de viento favorable de 1.2 km/h, marca que continúa sin ser superada hoy en día, lo mismo que la marca de los 100 metros que estableció en los tryouts. Por otro lado, también se alzó con la medalla de oro en la prueba de 4 x 100, y la de plata en la de 4 x 400, sumando un total de cuatro medallas en esos Juegos Olímpicos, a las que si les añadimos la conseguida en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles suman un total de cinco, algo que muy pocos atletas han podido conseguir. Tras esta exhibición, Griffith-Joyner recibió un sinfín de galardones entre los que destaca el Premio Sullivan otorgado al mejor atleta amateur, sea hombre o mujer, de los Estados Unidos.
La repentina retirada de Florence el mismo año de los Juegos Olímpicos dejó sorprendidos a todos aquellos que la habían visto conseguir estos éxitos, así como alimentó las sospechas sobre un supuesto caso de dopaje. La propia Florence tuvo que salir a desmentir estas especulaciones señalando que su retiro se debía únicamente al interés de promover el deporte juvenil. Las dudas también se dirigían hacia su antiguo entrenador Bob Kersee ya que había quienes le acusaban de obligar a sus atletas a utilizar estos métodos de dopaje. Se rumoreaba que este hecho había causado la decisión de sustituirle por su marido como entrenador personal. Por otro lado, los resultados de los controles antidopaje realizados en todas sus pruebas por Griffith-Joyner nunca dieron positivo y, según informes de la CNN, la atleta llegó a superar hasta un total de once controles, tan sólo en el año 1988.
Tras su retiro, Florence siguió unida al atletismo en mayor o menor medida. En el año 1993 fue nombrada vicepresidenta del Consejo de Salud Física, algo parecido a una Concejalía adjunta al Ministerio de Deportes en España. Asimismo, creó una Fundación para menores necesitados. Por su parte, en 1995 ingresaría en el Salón de la Fama del Atletismo estadounidense. En estos años, el gusanillo del deporte volvió a rondar a Griffith-Joyner y decidió entrenarse para los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. En palabras suyas, decía que quería especializarse en la prueba de 400 metros para conseguir romper una marca mundial, puesto que ya lo había hecho anteriormente en las pruebas de 100 y 200 metros. Sin embargo, problemas físicos concernientes en su mayoría al tendón de Aquiles de su pierna derecha no se lo permitieron.
La muerte de Florence Griffith-Joyner llegó sorpresivamente el 21 de septiembre de 1998 mientras dormía en su casa de Mission Viejo, California. Tan sólo tenía 38 años de edad. La causa de la misma fue ahogamiento tras un ataque epiléptico. La versión oficial negó que la causa de la muerte tuviera algo que ver con el uso de alguna sustancia prohibida. Con la muerte de Florence Griffith-Joyner se fue una de las mejores atletas que ha habido en la historia y, más allá de la polémica, nos dejó una formidable atleta que pulverizó todas las marcas en 100 y 200 metros, a la vez que una chica con gustos exóticos de uniformes presumiblemente incómodos y uñas sumamente largas.
ANDER JAVIER AGUIRRE CARRION