Desde que liquidó a del Bosque, el Madrid floretiniano no ha dejado de dar bandazos.
Ha sido noticia de alcance: Florentino destituye al entrenador Rafa Benítez después de haber dicho por activa y por pasiva que el club confía en él, que tiene todo el apoyo, que es el mejor para luchar por los objetivos del equipo…, en fin, toda la panoplia de frases hechas y tópicos que se suelen escuchar cuando el entrenador está a unas horas de ser defenestrado.Sin embargo, el problema está en que el poderoso empresario metido a caprichoso presidente se ha atribuido funciones de técnico sin el conocimiento, preparación y experiencia que el cargo requiere. La consecuencia de tal ejercicio de soberbia se sustancia en los malos resultados y el pésimo juego, además de haberse formado una relación casi insostenible entre jugadores, técnicos y jefe supremo.
Florentino ha demostrado ser un excelente empresario, un experto muy eficaz a la hora de manejar cifras y sacar réditos y beneficios; en pocas palabras, es un muy competente contable que está en su salsa maniobrando con balances, entradas y salidas, costos y beneficios, créditos, capitales…, pero eso no asegura tener la capacidad para dirigir un club deportivo, y mucho menos para asumir cargos técnicos que requieren un conocimiento específico del que, evidentemente, carece. Sólo así, presumiéndose capacitado para asumir el puesto de director deportivo, se puede entender la vanidosa conducta de Florentino. Y es que, analizando sus maneras en los años que lleva al frente del club, se diría que tiene un cierto complejo de inferioridad, pues sólo así puede explicarse su adicción a juntarse con las celebridades futbolísticas, su insuperable impulso de codearse con los nombres más mediáticos de este universo. Recuérdese que contrata entrenadores-estrella (con excepciones en su primera etapa) y futbolistas-prima dona, o sea, lo que le interesa son los nombres más sonoros, los más ricos y famosos personajes de futbolandia; o sea, lo que busca el engolado y a la vez advenedizo figurón es presumir de ‘sus’ rimbombantes figuras y dejarse ver con ellas. Pero claro, como eso no es lo que le conviene a un equipo de fútbol a la hora de jugar, los resultados no son los esperados. Y es que precisamente para esto es para lo que sirve (entre otras funciones) un experto en lo que es el juego y sus entresijos, una función que exige una pericia específica que nada tiene que ver con la destreza administrativa.
Ya dio muestras de su comportamiento antojadizo y poco inteligente cuando liquidó a Vicente del Bosque, quien en cuatro años conquistó otros tantos títulos mayores; de hecho, ninguno de los otros nueve entrenadores fichados por el trajeado lechuguino (cada uno con un concepto diferente del juego) se ha acercado a ese registro; son nueve descalabros, los nueve fracasos de Florentino. El caso de del Bosque es, por otra parte, una muestra evidente de lo desastroso que resulta cambiar cuando se está en la cima: sólo se puede bajar (que se lo digan a Víctor Valdés).
Así que, si quiere favorecer los destinos del Real Madrid, este covachuelista enriquecido debería volver a lo suyo, a los consejos de administración y, si es necesario, a la oficina para anotar asientos contables y ajustar balances, con visera y manguitos. Ahí es donde mejor se desenvuelve y donde su esfuerzo y aptitudes resultan más eficientes y provechosos.
Y también podría hablarse de las condiciones leoninas que ha impuesto para asegurarse de que nadie pueda disputarle la poltrona…, pero este es otro terreno de juego.
CARLOS DEL RIEGO